Artículo de Carolina Rodríguez-Cariño
Esa extraña amoralidad de un
"genio", quien sobre la crisis de su propio país expresa literalmente
"Simplemente no quiero tomar ninguna posición”.
Dirigir o participar de conciertos, mientras reprimen, torturan, encarcelan,
desaparecen, asesinan...
Somos muchos quienes mantenemos una
posición crítica ante la indolencia de aquellos, que como Gustavo Dudamel,
teniendo acceso a los medios internacionales no denuncian lo que ocurre de
puertas hacia adentro en la tiranía CastroChavista. Más aún, porque sabemos que
han recibido apoyos varios de esa dictadura.
Y si, la "genialidad" del músico
genera sentimientos encontrados dentro de Venezuela y fuera de sus fronteras.
Como bien refiere Gabriela Montero (pianista venezolana internacional y Cónsul
de Amnistía Internacional), "nuestra prioridad ha de ser salvar nuestra
nación", desde donde estemos y con todas nuestras herramientas.
Venezuela es nuestra madre, desconocerla o
mirar hacia otro lado cuando vive su momento más aciago en toda su historia
republicana, es absolutamente deplorable. Esas excepciones, como Dudamel o
tantos otros salidos del "Sistema", deberían ser la regla, y en
alguna medida lo son si conocemos un poquito el "sistema" creado en
democracia, no en estos 18 años de dictadura.
El apoyo y reconocimiento que reciben
algunos, también debería llegar a, por ejemplo, el grupo de Retinopatia del
Prematuro (ROP), un grupo de médicos y enfermeras en todo el país
quienes trabajan ad honorem en diferentes hospitales venezolanos. Lo hacen con
apenas medios, pero sí con muchísima mística para prevenir la ceguera en niños
neonatos prematuros. O "Caminos
Verdes", quienes disponen de rutas principalmente en el estado Lara,
mostrando que entre todos se puede disfrutar de esa hermosa y exuberante
naturaleza tropical que tenemos. O grupos de venezolanos organizados, quienes
se levantan día a día y han hecho grupos para preparar comidas que distribuyen
muy temprano a quienes duermen en la calle. Ellos también son Venezuela, y a
ellos poco le llegan los aportes que esta dictadura le ha dado a manos llenas,
entre otros, a Dudamel o a Maldonado.
Estoy convencida que, quienes estamos fuera
de nuestras fronteras hemos de ser la voz de los reprimidos, de los presos
políticos, de quienes tienen familiares que han sufrido esa violencia que cobra
más de 28.000 venezolanos al año, o quienes por falta de alimentos y medicinas,
elevan esas cifras a niveles espeluznantes que superan las 100.000 muertes al
año.
Venezuela no es rica por su petróleo,
hierro, gas o bauxita... entre tantas riquezas minerales que aún le quedan.
Venezuela debería ser rica por su gente. Esa que ahora vive una dictadura
genocida bajo el silencio cómplice internacional.
No, no podemos ni debemos callar ante tanto.
"El talento sin probidad es un
azote", Simon Bolívar.
(“Mi vida en una maleta”, enero de 2017)
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