Artículo de Paco Romero
“¡A huevazo limpio o a machetazo infame! Son las formas en que el
monopolio del transporte público, de la mano de Solidaridad del Taxi,
viene aprovechándose del privilegio ancestral de admitir o denegar el acceso al
aeródromo sevillano”
Aunque algunos estudiosos niegan su existencia, la historia
parece haber asumido como real el “derecho de pernada”, entendido como el
derecho de los señores a tomar a sus siervas el día de su casamiento con uno de
sus vasallos. Contrariamente a lo que cualquier maldiciente pensara, la
“institución” consuetudinaria no fue una invención de nuestros ibéricos señores
feudales, sino que ya estaba vigente en la Germania Ulterior antes de la
invasión romana: en latín vulgar fue conocido como Ius primae noctis,
“derecho de la primera noche”; en inglés continúa usándose la expresión
francesa Droit du seigneur, “derecho del señor”, aunque en tierras
gabachas se prefiere utilizar la locución Droit de cuissage, con
idéntico significado.
Para desconcierto de las masas en general y de la progresía
en particular, resulta que fue Alfonso II quien estipuló por ley que “las
siervas se encuentran fuera del derecho del señor” y, cinco siglos después,
Alfonso X quien aprobara una multa de 500 sueldos y la privación de cargos a
quien osara desflorar a la novia antes del casamiento.
¡A huevazo limpio o a machetazo infame! Son las formas en
que el monopolio del transporte público, de la mano de Solidaridad del Taxi,
viene aprovechándose del privilegio ancestral de admitir o denegar el acceso al
aeródromo sevillano y, con ellos, subyugar el derecho al trabajo de la inmensa
mayoría de los taxistas sevillanos, todo ello mientras los incapaces que están
obligados a impedirlo se han venido mostrando como simples cómplices o
consentidores.
Como siempre y para desventura de la ley, el alcalde de
turno, sin entrar en demasiadas valoraciones, ha vuelto a tachar de puntuales
las recientes, “inasumibles” e “inaceptables actuaciones” -actos vandálicos, es
su nombre- que siguen perpetrándose. Desde Del Valle a Espadas, pasando por
Becerril o Zoido, nunca regidor alguno ha respaldado la acción de los agentes
de la Policía Local para poner fin a tamaño dislate en forma de delincuencia
consentida.
Nunca tampoco -y justo es reconocerlo- nadie se mojó tanto
como el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Sevilla, Javier Millán,
quien ha acusado a Juan el de la vara
de taparse los ojos ante los privilegiados: “El
gobierno está volviendo a usar la práctica del trilerismo, intentando desviar
la atención hacia el intrusismo y obviando los principales problemas, que son
la violencia, las estafas y que todos los taxistas van a seguir sin poder
trabajar libremente en el aeropuerto”.
Desde una óptica liberal todo exceso de regulación debiera
desterrarse; sin embargo sigue sin tener explicación que, como mal menor, no se
imponga por el gobierno municipal el turno rotatorio que, mediante sentencia,
el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía consideró como la solución más
congruente.
Si los nobles del Medievo practicaban un derecho perverso
sobre sus vasallas, la aristocracia del siglo XXI, encarnada en “solidarios
dueños de vidas y haciendas 3.0”,
continúa decidiendo, tirando de nepotismo esclavizante, el futuro laboral de
miles de personas, con un agravante: y es que ocho siglos después ni está ni se
espera un rey sabio de nombre Alfonso -por supuesto Juan tampoco- que paralice
de una vez por todas el chantaje, la coacción y la violencia.
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