Artículo de Antonio Barreda
El régimen ha avanzado implacable desde
hace ya casi cuarenta años. No conoce Andalucía otro amo que la Junta de
Andalucía, un amo que la ha descosido por todos sus márgenes, desde la costa a
la sierra, desde la sierra hasta los valles. El quejío del andaluz ya no suena
porque está subvencionado. Ya no se escucha el canto que arrancaba lastimero en
las profundas gañanías, ni tampoco se escucha el compás seco y triste del que
desconoce que ya no tiene futuro, ni ahora se ve ya el humo de las cocinas
subiendo al monte porque el hambre ya no baja al río. Hoy el señorito dirige y
pisa en las tapias a los que el régimen elige desde el coche oficial. Ya no
quedan caballos desbocados con bridas de oro, pero sí hay lacayos que susurran
que hemos ganado.
Los que levantaban la voz más allá de los
márgenes están hoy colocados en las inmensas dehesas que ha levantado “la Junta”
como islas en medio de las arterias por donde se desangra su propia
administración. Allí hay una atalaya desde donde la sultana dirige a su tropa y
llama a la guerra. Desde allí es donde esconde la mirada de los ojos de los
niños que llegaron con una bandera blanca y verde tatuada entre sus manos. Ya
no hay sal en las salinas, ni hay verde en el mar. Solo hay una voz profunda
que dirige una tropa ciega que no sabe dónde va, pero que sí sabe muy bien
dónde está la soldada que se cobra a fin de mes.
Desde el BOJA se escribe hoy la historia.
Todos los nombres. Ya no hay quien cuente nada porque los contadores no tienen
papel sobre el que escribir. Todos callan. El BOJA manda. El BOJA lo riega
todo. Hay hipotecas que pagar y niños a los que dar de comer. Y la sultana
avanza hacia el norte gracias al silencio de todo un pueblo. El mismo
paralelismo que llevó al poder a lo peor de Europa. El mismo silencio cómplice.
No hay verso sobre verso, ni espina sobre espina. La misma canción cantada
ahora en andaluz.
No hay banderas por los pueblos que
reclamen una tierra sobre la que ejercer de poderoso símbolo. La lejía de la
Junta de Andalucía los ha dejado a todos huérfanos y sin herencia que reclamar.
Ya no somos hijos de Blas Infante, sino hijos del régimen que llegó como el sol
naciente para iluminarlo todo el 28 de cada mes de febrero. Y cada año, en la
Plaza Roja del Teatro Maestranza se recuerda en forma de medalla quién está
conmigo y quién está contra mí. Pero sobre todo quién nunca será recordado. El
olvido construye profundas fosas donde descansan generaciones enteras de
andaluces regadas son subsidios que compran el hambre y la voluntad de
resistir.
Hasta las escuelas están cerradas. Ya no
hay caminos. Ni tampoco recuerdos. Ya no hay nada que enseñar. El espíritu
crítico dejó hace años de florecer en la escuela, quebraron sus alas y
rompieron su columna. No hay que enseñar a pensar, a elegir en libertad. Todo
lo que cuenta el régimen es la verdad. Enfrente está el frío y el vacío
infinito donde se pierde la memoria colectiva de todo un pueblo. Quien dude no
existe. Quien piense deja de existir. Quien señale está condenado. La palabra
en libertad está hoy prisionera de las hojas del BOJA. Y muchos de nuestros
nombres están hoy tallados en el ostracón que nos condena
a todos los que somos críticos.
Pero no está todo perdido. Aún queda
quien señala por la calle. Quien, orgulloso, muestra el camino de la corrupción
y los pecados del régimen a los ciegos que miran para otro lado. Son los mismos
que hoy conservan los hilos de Mariana Pineda entre sus labios. Que tienen la
palabra para hacer despertar la conciencia de todos los que están
inconscientes, sedados por el soma del régimen que llega cada fin de mes a la
nómina. Son los que recuerdan de dónde venimos y qué es lo que somos. Son todos
los que hoy cantan una oda a aquella vieja esperanza del 4 de diciembre y no al
28 de febrero.
Buenísimo artículo
ResponderEliminarQué bonito y qué terrible a la vez. Leyendote me entraron ganas de llorar, pero, aún así, gracias, Antonio, por esta luz que entre tanta tiniebla nos traen tus palabras.
ResponderEliminarMagnífico, como es habitual en tí, Antonio.
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