Artículo de Enric Cabecerans
Cataluña
está viviendo una situación cada vez más tensa y polarizada. Como
español, pero también como catalán que reside en Andalucía, me
permito aportar unos datos objetivos y plantear una serie de
cuestiones para reflexionar sobre el proceso separatista que un
sector de la sociedad catalana quiere imponer.
Podemos decir que el nacionalismo catalán ha gobernado Cataluña desde 1980. Algunas personas quizás me corrijan dado que, entre 2003-2010, los socialistas presidieron la Generalitat con el apoyo de ERC e IC, llevando a CiU a la oposición. Pero el PSC acabó superando con creces las políticas identitarias de los convergentes.
Conviene
recordar que Maragall impulsó la reforma de un estatuto de autonomía
imposible de aprobar por el Parlamento español tal y como había
sido redactado. Un estatuto que tuvo un apoyo muy precario, ya que la
participación no llegó al 50%, poniendo de manifiesto el poco
interés de la ciudadanía por este asunto. También en ese mismo
periodo empezaron a aplicarse las multas lingüísticas por rotular
en castellano.
Los soberanistas han utilizado, sin el menor rubor, las competencias en educación, transferidas en los años 80, para cultivar un sentimiento catalanista entre los jóvenes; los medios de comunicación para difundir un discurso de agravio, contraponiendo lo español a lo catalán y la lengua como arma política para dividir a la sociedad. Con tal despliegue de recursos podría pensarse que existe una mayoría aplastante de catalanes que apoyan las tesis nacionalistas. ¿Pero es realmente así?
A continuación se presenta la evolución de los resultados obtenidos en los diferentes procesos electorales tomando como referencia el censo de votantes, y no, como suele ser habitual, el número de votos emitidos. Con ello, se verá el peso real de cada partido político teniendo en cuenta la abstención, con el fin de mostrar con mayor exactitud el apoyo de la población a los partidos nacionalistas.
Los soberanistas han utilizado, sin el menor rubor, las competencias en educación, transferidas en los años 80, para cultivar un sentimiento catalanista entre los jóvenes; los medios de comunicación para difundir un discurso de agravio, contraponiendo lo español a lo catalán y la lengua como arma política para dividir a la sociedad. Con tal despliegue de recursos podría pensarse que existe una mayoría aplastante de catalanes que apoyan las tesis nacionalistas. ¿Pero es realmente así?
A continuación se presenta la evolución de los resultados obtenidos en los diferentes procesos electorales tomando como referencia el censo de votantes, y no, como suele ser habitual, el número de votos emitidos. Con ello, se verá el peso real de cada partido político teniendo en cuenta la abstención, con el fin de mostrar con mayor exactitud el apoyo de la población a los partidos nacionalistas.
Como podemos apreciar en la tabla, el mejor resultado obtenido por los partidos soberanistas es del 35,7% en 2015. Sin embargo, estos partidos siempre han tenido una representación que oscila entre el 29% y el 32%. Solo en dos ocasiones han bajado de esta cifra. La primera en 1999, donde se reduce su representación al 27,4%, coincidiendo con el momento de mayor esplendor del PSC. La segunda ocasión es en 2006, año en que nace Cs, cuando el voto nacionalista baja al 25,4%.
En 1995 la suma de votos obtenidos por CiU y ERC fue de 1.625.938, lo que supone el 32,32% del censo; mientras que en el año 2015 Junts pel Si (CDC y ERC), más las CUP suman cerca de dos millones de votos. Ahora bien, entre los años 1995 y 2015, el número de sufragios emitidos aumenta en 897.237 debido al crecimiento de la población y a una mayor participación. Pero lo relevante es que, de este número de votos, solo 321.627 (el 35,8%) van a parar a partidos soberanistas.
Es indudable que los partidos soberanistas, tomados en conjunto, han mejorado su porcentaje en más de 3 puntos. Sabemos que, hoy en día, más de un tercio de la población catalana vota a partidos del entorno nacionalistas, pero también es cierto que se trata prácticamente del mismo porcentaje que ha existido desde los años ochenta. La diferencia es que hoy, sus líderes tienen un discurso mucho más radical. Volviendo a nuestra pregunta: ¿Existe una mayoría aplastante de catalanes que apoyan las tesis nacionalistas? La respuesta es NO, porque la representatividad debe referirse al total de la población con derecho a voto y no sólo a los votos emitidos. La abstención no puede considerarse ni a favor ni en contra de nadie ni de nada, pero tampoco parece oportuno que en casos de especial trascendencia se prescinda de su existencia.
La Cataluña de hoy es una Cataluña rota política y socialmente, una Cataluña enfrentada por los intereses de parte de la población que pretende saltarse las normas en beneficio propio y, posiblemente, con el fin de que la élite, que ha abusado de su poder para enriquecerse ilegalmente, pueda evadir la acción de la justicia. Los responsables de esta situación tienen mayoría absoluta en las instituciones, pero recuerden que solo tienen el apoyo real de poco más del 33%.
En 1995 la suma de votos obtenidos por CiU y ERC fue de 1.625.938, lo que supone el 32,32% del censo; mientras que en el año 2015 Junts pel Si (CDC y ERC), más las CUP suman cerca de dos millones de votos. Ahora bien, entre los años 1995 y 2015, el número de sufragios emitidos aumenta en 897.237 debido al crecimiento de la población y a una mayor participación. Pero lo relevante es que, de este número de votos, solo 321.627 (el 35,8%) van a parar a partidos soberanistas.
Es indudable que los partidos soberanistas, tomados en conjunto, han mejorado su porcentaje en más de 3 puntos. Sabemos que, hoy en día, más de un tercio de la población catalana vota a partidos del entorno nacionalistas, pero también es cierto que se trata prácticamente del mismo porcentaje que ha existido desde los años ochenta. La diferencia es que hoy, sus líderes tienen un discurso mucho más radical. Volviendo a nuestra pregunta: ¿Existe una mayoría aplastante de catalanes que apoyan las tesis nacionalistas? La respuesta es NO, porque la representatividad debe referirse al total de la población con derecho a voto y no sólo a los votos emitidos. La abstención no puede considerarse ni a favor ni en contra de nadie ni de nada, pero tampoco parece oportuno que en casos de especial trascendencia se prescinda de su existencia.
La Cataluña de hoy es una Cataluña rota política y socialmente, una Cataluña enfrentada por los intereses de parte de la población que pretende saltarse las normas en beneficio propio y, posiblemente, con el fin de que la élite, que ha abusado de su poder para enriquecerse ilegalmente, pueda evadir la acción de la justicia. Los responsables de esta situación tienen mayoría absoluta en las instituciones, pero recuerden que solo tienen el apoyo real de poco más del 33%.
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