Artículo de Luis Marín Sicilia
"España fue víctima [en 2016] de una clase política
incapacitada para entender e interpretar la voluntad popular"
"Mientras algunos se empeñan en provocar
cambios por la vía revolucionaria, la mayoría silenciosa sigue abogando por
transitar pacíficamente hacia cualquier cambio que se produzca por las vías
democráticas establecidas"
"Vivir es sentir los propios latidos. Es
razonar. Es meditar. Es decidir. Es explicar. Es competir y es compartir. Es
sentirse libres... Es ser persona"
Se nos fueron 366 días de un año bisiesto como latidos de
incertidumbre, sueños incumplidos, deseos irrealizables y una terrible
sensación de que las cosas van cambiando a un ritmo que puede desbocar las
bases de la convivencia. Se hace por ello más perentorio encontrar alguna rama
en la que refugiarse, razonar la esencia del ser humano, encontrarnos, en fin,
con nosotros mismos.
El Daesh, y el yihadismo en general, impulsaron e incrementaron
su obsesiva visión destructora, su inagotable fanatismo, sus ansias dominadoras
de conciencias, credos y personas. Y Occidente fue atacado compulsivamente en
París, en Londres, en Berlín, en Niza, en Nueva York o en Orlando, por quienes
no aceptan que el hombre es, esencialmente, un ser libre. Libre en su forma de
vida y en su pensamiento.
España fue víctima de una clase política incapacitada para
entender e interpretar la voluntad popular. Perdió absurdamente casi todo el
año para gestionar los intereses comunes, por no entender que el pacto, surgido
de un diálogo sincero, es la mejor fórmula para el bienestar y el progreso.
Algunos tardaron en entender que "la gente" es
algo más que "la masa". La gente son personas individualmente
consideradas, con sus problemas, sus inquietudes y sus aspiraciones. Y por
tanto, son diversas y desiguales.
Murieron dictadores, cayeron otros en la desgracia y siempre
terminó confirmándose lo que la historia reitera: que los totalitarismos,
cualquiera que sea su signo, son los mayores enemigos de la libertad y de la
esencia del ser humano, y es por ello que abominan de las mentes liberales.
Se confirmó lo ya sabido: que las discrepancias de ideas y
proyectos se producen en todos los segmentos sociales y así, mientras los
sectores conservadores católicos muestran sus reservas a que los sacerdotes
puedan perdonar abortos o administrar la comunión a los divorciados que vuelvan
a casarse, los sectores llamados progresistas reclaman del Papa que acepte el
matrimonio homosexual, que los curas puedan casarse o que se autorice la
eutanasia.
Cientos de miles de refugiados inundaron las plazas
europeas, huyendo de la masacre y la miseria, en busca de unas posibilidades de
realización que, con todos sus defectos, resultan, en esta Europa tan denostada,
ser las más atractivas y justas para una vida próspera y en libertad y donde
menos futuro tienen los intransigentes y los sectarios.
El régimen de las autonomías, tan acertado en otros
aspectos, ha incrementado el enchufismo como forma de colocar a los próximos.
La indignación popular debiera de acabar con estas prácticas que limitan las
oportunidades de tantos jóvenes titulados, mientras los nuevos partidos, lejos
de denunciarlas, las ponen en práctica a la más mínima oportunidad que se les
presenta.
Mientras algunos se empeñan en provocar cambios por la vía
revolucionaria, es decir, saltándose las normas que a todos nos obligan y que
garantizan la pacífica convivencia, la mayoría silenciosa sigue abogando por
transitar pacíficamente hacia cualquier cambio que se produzca por las vías
democráticas establecidas.
Las redes sociales inundan de noticias, comentarios y
rumores nuestras vidas. Una lectura correcta de los aconteceres, y una
valoración objetiva de los hechos, nos permitirán separar el grano de la paja
de cuanto acaece y se nos cuenta.
La realidad y el hartazgo generalizado han desbordado las
conjeturas y los concienzudos análisis de los politólogos. En el fondo, las
falsedades, las emociones, las mentiras, las creencias, la necedad humana, los
mitos, los bulos, los bajos instintos y los deseos insatisfechos han encontrado
en las redes sociales el caldo de cultivo idóneo para la carga demagógica de un
populismo que ha dejado en evidencia a los más sesudos análisis demoscópicos.
Abrumados por cuanto llevamos dicho, y por otros muchos hechos
igualmente inquietantes, el ánimo no debe decaer porque, en todos esos
instantes, siempre encontraremos espacios de libertad para el hombre creativo,
el hombre libre que busca y anhela su propia realización, su propio ser sin mediatización
de elementos extraños, presiones externas o intervenciones forzosas.
En esa lucha continua por reafirmar la propia personalidad,
el yo individual, la persona encontrará su espacio de libertad en la
conformidad entre su pensamiento y su conducta. Y el hombre, gran protagonista
de la historia, reafirmará una vez más que solo desde la libertad individual
puede alcanzarse la felicidad humana y el progreso social.
Ello es así porque hay algo más que la propia existencia,
que es común a todos los seres vivos. Mientras que existir es estar, vivir es
otra cosa. Vivir es sentir los propios latidos. Es razonar. Es meditar. Es
decidir. Es explicar. Es competir y es compartir. Es sentirse libres... Es ser
persona. Por ello, el hombre libre, por muy abrumadoras que sean las
circunstancias, siempre encontrará espacios de libertad.
Desde mi profundo y sincero espíritu liberal, ¡Feliz 2017!
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