“El Tiempo salvando a la Verdad de la Falsedad y de la
Envidia”, obra de François Lemoyne
Artículo de Luis Marín Sicilia
“Estamos ante golpistas de nuevo cuño que incapaces de acometer un
golpe de Estado clásico, conduciéndose violentamente, lo hacen de manera más
sutil y cobarde, a través de las instituciones cuya titularidad ostentan
gracias al orden constitucional que pretenden subvertir”
“Como su inoperancia institucional es manifiesta, los de Podemos
vuelven a su esencia: la ocupación de la calle, los movimientos de masas y la
algarabía”
Entre las muchas obras que adornan el Palacio de Versalles
se encuentra una del maestro francés del "rococó", François Lemoyne,
que representa al “Tiempo salvando a la Verdad de la Falsedad y de la Envidia”.
Dicha alegoría constata cómo el tiempo pone las cosas en su sitio y cómo la
verdad, a la larga, siempre se impone a dos de sus grandes enemigos: la
falsedad y la envidia.
La falsedad va más allá de la simple mentira. Una persona
falsa hace de la mentira su "modus operandi", su forma de ser y de
conducirse. El falso carece de autenticidad en lo que propone, por muy
hipócrita que sea su expresión. Para entendernos, Artur Mas y sus secuaces son
falsos, hipócritas y mentirosos compulsivos, por mucha teórica veracidad con
que pretendan encubrir sus desafueros.
Lejos de considerar respetables a estos delincuentes de
cuello blanco, conviene ir poniéndolos en su sitio, distinguiendo, como hizo
Vargas Llosa al recibir el Nobel, “al nacionalismo, de orejeras y de rechazo al
otro, del patriotismo, sentimiento sano y generoso de amor a su tierra”. Con su
falseamiento de la historia y el adoctrinamiento totalitario, los secesionistas
catalanes, adeptos a la desobediencia sistemática de la legalidad, han entrado
de lleno en el concepto de golpistas.
En efecto, estamos ante golpistas de nuevo cuño que
incapaces de acometer un golpe de Estado clásico, conduciéndose violentamente,
lo hacen de manera más sutil y cobarde, a través de las instituciones cuya
titularidad ostentan gracias al orden constitucional que pretenden subvertir.
Es pura traición de la peor ralea, máxime cuando ya ni respetan las propias
normas que regulan las instituciones que representan.
Que la Fiscalía haya activado la denuncia contra los
responsables políticos catalanes por delitos de desobediencia, prevaricación y
malversación de caudales públicos entra dentro de la lógica de un Estado de
Derecho. Pero también sería conveniente que la sociedad civil desenmascarara
sin paliativos las prácticas totalitarias puestas en práctica por todos los
medios oficiales de la Generalidad de Cataluña, tal como viene haciendo la
organización Sociedad Civil Catalana. La propia Vanguardia, tan ambigua hasta
ahora, ha tenido que advertir de que “lo más preocupante es el mensaje que se
envía a la ciudadanía cuando desde las más altas instancias, obligadas a la
ejemplaridad, se desprecia la ley”.
El tiempo está poniendo en su sitio a la falsedad y va
restaurando la verdad en Cataluña. La Unión Europea ha dejado claro que es
indivisible y contraria al quebrantamiento de la ley. Los empresarios catalanes
advierten del desastre al que algunos utópicos quieren llevar al país. Y es
que, cuando el victimismo pretende obtener réditos, tildando de
"venganza" o de "ejecuciones" a los actos que tratan de
restituir el orden, resulta obvio que hay que dejarlos en el ridículo de su
grandilocuencia semántica, de la deformación de los hechos y de esos bucles
melancólicos alejados de la lógica, cuyo enorme arsenal propagandístico
no alterará el orden constitucional que a todos nos obliga.
Y hay otra verdad que el tiempo rescatará de la envidia: es
la gran mentira que se esconde en el populismo, cada vez más barriobajero, de
Iglesias y los suyos, un grupo que denigra a un cuerpo ejemplar como la Guardia
Civil, tratando a dos de sus miembros como simples protagonistas de un
altercado de taberna, al tiempo que reciben, en sede parlamentaria, a los
familiares de sus agresores, integrantes de un grupo de inspiración proetarra.
La deriva de Podemos es tan notoria que ya no extraña su
continuo alineamiento con las tesis batasunas, hasta el extremo de que hay
quien considera que el partido de los círculos es una especie de "Bildu
estatal", dada su sintonía con los planteamientos del grupo considerado
por el Tribunal Supremo como contaminado por la antigua Batasuna.
La trayectoria de los "morados" es tan
intrascendente para el progreso de la sociedad como insultantes resultan sus
comparecencias institucionales, basadas en la búsqueda de un protagonismo
"borroca" y circense. Inspirados en el rencor y la envidia utilizan
el insulto como norma, la mentira como método y la banalización como objetivo.
Incapaces de aportar algo positivo se refugian en un estilo y un lenguaje
insultante, propio de macarras, para vergüenza y ofensa de la ciudadanía y el
descrédito del templo de la palabra que es el Parlamento.
Está bien, como ha declarado la andaluza Teresa Rodríguez,
que en Podemos tienen que "hacer que la gente nos deje de ver cómo esos
personajes pintorescos y de discurso irreverente", pero el problema es que
el primero que no tiene tal intención es su líder supremo, enfrascado en valorar
si es más expresivo que “se la suden” o que “se la bufen”.
Por todo ello, para llamar a las cosas por su nombre, para
contar las cosas como son, estamos ante un grupo de jóvenes que, salvo honrosas
excepciones, no han dado un palo al agua, desconocen la complejidad de las
relaciones públicas y pretenden reducir su proclamada regeneración de la
política a cuatro gestos, como llamar "vehículos de incidencias" a
los coches oficiales que iban a desterrar, mientras las bicicletas con las que
fueron a tomar posesión yacen pacientemente en los sótanos de sus casas.
Como su inoperancia institucional es manifiesta, los de
Podemos vuelven a su esencia: la ocupación de la calle, los movimientos de
masas y la algarabía. Incluso han montado, con escaso éxito por cierto, unas
movidas en el extranjero que han dejado compungido a más de un podemita de base como el que decía:
"¡hombre, emigrar a Berlín para protestar nunca está de más; pero que lo
hagan el líder y su compañera portavoz puede parecer como un viaje de novios
trufado de progresismo!".
Convertidos en casta de la casta, intentan ahora denunciar
tramas de intereses, olvidando que su obsesión antisistema constituye el peor
ejemplo de una trama dispuesta a preparar, con astucia o dolo, el enredo, el
engaño o la traición al orden constitucional que garantiza nuestra convivencia.
Rescatar la verdad de los falsarios y de los mentirosos es algo que, con el tiempo, se consigue, tal como alegóricamente expresó Lemoyne. Porque por mucho que los separatistas y los populistas construyan verdades virtuales, el tiempo coloca a cada uno en su sitio, acreditando, como siempre, que la envidia, como la mentira, tiene las patas muy cortas y que la verdad termina acreditando que las cosas son como son.
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