Artículo de Paco Romero
“Pasar de puntillas sobre una noticia es disculpable, tergiversarla es
sectarismo, retuitearla o compartirla fanáticamente sin comprobar su
autenticidad, u obviando sus fundamentos, resulta subversivo”
Si algo bueno tienen las redes sociales es que, igual que
Zapatero se hizo experto en Economía en dos tardes de la mano de su amigo Jordi
Sevilla, el resto de mortales -¡mea culpa!- le echamos la pata al leonés
de Valladolid y somos capaces de hacer la carrera y el master en esa disciplina
y en cualquier otra en dos segundos, justo el tiempo que tardamos en leer el
titular de la “noticia” que nos brinda el amigo de turno. El tiempo se eterniza hasta los dos minutos si ya
osamos “pincharla”, ver el contenido y, encima, “llegar a entenderlo”.
Opinamos en 140 caracteres, por ejemplo, de la energía solar y del impuesto al sol con la misma soltura-desfachatez que del rescate de las autopistas. Eso sí -¡ni puñetera falta que nos hace!- nadie ojea siquiera los preámbulos de las directivas, leyes, decretos y órdenes que lo regulan ni los fallos de las sentencias que nos obligan.
¿Quién no ha leído y ha dado por bueno que el mangante
gobierno de España pretende, no solo que los autoconsumidores de energía solar
-los que han instalado su placa en la azotea- estén obligados a pagar los
peajes de transporte y distribución de la energía eléctrica y contribuyan a
sufragar los costes, sino que incluso se han
detenido a los primeros testarudos que se resisten a ello? ¿Quién con algo
de vida social en Instagram desconoce
a estas alturas que el Estado, por culpa del mismo ratero gobierno, se tendrá
que hacer cargo de las autopistas de peaje en quiebra, lo que podría suponer un
desembolso de entre 4.000 y 5.000 millones de euros?
Los indignados de
Facebook debiéramos saber que lo aprobado por el RD 900/2015 podría
tacharse desde el punto de vista liberal, y tiempo habrá de reprochárselo a sus
autores llegado el caso, como algo funesto (por lo que supondrían, llegado el
caso, los que podríamos denominar derechos
solares de autor, como ya ocurre por la compra de CD y DVD vírgenes que hoy
sí pagamos gozosamente sin rechistar
“no vaya a ser que grabemos una canción”), pero nunca catalogarse de impuesto
al sol ya que las placas solares que no estén conectadas a la red eléctrica
seguirán haciendo disfrutar a su propietario de la energía generada de gañote. Se trata, pues, de un
impuesto por acceso a la red del sistema eléctrico sobre el que -hay que
recordar- recaen dos costes fijos: el de la generación de la electricidad y el
de su transporte y distribución, cuantías que, por supuesto, hemos de seguir
soportando entre todos, incluidos los que se acogen al autoconsumo.
Queda claro que quien no precise enchufarse al sistema se lo
ahorra y no paga ni un céntimo, pero quien le dé a la palanquita hacia
arriba -y, en general, todos- debemos partir de una realidad física irrebatible
por mucho que nos opongamos en las calles: la electricidad no es almacenable y
en épocas en las que las puñeteras
nubes entorpecen la lluvia gratuita de fotones sencillamente no hay
electricidad fotovoltaica, único motivo por el que a muy pocos autoconsumidores
les interesa desenchufarse totalmente. Ese potencial acceso a la red es el que
grava el real decreto. Un escándalo que no tiene similar respuesta
cuando se sigue sin acometer el principal reto que no es otro que reducir esos
costes fijos a través de quitas a las primas de las renovables, un cascabel
difícil de encasquetar a un gato sediento de subvenciones. Si esa necesidad no
se acomete pronto, los consumidores nos reiremos por no llorar del impuesto
al sol en las futuras facturas.
Cosa parecida ocurre con la nacionalización de las autopistas de peaje en quiebra que vuelve a
ser noticia: El consorcio Abertis, ACS, Bankia y Sacyr, entre el ruido de Twitter, reclama al Estado lo estipulado en la
cláusula de responsabilidad patrimonial de la administración existente en todo
contrato de concesión, en este caso entre cuatro y cinco mil millones de euros
por la inversión no recuperada de las concesionarias, un “ajuste” similar al
que reclama Bruselas en nuestras cuentas para 2017. En definitiva, otra
consecuencia del boom económico.
La locución latina pacta sunt servanda (“los contratos son para cumplirlos” o “lo
pactado obliga”) debe ser puesta en práctica a la misma velocidad que se
abre una investigación de tales concesiones y se dirimen las correspondientes
responsabilidades.
Pasar de puntillas sobre una noticia es disculpable,
tergiversarla es sectarismo, retuitearla o compartirla fanáticamente sin
comprobar su autenticidad, u obviando sus fundamentos, resulta subversivo.
P.S.- Resulta cuando menos curioso que nos posicionemos en contra del mal
llamado “impuesto al sol” quienes, por su alto coste, ni tenemos capacidad de
autoconsumo, ni soñamos con la posibilidad de generar nuestra propia
electricidad; quienes, encima, desconocemos que, con nuestra rechazo, la
factura de la luz nos llegará todavía más inflada.
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