Artículo de Manuel Ramos
Acabamos
de ver el juramento de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de
América. Es el fin de un proceso de relevo del cargo político más importante
del mundo en estos momentos, el proceso de elección de un presidente por la
mayoría de los ciudadanos. Cientos de tertulianos de los medios oficiales españoles
se atropellan con la verborrea habitual del ‘politiqués’[*] para
intentar explicar lo que ocurre en las pantallas de televisión. Inmediatamente
se acude al recurso más sencillo: lo que ocurre en EEUU es como lo que ocurre
en España.
Los
lugares comunes son: el partido demócrata es como el PSOE, los republicanos son
como el PP, Bernie Sanders es como Pablo Iglesias… etc. La intención de
parecerse al imperio lleva a los partidos estatales en España a inventar una
cosa que llaman “primarias” y que pretende seleccionar al jefe de partido. Estamos
viendo actualmente cómo el Partido Regional de Andalucía, conocido
anteriormente como PSOE,
dice que va a seleccionar mediante este proceso la cabeza de lista para las
próximas elecciones.
Personas, no partidos
Para empezar, hay que aclarar un primer punto fundamental
que diferencia a los partidos estatales (Europa) y los partidos de la sociedad
civil (EEUU, Reino Unido): allí eligen a personas, no a partidos. ¿Esto qué
quiere decir? Que en el distrito 9 de Florida o el distrito de Trafford en Manchester
eligen a una persona, independientemente del partido. Saben dónde vive, es
conocida o tiene una reputación pública que le precede y que le sirve para su
campaña electoral. Dichas campañas no están financiadas por dinero público.
Cada uno tiene que conseguir los fondos para costearse todo el gasto en
propaganda y abastecimiento del personal. Eso hace que la cercanía, la
implicación y la responsabilidad del candidato que quiera ser elegido es mucho
más fuerte con su grupo de electores.
Esta diferencia radical entre la farsa que vivimos en Europa
(excepto Francia y, en algunos aspectos, Suiza) hace que esos países tengan un
verdadero control sobre la política de sus gobernantes. Al fin y al cabo son
representantes de cada grupo de electores. En el distrito, el diputado, en la
nación, el presidente. Lamentablemente Reino Unido no tiene democracia porque
no separa el legislativo del ejecutivo, pero sí tiene un sistema representativo
muy efectivo. Allí el poder del Parlamento (cámara de representantes) es total,
a diferencia de las experiencias europeas, más acostumbradas a ejecutivos
fuertes. Muy fuertes. Véase la ristra de dictadores que ha padecido el viejo
continente. Los británicos y, por extensión los estadounidenses, tienen siempre
desconfianza del gobierno, del ejecutivo. Por eso tienen tan atados en corto a
sus representantes.
Listas electorales, ni abiertas ni cerradas
Elegir en una lista (ahora gusta decir “cerrada y bloqueada”)
es un timo. Aunque esté abierta la lista, suponiendo que un outsider del
partido es elegido en un puesto elevado ¿quién duda que hará lo que le digan
para evitar el riesgo de que el partido –que previamente le ha permitido
participar en la lista- lo expulse irrevocablemente? Ha habido experiencias de
listas abiertas, prácticamente nadie opta por alterar el orden. Nadie conoce a
todos los candidatos. Ya es difícil con conocer a los “cabezas de lista”, mucho
más a todos los miembros de las listas de todos los partidos.
Lo lógico es que cada distrito decida entre varios candidatos, como ocurre en EEUU y Reino Unido. Y no por reparto proporcional, fuente de corrupción, sino por mayoría. Incluso mejor que la mayoría simple, existe la doble vuelta como en Francia. Esta forma de decidir es criticada por algunos diciendo que lleva al bipartidismo. Piensan en forma de partidos cuando, repito, se eligen a personas. Es verdad que los partidos apoyan electoralmente a sus candidatos y pueden decir que la persona elegida es de su partido, pero la base del funcionamiento es que el ciudadano elige, desde la base, quién es el ganador. De hecho, Donald Trump ha llegado a presidente de los Estados Unidos en contra de su propio partido. Esto es impensable en un PSOE o un PP.
Aquí el jefe confecciona las listas y todos le deben el
puesto al jefe, no dependen de los ciudadanos. Ni siquiera conocemos a los
diputados que nos corresponden por provincia, que en España es el distrito
electoral. En definitiva, no elegimos a nadie así que ¿para qué sirve votar?
¿para seguirles el juego?
Abstención hasta que pueda elegir
La forma más decente de mostrar el rechazo que encuentro
para no verme involucrado en este sistema heredado tras la II Guerra Mundial es
no participar en él. Si introduzco un voto en una urna de este sistema de
partidos estoy diciendo que estoy conforme con las listas, con el sistema
proporcional, con la corrupción de los partidos, con la ausencia de democracia.
Si voto estoy colaborando con el régimen.
Ninguno de los aprovechados hoy en día va a mover un dedo
para cambiar la situación pues es el propio sistema electoral el que les ha
permitido estar ahí. Sería un suicidio, una locura por su parte, dinamitar la
bicoca que alcanza cualquier diputado y no digamos presidente de algún cortijo
autonómico. Sólo en los sistemas representativos puede llegar al poder gente
verdaderamente diferente como Donald Trump (tendrá que demostrarlo) para
alterar la política en respuesta a la mayoría de los intereses de los
ciudadanos.
En España es imposible que los partidos vayan a cambiar
nunca el régimen. Por eso cuando alguien dice que hay que votar a otros para
que cambie algo siempre pienso que lo máximo que aspiran esos españoles es a
que les robe otro. Que al menos no roben siempre los mismos. Si supieran el
cambio que acaba de producirse en EEUU con la nueva política que se avecina y
que eso ha sido gracias al propio sistema electoral. Un sistema que además
elige al legislativo por un lado y al ejecutivo por otro. Un sistema que
responde verdaderamente a la realidad social y cultural de una nación.
El engaño por parte de estos tertulianos que pueblan las
pantallas de televisión y las radios acomodadas al régimen, es que lo de allí
es más o menos lo de aquí. Que el partido republicano es como el PP. Así se
consigue inocular la resignación en los españoles que aceptan lo que hay
porque, ¿es que acaso hay otra forma de hacer las cosas? Pues sí, la hay: se
llama elecciones representativas.
[*]
Discurso políticamente correcto, intencionadamente incomprensible pero
pretendidamente serio. Charlatanería política.[Volver al texto]
Manu, gracias una vez más por el nuevo artículo. Comentarte que los links no funcionan y es una pena porque me gustaría seguirlos!
ResponderEliminarEl señor Trump no habría ganado en una doble vuelta a la francesa. Eso lo sabe desde el que mata a civiles con drones desde el Pentágono, hasta el veterano vagabundo que duerme en las calles de California.
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