¿Qué significa ser “ciudadano”? ¿Es el partido “Ciudadanos” una organización de “ciudadanos”, acaso? ¿Cuál es la función en el gobierno de la Junta de Andalucía en la crisis sanitaria? Intentemos atenernos a los hechos y al conocimiento profundo de las palabras para acercarnos al análisis político.
La palabra “ciudadano”, como tantos otros
conceptos políticos en la Europa Contemporánea, se ha visto confundida con significados
imprecisos o ideológicos. Cuando se pregunta por el origen de la palabra, lo habitual
es escuchar la referencia griega, a las ciudades-estado (Polis, del griego
πόλις) que sólo consideraban ciudadanos (polítes, πολίτης) a los habitantes
de ese núcleo con derechos. Los demás eran o individuos libres pero sin derechos
(metecos, métoikos, μέτοικος) o esclavos (doûlos, δοῦλος).
Se aprecia gracias a la etimología que nuestra
palabra “ciudadano” no proviene de la raíz polis,
de la que claramente viene política. El
origen, pues, de “ciudadano” no es griego sino romano. Viene de civitas, civitatis (ciudad). Y los romanos
llamaban “civis” a los conciudadanos de
la “civitas”. El uso actual de la palabra “ciudadano” viene de la Revolución Francesa, otro error histórico
que estuvo motivado por el interés hacia el igualitarismo social. Llamar al rey
en vez de Luis XVI “ciudadano Capeto”
fue una medida adoptada en origen por el noble afán de igualar mediante la Ley a
todo nacional de Francia. Pero al cometer el
engaño de Varennes, toda la revolución se convirtió en una mentira que todavía
hoy muchos se creen. Por ejemplo los que siguen empleando la palabra “ciudadano”
en España.
En España lo que hay es un conjunto de súbditos puesto que vivimos en una monarquía
de partidos estatales. El Jefe del Estado es un rey, heredado de Franco, máximo representante del régimen
y cúspide de la jerarquía de poder establecida tras la muerte del dictador. Los
partidos estatales gobiernan mientras que el rey… está ahí. El rey no reina. Es
un florero intocable, relleno de corrupción y traición. La función ornamentística
es superficial, la verdadera función política es la de servir de tope a las ambiciones
de todos los partidócratas. Más corrupto e impune que el monarca no hay nadie, así
que nadie le disputa el sitio y la oligarquía se pelea por los puestos de mando.
Mientras, nos llaman ciudadanos. Nos dicen que somos iguales ante la Ley. Que la soberanía “emana” del pueblo. ¡Cuántas mentiras!
Hay un partido que se llama de esa misma
forma: “ciudadanos”. Algunos, por vergüenza o mercadotecnia han llegado a referirse
a ellos como “C’s”, reflejo inconsciente de la vacuidad de contenido y la estrechez
intelectual que manifiestan los miembros de tal formación. Es lamentable cómo las
mafias estatales tienden a vestir sus nombres con nombres políticamente atractivos
para aparentar lo que no son: “Convergencia Democrática de Cataluña” (ahora “Partido Demócrata Catalán”), “Partido Socialista Obrero Español” “Izquierda
Republicana de Cataluña”. Dime
de lo qué presumes y te diré de lo que careces. Ninguno de esos partidos puede sostener
que hacen justicia a su nombre.
Los del partido estatal “Ciudadanos” llegaron
con la etiqueta periodística de “nueva política”. Para que nos entendamos: “vieja
política” es el PP y el PSOE y “nueva política” Ciudadanos y Podemos. Para que nos
entendamos mucho mejor: los viejos ya han
robado suficiente, ahora les toca a los nuevos robar. Pero todo con buenas palabras,
por supuesto.
Como en España no tenemos elecciones representativas
sino proporcionales y de listas, después de que los súbditos metan los papeles en
las urnas ellos se dedican a ver qué apaños hacen. ¿Las mayorías absolutas?, caca.
No les gusta ni a los que ganan. En las oligarquías tener mayoría está mal visto
porque no dejas robar a los demás y el tinglado está montado para que robe, en mayor
o menor medida, toda la clase política estatal. Gracias a este sistema no representativo
Ciudadanos ha conseguido corromperse en gobiernos de coalición, ya sea en autonomías
o municipios. Los casos más conocidos son los de la comunidad autónoma de Madrid
y la de Andalucía.
En ambos casos han respaldado la corrupción
de los gobiernos precedentes si bien han sido algo más estrictos en Madrid que en
la Junta de Andalucía. En el sur han despuntado con su compás de palmas al toque
y baile de Susana, la Niña la de los EREs. Estos palmeros del PSOE están ayudando
a limpiar la imagen de una Susana Díaz en decadencia dentro y fuera de su partido.
Ante el descrédito entre tanto funcionario y súbdito en general de este reino de
taifa, la Presidenta de la Junta ha lanzado un hueso a sus perseguidores destituyendo
a dos subalternos relacionados con las sonadas protestas en Granada en contra de
la fusión de dos hospitales de titularidad pública.
Vemos cómo Juan Marín, jefe de la delegación
de Ciudadanos en la Junta, escenifica el rol de oposición pidiendo un debate para
aprobar las medidas del PSOE respecto a este tema sanitario. La rastrera maniobra
política es la de dar lugar, con esta petición, a que Susana Díaz venda su moto:
ella escucha a los andaluces y no hará la fusión. Las consecuencias económicas están
claras para el que haga números. No hay dinero para pagar el gasto de esa medida
así que o habrá más impuestos o más adelante tendrá que recortar el gasto en otras
partidas. Olvídense de la Administración Paralela o todos los enchufados de la casta
andaluza. Eso no se puede recortar.
Los que se llaman como partido “Ciudadanos”
vuelven a desdibujar el valor que el concepto de ciudadanía tiene: el de ser igual
ante la Ley. Ellos mantienen con su coalición a la casta de la Junta, la estirpe
de Susana, pues este tiempo precioso servirá a la jefa del PSOE a recomponer su
imagen, vender su eslogan y hacerse con el control del partido. ¿“Nueva política” la de “Ciudadanos”?
Dime de qué presumes…
Algún día las palabras “ciudadano”, “democracia”,
“libertad política”, “nación”, “estado”, “elecciones”… tendrán su verdadero significado.
Mientras, quien las usa hoy retorciendo su origen y significado, es el tonto útil
del que detenta el poder. Lo mismo ocurre con el que vota cuando no hay elecciones,
no se elige a nadie.
Apelo a los lectores informados de El Demócrata
Liberal a observar la jugada de encubrimiento rastrero, a plena luz del día, que
el partido “Ciudadanos” está haciendo al PSOE para que creamos que hay una verdadera
preocupación por lo que le importa a los pagadores de impuestos andaluces, porque
ciudadanos (hasta que no haya libertad política) no hay.
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