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viernes, 17 de febrero de 2017

Rahola, la huella del fanático

Artículo de Antonio Robles
                                                                                              
A menudo, los contextos favorables colaboran con las mentes más primarias y simples sin dar apariencia de serlo. Esa sospecha es una evidencia en las gradas ocupadas por los seguidores más fanáticos de cualquier equipo de fútbol. La pasión irracional que sienten por su club, a nivel colectivo inflama las opiniones favorables hacia sí mismos y reduce escandalosamente su capacidad crítica. Amparados en esos contextos sectarios, los individuos concretos actúan del mismos modo, incapaces de reparar en su nula neutralidad a la hora de traducir la percepción de la realidad.
Los mayores fanáticos que se dan en esos contextos son los que admiten, aceptan, o incluso celebran sin ningún tipo de comprobación todo aquello que vaya en apoyo de sus colores y rechazan con la misma ceguera, lo que los cuestiona. Una verdadera calamidad para el conocimiento objetivo, para la honestidad racional y para la paz social.

Lo peor no es que Pilar Rahola haya mentido y esparcido una sentencia falsa del Tribunal de la Haya; lo peor es su inclinación a escoger, sin más criterio intelectual que la conveniencia de sus intereses ideológicos, cualquier argumento afín a tales intereses y rechazar cualquier otro que no los confirmen. Este sesgo impropio de una sociedad del conocimiento, enemigo del espíritu emancipador de la ilustración y de la objetividad científica, y contrario a la honestidad intelectual es la esencia de su nacionalismo excluyente. Más les digo, el que haya aceptado una patraña como buena, el que la haya difundido porque convenía a sus intereses independentistas (de lo contrario se la hubiera callado) sin comprobar su veracidad le igualaría a cualquier fanático de los estadios de fútbol; pero es aún peor, difundió una mentira a sabiendas que lo que decía era profundamente reaccionario, antidemocrático. Se abrazó a la mentira sin importarle ese detalle. El que se haya convertido en la verdulera de la política por intereses mediáticos de la televisión basura, no la exime de leer lo que difunde antes de difundirlo. Y entender lo que lee. Recordémoslo:
"Declaramos que no existe en Derecho Internacional ninguna norma que prohíba las declaraciones unilaterales de independencia. Declaramos que cuando hay una contradicción entre la legalidad constitucional de un Estado y la voluntad popular, prevalece esta segunda, y declaramos que en una sociedad democrática, a diferencia de una dictadura, no es la Ley la que determina la voluntad de los ciudadanos, sino que es esta la que crea y modifica cuando sea necesario, la legalidad vigente".
Según las propias palabras de Pilar Rahola esta sería la "sentencia de La Haya a la declaración unilateral de independencia de Kosovo". Como sabemos, un infundio, una mentira, tal sentencia no existe. Pero independiente de su inexistencia, analicemos su contenido:
Sagaz como es, podría haber reparado en el primer párrafo, la existencia de un argumento ad ignorantiam, verdadera falacia al interpretarlo interesadamente por Rahola: El que no existiera en Derecho Internacional norma alguna que prohibiese declaraciones unilaterales de independencia, no quiere decir que Cataluña tenga derecho a la independencia; muy al contrario, los Estados, y España es un Estado, expresamente la excluye de su ordenamiento constitucional y tiene instrumentos y legalidad para impedirlo.

Aún así, lo grave viene a continuación: Pilar Rahola da crédito a una sentencia falsa que pone la voluntad popular por encima de la legalidad constitucional del Estado.Todos los españoles y el Derecho internacional sabe qué es, en qué se legitima y a quienes ampara el Estado constitucional español, pero no tenemos ni idea qué es la voluntad popular, la voluntad del pueblo, a no ser que dicha voluntad sea expresada en urnas bajo una legalidad democrática determinada. El recurso a la descalificación de la legalidad constitucional contraponiendo democracia a dictadura, es droga dura. Va a resultar que si la legalidad constitucional no se plega a cualquier mesías que asegure arrastrar tras de sí al pueblo, España es una dictadura. La insinuación ofende, ya no solo por su falta de ética, sino por menosprecio a la inteligencia.

Pues bien, Pilar Rahola podría haber visto en la falsa sentencia, pura basura, falacias y una tramposa utilización de la democracia, la voluntad popular y el derecho de los pueblos colonizados a la autodeterminación; pero no lo hizo, porque ella como toda la deriva nacionalista no buscan la verdad, ni la honestidad, sino la persuasión para conseguir sus objetivos. Esa mentalidad erística de la señora y su mundo han infectado las palabras y el pasado histórico de mentiras, han emponzoñado la mente de miles de niños y adolescentes e infectado de egoísmo territorial a personas desesperadas por la crisis y la merma de recursos hasta reducir sus miradas a un trapo con una estrella.

Se puede disculpar el error inicial, reprender el sesgo interesado posterior, pero nunca la maldad de pervertir conscientemente los valores democráticos en nombre de la libertad.

Por cierto, ¿saben de dónde salió el infundio? De su amigo, el ex juez Santiago Vidal, suspendido por tres años, el mismo que hace dos semanas se fue de la lengua y largó que el Gobierno de la Generalidad tiene camuflados en los presupuestos 400 millones para el plan de golpe de Estado institucional.

P.D. Lo que ustedes quieren hacer se llama revolución. Ahí sí que la voluntad popular (la que le viene en gana a quien se levanta contra la legalidad) puede suplantar a la legalidad constitucional. A la fuerza claro. Sólo hay dos problemas: las hay de todos los colores, y siempre provocan sangre. ¿Se da cuenta por qué la inteligencia democrática ha instituido reglas, normas y leyes para garantizar la libertad y seguridad de todos? ¿Al día siguiente de su independencia, permitirían que alguien osara saltarse las nuevas leyes?

Despierten, la república de Ikea solo es publicidad.

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