Artículo de Luis Marín Sicilia
Mientras el populismo de izquierdas
propugna los derechos de todos a instalarse donde quieran, el populismo de
derechas, basta con oír a Trump, se esfuerza por limpiar a sus países de todos
los advenedizos
Mucho más lamentable es la deriva
secesionista de algunos, que condenaría a las regiones aisladas a un atraso sin
más contrapeso que sus bucles melancólicos de realidades imaginarias
Con raíces más comunes de las que pretenden
negar, los grandes recepcionistas de las incertidumbres actuales son el
nacionalismo, el comunismo y el fascismo
El riesgo de las recesiones económicas, cuando son profundas
y generalizadas, es que pierden fuerza los argumentos de racionalidad económica
que ha propiciado el fenómeno de la globalización, los cuales pueden ser
laminados por las medidas proteccionistas inspiradas en el miedo de una
sociedad angustiada.
Hurgando en las incertidumbres que se generan en la sociedad actual, Donald Trump prometió en su campaña electoral construir un muro fronterizo con México, responsabilizando a sus vecinos del Sur de provocar un gasto de cientos de miles de millones para atender servicios de salud, educación, seguridad social o vivienda que reciben los indocumentados, haciendo constar que millones de extranjeros sin papeles son detenidos en EEUU por delitos de narcotráfico, asesinatos o violaciones.
Con la misma filosofía excluyente, el nuevo presidente americano está empeñado en que las grandes empresas automovilísticas (Ford, Toyota, Volkswagen, Nissan, Audi, BMW o General Motors) instalen sus fábricas en suelo de la Unión, imponiendo tasas de entre el 35 y el 45 % a las importaciones fabricadas en China o México.
Cuando el trabajo escasea, la primera medida proteccionista es cerrar fronteras con rigurosas exigencias para quienes deseen instalarse en un país determinado. Es justamente lo contrario de lo que, desde la izquierda, con su buenismo primario, se propugna. Quizás ello explique que el populismo excluyente sea cada vez más respaldado en los barrios obreros de Francia o Alemania y en las poblaciones de la América profunda.
No obstante, el reto del momento es buscar el equilibrio entre una economía globalizada y el respeto a los derechos básicos de las personas. Abrir las puertas sin control es, a la larga, mucho más injusto y degradante que controlar los flujos humanos, porque la avalancha termina originando mayores problemas de los que se pretenden evitar.
Es curioso, pero mientras el populismo de izquierdas propugna los derechos de todos a instalarse donde quieran, el populismo de derechas, basta con oír a Trump, se esfuerza por limpiar a sus países de todos los advenedizos. Son las dos caras de la misma moneda: unos generan el problema y otros se esfuerzan en arreglarlo por las bravas.
Como dice Alain Minc, el populismo, en el fondo, deriva de una sociedad angustiada que busca desesperadamente un punto de coherencia donde agarrarse. Ello explica el respaldo que planteamientos proteccionistas están teniendo, alarmados los ciudadanos con invasiones externas de todo tipo que, no sólo les privan de empleos sino, además, ponen en riesgo su seguridad.
Si la economía mundial supera la crisis y se aleja de la recesión, la realidad superará estos ensayos que, de otra forma, supondrían el retorno al tribalismo y al proteccionismo. Porque las pretensiones de Trump serían contarrrestadas por otras de autodefensa que impondrían sus posibles competidores. Es la lógica de mentalidades y de ideologías simples.
La interrelación económica es de tal envergadura que la imposición indiscriminada de tasas a la importación nos retrotraería a épocas medievales. Por ello es también mucho más lamentable la deriva secesionista de algunos, que condenaría a las regiones aisladas a un atraso sin más contrapeso que sus bucles melancólicos de realidades imaginarias.
El final, llevado a sus extremos, nos haría recordar aquellas tasas, cánones y tributos que, con diferente denominación, gravaban el paso de mercancías de un lugar a otro, de un municipio a otro. Cuando el egoísmo se hace presente en la vida pública, y es bendecido por sus ciudadanos, hay que estar preparados para pagar "portazgos", "pontazgos", "montazgos" y toda suerte de arbitrios y gravámenes cada vez que decidamos trasladar mercancías o movernos de un sitio a otro.
El mayor riesgo del tiempo presente es el reforzamiento de las ideas sencillas que nos llevan al tribalismo y al integrismo. Con raíces más comunes de las que pretenden negar, los grandes recepcionistas de las incertidumbres actuales son el nacionalismo, el comunismo y el fascismo. Los tres tienen sus enemigos comunes en el mercado y en la democracia.
Basta con analizar con detenimiento lo que propugnan las opciones integristas para concluir, con bastantes probabilidades de acertar, que, de triunfar cualquiera de ellas llegaríamos a una nueva Edad Media donde el proteccionismo y la seguridad vendrían tutelados por los nuevos señores feudales del populismo.
Análisis simple y breve, pero por ello, acertado y clarividente. Frente a ideas sencillas/vendibles y falsamente "correctas" la solución pasa por reforzar las ideas y valores básicos que nos han proporcionado el progreso y la mejoría de todos. Buen artículo
ResponderEliminar"El mayor riesgo del tiempo presente es el reforzamiento de las ideas sencillas que nos llevan al tribalismo y al integrismo"
ResponderEliminarY va usted y hace una excelente demostración de simplismo ramplón.