Artículo de Luis Escribano
“Con casi 200.000 normas vigentes en
España (estatales y autonómicas aprobadas desde el año 1978, sin contar las ordenanzas municipales) y unos tributos
desmedidos, no puede construirse un país con una economía fuerte y bajo
desempleo”
“Una sociedad que dependa en exceso de lo
que ordenen, digan o hagan sus políticos acaba necesariamente enfermando, y el ciudadano
acaba siendo un ser dependiente”
Estrenamos año, pero todo parece seguir igual. Sin ir más lejos, en el ámbito gubernamental de Andalucía, incluso huele a naftalina y alcanfor. Que mejor forma, pues, de empezar el año nuevo, que con esta arenga: no se dejen amedrentar por aquellos que intentan silenciar las injusticias o la corrupción; no sólo es un derecho el reclamar lo que es justo, sino un deber de todos los ciudadanos. ¡Hablen alto y claro! ¡Despójense del miedo que les bloquea! ¡Con el debido respeto, sean políticamente incorrectos!
Anhelo que los
ciudadanos se rebelen contra tanta estulticia, contra esta farsa o sainete
carente de gracia, contra tantos buhoneros disfrazados de políticos, y sobre
todo, que exijan y luchen por la devolución del protagonismo que les ha sido
arrebatado por estos. Es insano seguir soportando tanta demagogia vetusta o
putrefacta, tanta falacia instalada en tantos partidos políticos, auténticas
corporaciones vendedoras de humo e hipocresía.
Me dirijo a
ustedes, estimados compatriotas, quienes deberían ser los verdaderos protagonistas
de nuestra sociedad. Lean, escuchen o vean los medio de comunicación y las
redes sociales, y observen quiénes ocupan más espacios informativos, quiénes
intervienen y ocupan nuestras vidas sin haberles invitado, quiénes nos
confiscan los bienes y nuestro dinero sin miramientos, quiénes deciden lo que
debemos hacer cada día y a cada hora…quiénes nos han sustraído uno de los
valores más preciados que pueda tener un ser humano: la libertad.
No se dejen
seducir por los cantos de sirenas o por la música de tantos flautistas
hamelineses que ansían poder, notoriedad o riqueza, y cuando intenten convencerles
de lo trascendente que es ser correctos en política, manténganse firmes y hagan
todo lo contrario: ¡sean lo más políticamente
incorrectos que puedan! No hay otro camino para que reluzca la verdad y la
justicia.
La “corrección” en
política sólo interesa a los pusilánimes y cobardes, a quienes no quieren
perder votos, a quienes prometen lo contrario de lo que hacen, a quienes temen
quedarse sin su cargo público, a quienes se parapetan en el partido político sostenidos
con nuestro dinero, a quienes, abusando del poder prestado, utilizan el miedo
como arma bloqueante de los ciudadanos, a quienes venden su ética al mejor
postor.
Tengo fe en la
creatividad e iniciativa de los ciudadanos libres, en sus posibilidades
infinitas de autorregulación, en sus capacidades de organización y de emprender
lo que ningún político podrá conseguir nunca con medidas tan intervencionistas
e ineficientes como muchas de las que pregonan y ejecutan constantemente. ¿No
les resulta deplorable y propio de una hipocresía insultante que tantos
políticos nos vendan las ventajas de las autorregulaciones en muchos ámbitos o
sectores de la sociedad, como por ejemplo el arbitraje, en las que no intervienen
los poderes públicos y los ciudadanos adquieren el protagonismo y, sin embargo,
casi toda la política que ejecutan está impregnada de intervencionismo? ¿Se dan cuenta de esa doblez moral y de sus
discursos velados?
No creo que sea
necesario recordarles lo que cuesta en
España a un ciudadano iniciar cualquier empresa: entre la cantidad
descomunal de normas que le afecta y los tributos que debe pagar, el ciudadano
descubre no sólo el apetito voraz de esos políticos que se jactan de trabajar
para nosotros, sino también la falta de libertades en nuestro país. Y si aún no
han tenido ocasión de probar tan amarga experiencia, les invito a ello:
intenten poner en marcha varias iniciativas y anoten cuantas normas les
afecten, así como los costes de ponerlas en marcha y mantener su
funcionamiento.
Cuando un
político o un partido les venda ustedes el logro de haber conseguido
significativos incrementos en los presupuestos públicos, y que esos aumentos de
gasto público se traducen en mejores prestaciones y servicios, les están
engañando sin pudor alguno. Cualquiera que tenga un mínimo de conocimientos en
organizaciones, o quienes dirijan una empresa, sabe que el gasto no es ningún indicador de éxito, sino la eficiencia, es decir, conseguir los
objetivos marcados –eficacia- con el menor gasto posible –eficiencia-.
Sin embargo, hay
“políticos” y partidos que se enorgullecen de haber conseguido esos aumentos en
las partidas presupuestarias, pregonándolo a diestro y siniestro, conociendo –o
no- y sin dar ninguna trascendencia a su segura ineficacia e ineficiencia, teniendo
en cuenta quién, cómo y para qué se efectuará el gasto. He tenido la ocasión de
analizar en Andalucía indicadores –cuando los hay- definidos en la
planificación –cuando existe- para medir los logros, y son deplorables. Pero les
da igual, pues casi nadie se preocupa de evaluarlos adecuadamente.
