Artículo de Manu Ramos
Parece ser que hay preocupación en ciertos
sectores del partido regional de Andalucía, más conocido como PSOE, ante
la posibilidad de que las “primarias” de dicho partido estén amañadas. Se teme que “las élites” controlen
el proceso y no se respete la decisión de la mayoría de los afiliados. Todos
dicen defender unas mismas ideas dentro del
partido.
El pensador alemán Robert Michels
formuló la conocida ley de hierro de la oligarquía en 1911 al estudiar
del funcionamiento del partido socialdemócrata alemán fundado por Lasalle,
quien llamaba ley de hierro a la ley de bronce de los salarios del economista David
Ricardo. La tesis de Michels consiste en que un partido, a medida que
crece, ve reducido el número de personas que toman las decisiones hasta
convertirse en una pequeña camarilla. El tamaño y el ansia de poder humana
promueve esta organización jerárquica que siempre se ha confirmado hasta ahora.
Desde luego, la ley de hierro se ha demostrado
irrefutable y lo de la “democratización” interna de los partidos es pura
retórica, propaganda, cinismo o ingenuidad, pues toda organización necesita una
jerarquía. Lo único que cabe en este aspecto es apelar al talante o a la buena
voluntad de los dirigentes o criticar sus actitudes y sus actos; mejor las dos
cosas. Pero quien obvie este hecho no dice mucho de su conocimiento de la
política.
La pantomima de organizar “primarias” en un
partido como
ejemplo de transparencia es absurdo en España. La costumbre de las primarias
tiene su origen en los Estados Unidos de América. El extenso territorio
además de su sistema presidencialista hacen que para poder presentar a un
candidato conocido y con verdadero apoyo a lo largo y ancho del país, sea necesario elaborar este
proceso de selección representativa. Así se aseguran que el candidato tendrá
apoyo electoral. En España, por contra, no tenemos ni sistema presidencialista
ni un gran territorio como
el estadounidense. Sin embargo, por imitar al amo, se adoptan poses extranjeras
que nada tienen que ver ni con la democracia ni con la transparencia. Es pura
mercadotecnia.
Además, los partidos en EEUU no son orgánicos como los españoles,
italianos o alemanes. Son herramientas de campaña que se montan y se desmontan,
sólo para los comicios. El funcionamiento del
partido el resto del
tiempo es latente, casi imperceptible. Lo que importa allí es el candidato, la
persona que ha sido elegida. El partido es lo de menos. Sólo sirve para apoyar
a un candidato e incluso en ocasiones, como la
de Trump, el mismo partido se pone en contra del candidato. Aún así puede ganar, como ha ganado Trump.
Cuando digo que en España los partidos son
orgánicos me refiero a que son estatales, pagados por el Estado. Como correos, los bomberos
o la policía. No son partidos de la sociedad civil, con su financiación y
soporte en los ciudadanos. Pertenecen a una oligarquía que controlan las
camarillas de dichos partidos de forma estrictamente jerárquica. La herramienta
más efectiva para este control es la más feroz, la clásica de un Estado de
partidos como
el actual: la lista electoral.
No importa que se abierta o cerrada, de colores
o en papel maché. El que controla el acceso a esa lista es el jefe del partido y aunque un
miembro poco conforme con la dirección suba por el voto de una lista abierta
¿alguien cree que estará en dicha lista la próxima votación si ha sido
revoltoso? Pues ese es el verdadero control del partido. Quien tiene la lista, tiene el
poder.
La diferencia con Reino Unido, EEUU o
incluso Francia, que la tenemos al lado, es abismal. En estos tres países,
se votan a los candidatos en cada distrito, directamente. Nada de direcciones del partido. Aunque
evidentemente los aspirantes a acceder a la clase política tienen a agruparse
en torno a grupos de presión e ideologías, algo completamente legítimo, si los
electores son los que respaldan tu asiento será a ellos a los que tendrá el
político que mirar. Si, por el contrario, el cargo ha sido facilitado por el
confeccionador de una lista, a quién mirará el político será al jefe de
partido. Por eso en EEUU o Francia tienen un sistema representativo y en España
tenemos una oligarquía que controla el sistema proporcional y de listas.
La tendencia
al autoengaño de los españoles lleva a creer que si los partidos son “democráticos”
internamente, entonces habrá democracia en España. Para
empezar, la democracia no se puede aplicar a todo. Hay una manía de llamar a
todo “democrático”: sociedad “democrática”, cultura “democrática”, educación “democrática”,
ciudades “democráticas”... La democracia sirve sólo para lo que sirve: separar
los poderes en la constitución. ¿Están separados los poderes
Ejecutivo/Legislativo en España? No, ¿verdad?. Pues eso.
El artículo 6 de la Constitución Española expresa la soberana estupidez que
rebaten pensadores como García-Trevijano, Ostrogorski, Mosca, Michels,
Pareto o Gonzalo Fernández de la Mora. Insisto, los partidos no pueden ser
democráticos y por mucha pose que ponga el PSOE, el control lo tiene el “aparato”.
Ya lo verán ustedes.
Por otro lado, las constituciones que no han
nacido de la libertad política colectiva, es decir, la libertad constituyente,
tienen unos textos falsos que tienden a no ser cumplidos. Para no irnos a
constituciones de otros países, la propia constitución española de 1812 expone en su artículo 6 la obligación de todos los españoles de amar a la patria y de ser “justos y benéficos”. Este tipo de brindis al sol es propio de un
afán voluntarista y cándido cuando no dictatorial. La herencia totalitaria en
toda Europa y la falta de experiencia de la libertad política propicia que los
gobernados acepten estas frases aparentemente bonitas sin sustento en la
realidad. Se podría haber puesto que todos los españoles seamos guapos o ricos.
Valdría para lo mismo.
Susana Díaz y Zapatero han participado ayer viernes en un
acto para conmemorar la “Ley de dependencia”. Desde luego, el acto
conmemorativo sólo puede ser para recordar su nacimiento y muerte, todo
ocurrido al mismo tiempo. Esta ley es fiel reflejo de la mentalidad infantil
española. Promulgar una ley que no tiene presupuesto es como decir que todos los españoles serán “justos
y benéficos” o que los partidos, por arte de birlibirloque, serán democráticos.
Vivimos en los tiempos de la impostura, del pensamiento blando, del espectáculo y la huída de la realidad. Como decimos los andaluces,
el paripé. Pues sí. Y algunos seguirán
participando en este paripé, yendo a votar en la próxima llamada a la “fiesta
de la democracia”, creyendo que eligen algo, como los miembros del PSOE.
Seguirá habiendo la misma camarilla que controla todo, porque no hay
representación. Porque seguimos tolerando este Estado de partidos.
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