Artículo de Manu Ramos
Defender el nacionalismo andaluz es
identificarse como
ignorante de forma instantánea. No obstante, de vez en cuando aparecen como los hongos algunas
manifestaciones de la estulticia política en forma de independentismos
nacionales con las ocurrencias más disparatadas que uno pueda imaginar. No
condeno el deseo legítimo de independencia de un grupo humano que tenga
aspiraciones separatistas. Puedo combatirlo, pero no pienso que sea algo
indigno. Otra cosa es el falso nacionalismo, el separatismo de medio pelo que
se gastan en la clase política española porque, sí, ni siquiera es
nacionalismo. Si escuchan atentamente lo que gritan, la intención que hay
detrás de sus consignas es la de conseguir un mayor estado, no una mejor nación
si es que la hubiere, que en los casos que encontramos ni siquiera la hay.
Sirvan las anécdotas que comentaré a
continuación para el muestrario de la citada ignorancia política que llena el
vacío de pensamiento actual. Empiezo por la reciente manifestación de las CUP, apoyando la independencia de Andalucía, una reivindicación que nos preocupa
mucho a todos los andaluces ¡por supuesto! Las alianzas entre las llamadas “izquierdas”,
en plural, producen alocadas uniones de “ideas”, precisamente porque no se
tratan de ideas sino de locuras, abandono del pensamiento en pro de un grito
visceral y sentimentaloide. Es impensable que una persona que se llame “de
izquierda” tenga siquiera una aspiración nacionalista cuando cualquiera que
haya leído a Marx, fundamento filosófico básico para entender esta corriente de
pensamiento político, entenderá que el pensador alemán siempre defendió que el
socialismo no tenía como fin fundar naciones o identificarse con las naciones
sino que buscaba la emancipación y la lucha de la clase obrera. Desde luego
fracasó al vaticinar que los miembros de una misma clase social no se
enfrentarían en una guerra, aunque fueran de países diferentes. Sin embargo, en
las guerras mundiales la conciencia de clase no fue precisamente una prioridad.
Sí, existen las naciones. No es un invento ni
de Marx ni de Hitler ni de Franco. El concepto político es muy reciente, pero
el concepto cultural es tan antiguo como
la Historia
nos permite conocer. La nación política se atiene a unas leyes, la nación
cultural/étnica es algo más difícil de delimitar, pero no se debe despreciar ni
tratar con prejuicios. Tan importante es no excederse en la exaltación de la
propia nación como
despreciar esa conciencia cultural, herencia de siglos en el caso español.
Entonces ¿a qué nos referimos cuando hablamos
de “nación”? Hoy día se tiende usar el sentido de “nación política” y, en
realidad, los europeos no conciben otra cosa que el “estado”. Los fascismos han
dejado mella en la consciencia de los gobernados, sobre todo en España, y ha
marcado a fuego la identificación de “España” con “estado español”. ¡Qué
equivocación!. Pero es un error lógico al tener una constitución hecha por
adoradores del
estado (franquistas) y traidores a la libertad (neo-franquistas) que desprecian
la nación española y sólo quieren más y más estado.
Realmente, cuando los políticos hablan de
nación, lo que quieren es tener más “competencias”, más dinero para gastar. Teresa Rodríguez dice que “de alguna manera” Andalucía es una nación, y a la chica no le falta razón tal y
como se explica. Al elaborar su discurso y avanzar en él, la jefa (que no
líder) de Podemos se dio cuenta del
berenjenal en el que se estaba metiendo. Entonces fue cuando aportó la
definición más precisa que hay de nación: el lugar del nacimiento. Efectivamente, nación es el
lugar, nacionalidad el gentilicio. Mi nación es España y yo soy español. No es
una cuestión opinable, es lo que pone mi carnet de identidad y es lo que ha
ocurrido. Nací aquí sin elegirlo y la Historia de España es la que es, sin que hayan
preguntado mi opinión sobre si debe ser así o no. Parece mentira que en este
siglo XXI de la ultramodernidad escribir estas cosas resulte tan revolucionario
y atrevido. La inquisición del “pensamiento progre” califica mi simple
afirmación como “discutida y discutible”.