Les aseguro que
la Junta de Andalucía, por poner un
ejemplo que conozco muy bien, es una
organización muy ineficiente. Su personal está absolutamente desmoralizado,
al comprobar que, desde que ingresan en la mayor “empresa” de Andalucía, el
mérito, la capacidad, la igualdad de oportunidades y la transparencia están
ausentes en su funcionamiento, y que casi siempre promociona el que se vende a
las desviaciones del poder. Y curiosamente, son los recursos humanos una de las
variables que más peso suele tener en todos los modelos de calidad de las
organizaciones públicas (por ejemplo, EFQM).
En cuanto a las
duplicidades de órganos y funciones, a la corrupción imperante en la
administración andaluza, disponen de pruebas suficientes en estas páginas de El
Demócrata Liberal. Sin embargo, ¿qué poder público o partido político está
luchando con mano de hierro contra ello, proponiendo las medidas oportunas para
acabar con tanto clientelismo, nepotismo y demás tipos de corrupción?
Tengan en cuenta
que un mayor gasto público supone incrementar los ingresos, es decir, los
impuestos, tasas y demás cánones que pagamos los contribuyentes, y que los
políticos siempre ansían aumentar esos importes porque se traduce en poder, al
ser ellos quienes deciden en qué gastarlo, hurtándoles
a los ciudadanos su protagonismo y su libertad de acción. No es lo mismo
que el dinero circule en base a las libres iniciativas de los ciudadanos que a
iniciativas dirigidas desde el poder político.
Una sociedad que
dependa en exceso de lo que ordenen, digan o hagan sus políticos acaba necesariamente
enfermando, y el ciudadano acaba siendo
un ser “dependiente”, como el hijo que teme aventurarse fuera de la casa de
sus padres y/o se ha acomodado a ella, o del enfermo que para subsistir
necesita de otra persona.
Cuando la
propaganda política repite tanto que nuestros males se deben a los recortes del
gasto, por algo es: están jugando con la ignorancia de muchos ciudadanos, sus
sentimientos, su dependencia... Les insisto en lo dicho: gastar menos no
necesariamente conlleva peores prestaciones si se pusiera el dedo en el
verdadero problema de las Administraciones, que no es otro que su pésima
organización y, por ende, su ineficiente funcionamiento. El nepotismo, la corrupción, las elefantiásicas e ineficientes
Administraciones y el intervencionismo excesivo son algunas de las grandes
causas de que nuestra economía no sea boyante y el empleo mejore. ¿Y por
qué no se corrije todo eso? ¿A quiénes interesa que todo siga igual o peor
incluso?
Si ustedes se
creen tanta mentira es porque quieren, porque se benefician de ella o porque
admiten resignadamente su statu quo.
No hay más.
Por tanto, no
dejen que los incompetentes que pululan en la política sigan tomándoles el
pelo, y exijan que abandonen sus políticas intervencionistas y de tanto gasto
público, que nos dejen respirar, que los ciudadanos sabemos que hacer con
nuestro dinero, que sabemos organizarnos para mejorar nuestras vidas, que con casi
200.000 normas vigentes en España (estatales y autonómicas aprobadas desde el
año 1978, sin contar las ordenanzas municipales) y unos tributos desmedidos, no
puede construirse un país con una economía fuerte y un bajo desempleo, base
para crear riqueza y mejorar el nivel de vida de los españoles. Y si algún
político dice lo contrario, miente como un bellaco.
Por todo ello,
no hay mejor forma de comenzar este año nuevo que exigiendo la anhelada libertad
y actuando para conseguirla. Los deseos sin acción no se cumplen. Y no hacen
falta grandes proezas: en sus pequeñas parcelas de vida, hay sucesivos lugares
y momentos para luchar por lo que es suyo. En Andalucía no conocemos aún el
color que tiene la libertad. Como dice Nox&Vel en su rap sobre el
susanismo: ¡andaluces, no abandonen!
Estoy en completo desacuerdo con este artículo. A todas esas normas citadas hay que añadir LAS COMUNITARIAS, es decir, las que proceden de la Unión Europea. Las que te dicen cuántos litros de leche puedes hacer, cuántas toneladas de pescado puedes capturar, qué procedimiento seguir al fabricar un producto...
ResponderEliminarEs cierto que mucha normativa se transpone de la comunitaria a la española, pero no toda.
Entonces lo que estás es DEACUERDO con este artículo: Las normativas son demasiadas. De todos modos, no sólo se señala aquí la mera abundancia de normas, sino el uso torticero(acertado término empleado usualmente por el articulista) que se hace de las mismas desde todos los niveles de la administración española. Las normas europeas cuando menos cuantan con una justificación técnica y, cuando recaudan, un control administrativo que brilla por su ausencia, especialmente, en la normativa andaluza. Eso es lo que se señala y no otra cosa.
EliminarLa "corrección política" es el mantra que han usado para matar el liberalismo. Por eso para los políticos, TODOS LOS POLÍTICOS, los liberales somos lo peor de lo peor. Y yo no veo la luz al final del túnel. Lo reconozco, soy un pesimista, pero son muchos años ya de deriva...
ResponderEliminarHay tambien miles de normas que no has nombrado Luís, son las normas que se generan en el ámbito del derecho comunitario de Europa y que nos obligan en el segundo estadio de la jerarquía normativa, por debajo de la constitución y por encima incluso de las leyes orgánicas, amén de la acogida en el derecho español de la Jurisprudencia Europea.
ResponderEliminarMuclas Gracias por tu magnífico e ilustrante artículo Luís. La hiperregulación que padecemos nos obliga a los juristas a utilizar una jerga incomprensible, para decir cosas que caben en un bolsillo.
ResponderEliminar!!!Andaluz no abandones¡¡¡
Corruptissima republica, plurimae leges ( Tacito, Ann. III,27)
ResponderEliminar