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martes, 21 de febrero de 2017

Mentiras arriesgadas. La posverdad


Artículo de Luis Marín Sicilia

“La posverdad consiste en que el relato se sobrepone a los hechos en que el propio relato se basa aprovechando las incertidumbres del momento”

“La posverdad deviene preocupante porque, aquí y ahora, es el mejor caldo de cultivo para que la mentira y el juego sucio, el quebrantamiento de las normas que a todos nos conciernen, queden impunes”

“El ministro de propaganda "nazi" también decía, como el líder podemita, que había que "destruir el poder del capitalismo y del judaísmo" porque "así triunfaría la lucha de clases" entre los de arriba y los de abajo”


Un profesor universitario ha sido inhabilitado por dar sobresaliente a una alumna que ni siquiera hizo el examen. Hay quien dice que este es un caso más de la situación general de incertidumbre que propicia episodios alternativos a los hechos objetivos. La picaresca actual se ha inventado lo de la "posverdad", que en el fondo, como el llamado uso alternativo del derecho, implica que si los hechos no me gustan los cambio por los que convienen a mis intereses.

Las consecuencias de tanto oportunismo las vamos conociendo: hay un lugar del suelo patrio donde los que tenían que cumplir la ley se erigen en paladines de la desobediencia. Y como los hechos no son como fueron sino como yo los explico, saco las conclusiones pintorescas que me benefician. Esta es la "posverdad" de los separatistas catalanes, una panda de sediciosos que, pasada su primera fase de mitológicas ensoñaciones, falseamientos históricos y mentiras económicas, han decidido cuestionar abiertamente el Estado de Derecho, pretendiendo que la ley se puede quebrantar mediante la sacralización del voto por el voto, lo que nos llevaría a la ley de la selva amparada por el voto oportunista y mediatizado que ampare los intereses de quien lo propugna.

Los otros oportunistas de la "posverdad" son los que no aceptan más verdad que la suya, o sea quienes no tienen la más mínima consideración por quienes no piensan como ellos. Son los maestros del "chavismo", los que explicaron al padre político de Maduro cómo construir un régimen totalitario y cobraron por tales enseñanzas. Son la patulea de Pablo Manuel, de apellido Iglesias, quien anuncia, como un Fraga redivivo, que la calle es suya y la va a recuperar, que las instituciones no le sirven porque en ellas hay que trabajar, y que es mejor contribuir al desorden con gestos y desafíos de chulo tabernario.

Si en Cataluña quien manda dice que hay que desobedecer todos los mandatos, excepto los de los propios sediciosos, el desafuero trasciende el puro debate político, provocando la demolición del principio de autoridad y respeto a jueces y fiscales, a los que se somete a presiones y escraches multitudinarios. Y ello nos coloca a un paso, a un solo paso, de que el Estado, representado por el Gobierno, ejerza sus competencias políticas, bien con una intervención de la autonomía catalana en base al artículo 155 de la Constitución o evitando ese recurso excepcional, aplicando medidas coercitivas y puntuales aprobadas en Consejo de Ministros por aplicación de la Ley de Seguridad Nacional en el supuesto de decretar la "situación de interés para la seguridad nacional", coordinando el Gobierno todos los medios materiales y humanos de la comunidad que considere necesarios para tal fin.

Y si el otro maestro de la "posverdad", el vencedor de Vistalegre 2, es reacio al valor de las instituciones, a las que menosprecia con su propios modales y vestimenta, hasta el extremo de que le resulta más importante una convención cinematográfica que la sede de la soberanía popular, debiera dar cursos acelerados de respeto y consideración a dichas instituciones y a las personas que no piensan como él. De otra manera tendríamos que concluir que todo un licenciado y doctor en Derecho y en Ciencias Políticas, master en Humanidades y en Comunicación Política, que daba clases en la Universidad por designación digital, o sea sin oposición, ha obtenido todos los títulos, como la alumna del sobresaliente, sin hacer el examen.

En los casos que refiero, la "posverdad" consiste en que el relato se sobrepone a los hechos en que el propio relato se basa aprovechando las incertidumbres del momento. La verdad es superada por lo que se dice y por lo que las redes manifiestan. Lo más grave de ello es que la "posverdad" deviene preocupante porque, aquí y ahora, es el mejor caldo de cultivo para que la mentira y el juego sucio, el quebrantamiento de las normas que a todos nos conciernen, queden impunes.

Los segregacionistas catalanes y los populistas de Iglesias son maestros en la construcción de "posverdades", pues prescinden de la verdad para interpretarla hasta el extremo de hacerla irrelevante. Y así no necesitan rigor intelectual: una simple afirmación no necesita ni ser argumentada ni ser probada. Se dice, se coloca en la red y ya vale en su plenitud. Ahora está en el mundo y el debate está servido resultando ineludible. Así de sencillo se construye el escenario que interesa, tenga o no profundidad argumental o sean ciertas o falsas sus premisas.

Este sendero virtual en el que discurrimos es peligroso y ya tuvo un precedente  que abrió un periodo históricamente trágico cuando Goebbels proclamó que "una mentira repetida insistentemente se convierte en una verdad absoluta". El ministro de propaganda "nazi" también decía, como el líder podemita, que había que "destruir el poder del capitalismo y del judaísmo" porque "así triunfaría la lucha de clases" entre los de arriba y los de abajo.

Las “posverdades” del separatismo debilitan a los propios catalanes y al conjunto de los españoles, porque estamos en un mundo convulso donde se utilizan las redes sociales para difundir noticias falsas. Los ciberataques son hoy una de las mayores preocupaciones de los servicios secretos occidentales. Tanto Trump como Rusia tienen interés en debilitar a Europa, y el Brexit ha sido para ellos un buen aliado. La construcción europea que buscaba, entre otras cosas, hacer imposible una nueva guerra en el continente, está hoy gravemente amenazada, a lo que, además del peligro exterior, colaboran ahora los  nacionalismos y los populismos extremos que anidan en su seno.

Los mensajes sobre la transversalidad que propiciaba Podemos, su palabrería sobre construir política con toda la gente y sus alegatos contra la vieja política eran tan oportunistas como reflejan las palabras de un podemita frustrado al preguntarse "¿no será que en vez de oposición a la casta, son realmente opositores a casta ?". Cuando Pablo Iglesias dice que "lo de los abuelos nos desespera" tiene motivos para ello. Porque resulta que los abuelos tienen los suficientes años para saber en qué quedan los cantos de sirena de los demagogos como él. ¡Maldita sea!; si los jóvenes se dejan embaucar para que jueguen con su futuro, allá ellos. Pero a los viejos no los engañan.

Construir “posverdades” para jugar con ventaja es tan perverso como injusto. La "posverdad" es una mentira, emotiva si se quiere, pero mentira al fin. Su afán es modelar la opinión pública, dando más influencia a las emociones e identidades que a los hechos objetivos. Los separatistas catalanes y los populistas de Iglesias son maestros de la "posverdad". Y por tanto son tan mentirosos como aquel sobresaliente obtenido sin hacer el examen.

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