Naciones ha habido siempre que se han producido
nacimientos en la faz de la tierra. Los Tercios, famosos ejércitos españoles, se agrupaban en naciones que no era otra cosa que el
señalamiento del origen del soldado. Luego la fidelidad era al rey, el elemento
representativo de la nación en aquellos tiempos. La idiosincrasia, las
costumbres y particularidades de cada grupo de nacionales se han ido
configurando con el tiempo, con la
Historia , y nunca por voluntad de nadie. Por eso todos los “führer”,
los “duce” o los “generalísimos” que se creen depositarios de la voluntad de
un pueblo son unos fascistas y totalitarios que identifican la nación con
el estado. Hoy, en España, se identifican a los partidos con el estado y nadie
percibe ni un ápice de fascismo. Sorprendente.
Pero volvamos a los ejemplos descacharrantes: El sustituto de Cañamero pide la independencia de Andalucía. El portavoz del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT),
Oscar Reina, pidió (¿a quién?) la independencia. Como si eso se solicitara en la ventanilla de
un registro administrativo. ¿Se imaginan a Agustina de Aragón, al Empecinado, a
Manuela Malasaña o al General Daoiz, pidiendo por favor la independencia a
Francia? ¿Se imaginan a Washington ,
a Bolívar o a San Martín, votando para independizarse? Si Andalucía, Cataluña o
Barbate quiere la independencia, tendrá que haber una guerra de independencia.
Olvídense de referendos y actos festivos. La constitución material es más
fuerte que los tejemanejes de políticos estatales. Por eso es tan sangrante un
conflicto independentista, porque hay vidas en juego, literalmente.
España es una nación de naciones, pero no en el
sentido que estará pensando el lector. Tenemos que fijarnos en una peculiaridad
respecto a su formación como nación y como imperio. El
descubrimiento de América (12 de octubre de 1492) y, por tanto, la conversión
del reino de España en el imperio español es prácticamente simultánea a la
consecución de la nación tras la conquista de Granada (2 de enero de 1492).
Este hecho capital marcará nuestra Historia para siempre y, como
consecuencia, la historia de los territorios del imperio. En su seno surgieron naciones:
la colombiana, la mexicana, la peruana, la venezolana... Nacieron naciones. Por
eso se puede decir que España es nación de naciones y tenemos que estar
orgullosos de ello, porque las mismas Juntas que sirvieron para luchar por la
independencia y en contra de la invasión francesa aquí en la península, fueron
igualmente empleadas para la propia independencia de las jóvenes naciones de la
madre patria española. El mismo general San Martín luchó en Bailén y en
Sudamérica. Francisco de Miranda es otro ejemplo de héroe de los dos mundos.
Eso es lograr la independencia y luchar por una
nación pues defenderla de fuerzas opresoras es algo legítimo como dije al principio. Pero como vemos no hay ni dignidad ni honor ni
verdad en las patochadas que monta nuestra clase política de vez en cuando y en
Cataluña y el País Vasco de forma permanente. ¿Cómo es posible que un partido
que se llama “Izquierda republicana de Cataluña”, partido supuestamente
independentista, acepte el régimen del
78 y su mal llamada “constitución” monárquica y española. Pues de boquilla
dicen una cosa y en la realidad son tan cobardes de defender lo que piensan, si
es que piensan, que pueden llegar a hablar mal de la Constitución y jurarla como un servil diputado más. Esta calaña no sólo no defiende las ideas
que llevan sus consignas sino que, con toda seguridad, acabarán defendiendo las
ideas contrarias. Es lo que tienen en común los traidores.
No quiero extenderme más sobre este tema pues es largo y conocido, pero quería dar un breve repaso por las pretenciosas ocurrencias de nuestros políticos cuando dicen ser nacionalistas o separatistas. Pienso en las grandes figuras de la independencia de diferentes países y me río al compararlas con los fantoches que sufrimos hoy en día. Eso sí, son listos a la hora de robar pues el último motivo que les lleva a cubrirse con las banderas separatistas es la de sacar tajada del dinero público. ¿Ideas y honor? No tienen nada de eso.
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