Artículo de Luis Marín Sicilia
"¿Qué
diríamos de la Comunidad de Madrid si ahora premiara al famoso Spiriman
por su denuncia de la situación sanitaria andaluza?"
"Es
cierto que no conviene a nadie judicializar la política, pero en un Estado de
derecho la Justicia no puede mantenerse impasible ante los desafíos de
impunidad"
"Quizá
esté ocurriendo que la selección de nuestros dirigentes no ha sido la más
acertada, lo que no es de extrañar en un país como el nuestro, donde todo el
mundo habla de todo y nadie sabe de nada"
La gente está cansada, la sociedad civil cada vez más le da
la espalda a una clase política que no se ocupa realmente de sus problemas sino
que, más bien, parece empeñada en vender como éxitos lo que en el fondo son
fracasos o reveses de su acción política. Y no digamos la fatiga y el tedio que
provocan los nuevos populismos, separatistas o radicales, con su falseamiento
permanente de la realidad y de la historia.
Por ejemplo, nos gustaría que dejaran de mirar para otro lado, hablando de
modernizaciones y buscando culpables ajenos respecto al atraso educativo en
Andalucía, y se empeñaran los responsables de dicha área en abordar con más
rigor todo lo concerniente al nivel cultural de los andaluces. Si España es el
país del primer mundo donde menos apego hay a la lectura, las cifras andaluzas
son tan deprimentes como alarmantes, si de verdad preocupa el futuro de las
nuevas generaciones.
Que la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, a través de la Escuela de
Salud Pública, hiciera la ola para desgastar al Gobierno del PP, otorgando el
premio a las mareas blancas por su lucha contra los recortes sanitarios, solo
expresa un afán demagógico desmedido, cuando es palpable la contestación
popular andaluza contra los recortes en esta materia, tal como acreditan las
paralizaciones provocadas por la presión popular en su política de fusiones
hospitalarias. ¿Qué diríamos de la Comunidad de Madrid si ahora premiara al
famoso Spiriman por su denuncia de la situación sanitaria andaluza? La
demagogia siempre tuvo las patas muy cortas.
Del mismo modo resulta frustrante el acto programado por Susana Díaz para
homenajear a Zapatero por aprobar la Ley de dependencia, olvidando que la misma
no regulaba su financiación, lo que la convertía en un mandamiento programático
sin sustancia. Ello ha provocado que las autonomías no puedan cumplir sus
objetivos por falta de recursos, siendo precisamente la andaluza la que tiene
un mayor grado de desatención de los casos más graves, alcanzando el 19,1 %,
frente a la media nacional del 15,0 %.
Y de populismos y radicalismos, disfrazados del virus separatista, deben estar
cansados y aburridos en Cataluña, donde pocos se ocupan de los problemas reales
de los ciudadanos, mientras algunos se forran, en términos no sólo políticos,
con el famoso "proces". Es cierto que no conviene a nadie
judicializar la política, pero en un Estado de derecho la Justicia no puede
mantenerse impasible ante los desafíos de impunidad, los realice quien los
realice.
Por ello son bienvenidos todos los movimientos que busquen puntos de encuentro,
desde la disposición al diálogo por parte del Gobierno a los informes y
propuestas que, espontáneamente, van surgiendo de una sociedad civil que ha
entendido la gravedad de la deriva a que les llevan unos políticos atrevidos,
manipuladores y fantasiosos. De ahí el resurgimiento del tradicional
"seny" catalán que manifiestan grupos sociales como la Sociedad
Económica Barcelonesa de Amigos del País, la Sociedad Civil Catalana, el grupo
Lliure (Libre) o Puertas Abiertas del Catalanismo, entre otros. La disposición
del Gobierno para un diálogo que no quebrante la ley y la presión de estos
grupos pondrán de manifiesto la cerrazón de quienes han hecho de las
instituciones catalanas un fortín de desobediencia impune.
Dialogar no implica renunciar a los propios planteamientos, pero sí reconocer
los de la otra parte. Y esa ha sido tradicionalmente una de las mejores
virtudes del catalanismo: saber buscar el punto intermedio, el encuentro
fructífero entre posturas diversas, en aras de una convivencia apreciada como
valor supremo de las sociedades libres.
La desgana, la desmotivacion ciudadana, el cansancio que provoca aburrimiento
en la gente normal, no es sino consecuencia de la pérdida de energías de unos
políticos que se ocupan de cuestiones menores, a menudo con planteamientos
demagógicos, mientras olvidan lo que concierne a cualquier gobernante serio
preocupado por el futuro de su país: política de vivienda, sostenibilidad de
las pensiones, cuencas hidrográficas, avances tecnológicos, sistema educativo,
problemas de salud, políticas de empleo, incentivos para el progreso económico,
etc.
Quizá esté ocurriendo que la selección de nuestros
dirigentes no ha sido la más acertada, lo que no es de extrañar en un país como
el nuestro, donde todo el mundo habla de todo y nadie sabe de nada. Por ello es
bueno aprender equivocándose, para lo que hay que atender más a los hechos que
a las palabras. Acabaríamos con la desmotivación ciudadana y conseguiríamos así
sortear aquella sentencia cervantina según la cual "cada día que amanece,
el número de necios crece".
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