Artículo de Antonio Robles
Entre todos vamos a
convertir las intervenciones de parvulario de Gabriel Rufián en un
seguro de vida para él. A este paso, este indocumentado sin oficio
ni beneficio va a vivir de la política mejor que la inmensa mayoría
de los españoles de su trabajo.
Me confieso culpable,
ya he colaborado con ello en varias ocasiones a pesar de la
evidencia. Pero es que Gabriel Rufián es un tesoro, una prueba
sociológica perfecta para formular con exactitud la naturaleza
venenosa y camuflada, inoculada por el catalanismo político en el
corazón y la mente de la sociedad catalana. Rufián puede
representar, para explicar el auge del independentismo, lo mismo que
representan los fósiles para la paleontología, o la historia de
Anna O para el psicoanálisis de Freud. Sus huellas encriptadas se
manifiestas diáfanas cuando las maneras de interpretar y ver cuentan
con sus vestigios impresas en la materia u ocultas en el
inconsciente. Rufián nos remite a la trastienda de la propaganda
nacionalista por acoger sus mantras en estado puro, sin pulir, como
hacen los niños con las mentiras de los padres. Se oye el teléfono,
lo coge el niño, la llamada es para el padre, pero le advierte al
niño que no está, y el niño lo suelta tal cual: “dice mi papá
que no está”.
"La extrema
derecha reaccionaria de Societat Civil Catalana también tiene
derecho a manifestarse". El mantra de la extrema derecha, el
estigma preferido por el catalanismo para neutralizar de entrada toda
disidencia a su obsesión por convertir la diversidad cultural y
lingüística, a su identidad nacionalista. Está tan manida, sobada,
es tan sebosa y burda que hasta los mismos catalanistas que la han
diseñado ya no la utilizan sin enmascararlas en sofismas idénticos,
pero más aseados.
En el mundo de Rufián
sólo hay fachas y demócratas, españoles de ultraderecha y el
pueblo oprimido de Cataluña. Es tan patético comprobar cómo su
mente ha sido colonizada por aliens que, a la vez, provoca náuseas e
inspira ternura, y siempre tristeza. En el fondo, es una víctima,
esta vez de verdad, del nacionalismo. Verlo recitar como un papagayo
esas frasecitas de pega revolucionaria de tres al cuarto diseñadas
durante horas para Twitter demuestra, una vez más, que a veces la
pedagogía del odio destruye más neuronas que el paso del tiempo.
Si fuera dibujante de
viñetas de humor, en lugar de estas líneas previas hubiera dibujado
a un joven con el cerebro agujereado por más túneles que un queso
de Gruyère meando en la tumba de sus abuelos allá en Andalucía.
Por
lo demás, nada nuevo bajo el sol, el día en que los ciudadanos de a
pie daban la cara en las calles de Barcelona contra el golpe, Albert
Rivera e Inés Arrimadas tomaban finos y pescaíto frito en Cádiz a
costa de la Pepa, Xavier G. Albiol, C. Puigdemont y Pablo Iglesias la
obviaban gozosos en un partido de baloncesto en Badalona; sin rastro
de Miquel Iceta; y su partido PSC y el nuevo C´s que sigue sus
pasos, resistiéndose hasta el final a mandar a algún representante
oficial de segunda fila a la cabecera de la manifestación para no
comprometerse demasiado. Mientras, CINC, que sí se había
comprometido con el lema: “Aturem el cop independista”, y sí
estuvo representado por dos de sus fundadores, Marita Rodríguez, y
yo mismo como representante oficial, con problemas hasta el último
minuto para tener un hueco en la cabecera y ninguno en la prensa. Así
son las cosas en Cataluña, quienes se comprometen sin ambigüedad
con la defensa de España y el bien común de sus ciudadanos no
existimos ni en la nota de prensa de participantes dadas por la
organización. Como otras muchas asociaciones que se rompen la cara
todo el año. Pero tenemos claro quiénes somos, dónde estamos, y
qué queremos. Nada se logra en esta vida sin esfuerzo. Y más en
tiempos turbulentos.
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