Artículo de Paco Romero
Los resultados de la última
Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA 2015), conocida la pasada semana, mejoran ligeramente la situación de la
educación en España, colocándonos en la media de la OCDE y al nivel de Francia,
Estados Unidos, Suecia, Dinamarca o Reino Unido. Lo que en principio, aunque
insuficiente, es una grata noticia, se convierte en desazón cuando se comprueba
que los datos todavía podrían ser mejores.
Las causas de las enésimas calabazas que nos procura el
Informe PISA se centran en tres argumentos: achacar el fracaso “a los efectos
nocivos de la LOMCE, atribuirlo al “bajo nivel socio-económico de los 54
centros andaluces que se sometieron a la prueba” y reprobar el propio informe
“por carecer de rigor científico”.
En resumen: los oprobiosos datos en materia de educación son culpa de la LOMCE, de la mala elección de los centros auditados y del escaso rigor científico del informe.
Valga como ejemplo una nación del entorno como Portugal, que partía aún de peor posición y que viene mejorando sensiblemente sus datos oleada tras oleada. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? Nuestros “responsables” políticos lo tienen claro: resulta más fácil y convincente para el público en general y el votante en particular seguir cantando con Gabinete Caligari...“la culpa fue del cha cha cha”.
En resumen: los oprobiosos datos en materia de educación son culpa de la LOMCE, de la mala elección de los centros auditados y del escaso rigor científico del informe.
Valga como ejemplo una nación del entorno como Portugal, que partía aún de peor posición y que viene mejorando sensiblemente sus datos oleada tras oleada. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? Nuestros “responsables” políticos lo tienen claro: resulta más fácil y convincente para el público en general y el votante en particular seguir cantando con Gabinete Caligari...“la culpa fue del cha cha cha”.
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