Artículo de Rafa G. García de Cosío
El tema de las elecciones en Estados Unidos y
el miedo tras la victoria de Trump parece estar a estas alturas más
que masticado. Y digo parece porque creo que no lo está. Los medios de
comunicación de todo el mundo, con Clinton y Trump de aquí para allá, parecen
haberse olvidado de un hecho fascinante: nada menos que la obtención por parte
de un tal Gary Johnson de más de cuatro millones de votos en las presidenciales
americanas, lejos de los 120 millones de los partidos republicano y demócrata,
pero quedando en una respetable tercera posición en los 50 estados del país.
Sí, Gary E. Johnson -del Partido Libertario-
consiguió sacar la friolera de 288.000 votos en California, 280.000 en Texas,
162.000 en Nueva York, más de 200.000 en Illinois, rebasando los 170.000 en
Michigan, sobrepasando los 200.000 en Florida y rondando los 100.000 en muchos
otros estados. En el estado donde comenzó su carrera y se dio a conocer, Nuevo
México, llegó casi al 10 % de los sufragios. Y todo esto, no hay que olvidarlo,
sin ninguna mención y apenas entrevistas en los medios de un país donde un
férreo bipartidismo participa tanto en el paisaje como los McDonalds, el ponche
de los bailes de fin de curso y los partidos de béisbol.
Qué es eso de libertario? Para los americanos,
lo libertario es lo que los europeos entendemos por liberal. En concepto
liberal, también escrito así en inglés, se identifica tanto en Canadá como en
Estados Unidos con la ideología izquierdista, pacifista y ecologista que en Europa
suele asociarse al socialismo o laborismo. De ahí el término libertarianismo,
usado ahora también por muchos europeos ante la prostitución del palabro
liberal y la anexión del malvado prefijo 'neo' para acuñar el malvado concepto
de neoliberalismo. Tuve a dos jóvenes clientes americanos 'libertarios' esta
pasada primavera, y fue interesante oír sus críticas tanto a la familia Bush
como al candidato demócrata Sanders, que quería nacionalizar las universidades
''después de todo lo que hemos tenido que ahorrar y trabajar nosotros''.
El totalitarismo de nuestra época
El segundo debate televisivo de las pasadas
presidenciales me recordó a uno de esos programas de Jerry Springer en los que
no hay día que dos entrevistados no se líen a tortazos persiguiéndose por el
plató con los ánimos del público. Uno se presentaba como el anti todo, la otra
como la salvadora. Uno como el que volvería a hacer que el capitalismo
funcionara en el país capitalista por excelencia; la otra, metida desde hace
décadas en política, prometiendo lo que no quiso ni pudo hacer durante sus años
de gabinete e influencia en la Casa Blanca. Y qué es lo que ve la gente? Los
americanos suelen ver, aunque sin llegar a los niveles de España, a un monstruo
neoliberal por el simple hecho de ser republicano frente a una comunista
traidora, solo por ser demócrata. Créanme, tengo colegas americanos en el
trabajo.
Y sin embargo, les propongo una adivinanza.
Qué político intervencionista y, sin duda, entregado a los comunistas del siglo
XXI, creó la SIGTARP (Special Inspector General for the Troubled Asset Relief),
esa agencia reguladora que, desde 2008, ha recuperado hasta 10.000 millones de
dólares de bancos que pecaron de operaciones ilegales o sospechosas? Pues no,
no es Obama ni Clinton. Fue el republicano y neoliberal George W. Bush. A Paul
Krugman le da un infarto si lee esto.
Vivimos una época en la que unos acusan a
otros de fascistas, y estos a los demás de comunistas. Qué estupidez! Los
totalitarismos pasaron hace décadas a ser algo residual. El totalitarismo del
siglo XXI es el populismo. Alimentado por los medios audiovisuales, entre los
que incluyo a Twitter por su limitación de caracteres y la preeminencia de
imágenes y gráficos. Y por supuesto, un populismo que puede adoptar tintes
totalitarios.
Por qué los medios de comunicación de todo el
mundo resaltaron la figura de Nick Clegg en 2010, hasta el punto de que los
partidos británicos se vieron forzados a invitarlo a los debates televisivos y
a lanzarlo a un gobierno de coalición con David Cameron en un país que hasta
entonces sólo había conocido mayorías absolutas desde el final de la II Guerra
Mundial? Quizá porque tenía opciones en un sistema parlamentario. Vendía
periódicos. La agenda setting lo es todo. Y por eso hay que
felicitar a Gary Johnson y sus votantes. Han escapado al juego de los medios.
Irónicamente, el partido que entró fuerte hace años en España, Podemos, lo hizo
en parte al presentarse como una tercera vía alejada de la élite. Luego hemos
visto, casi día tras día, escándalo tras escándalo, que no es sólo más de lo
mismo, sino que además es una copia, en el discurso y en los gritos, de Donald
Trump. Para muestra, el profundo e interesante artículo de esta semana en El
País, ''De Trump a Podemos: qué es exactamente el Populismo''.
Las opciones inteligentes siempre están
aplastadas por dos extremos cabezotas, a veces letales. El caso de Gary
Johnson, Trump y Clinton es casi liviano comparado con lo que ocurrió con
Polonia, Hitler y Stalin en la Europa de la II Guerra Mundial. Al oeste, un
criminal como Hitler admirando a Stalin como 'genio de lo oriental'; al este,
otro criminal como Stalin loando al 'diablillo' de Berlín. Ambos firmarían un
pacto secreto y ambos acabarían con la sociedad liberal empezando por las
'élites' polacas. Si Hitler ordenó aniquilar a la inteligencia de la Polonia
ocupada, Stalin mandó ejecutar a miles de oficiales polacos en Katyn (lean Der Spiegel,
24/2011). A día de hoy, mientras más polacos conozco, más me explico el éxito
de un país con la memoria tan herida y a la vez viva de las atrocidades del
siglo XX. Después de todo, no lo olviden, Polonia fue el único país europeo que
no entró en recesión en 2009. Y el único donde tienen una clarísima idea,
también los jóvenes, de lo que significan el nazismo y el socialismo.
El espléndido trabajo del catedrático Victor Zaslavsky "Klassensäuberung. Das Massaker von Katyn" ( ed. original en italiano) demuestra de manera incontrovertible cómo nazismo y comunismo compartieron táctica, estrategia e ideología, más allá de seguir, en una investigación que raya a gran altura, todo el proceso que siguió la política soviética por ocultar su culpabilidad en la matanza de Katyn.
ResponderEliminarMe leí esta investigación luminosa un verano lluvioso en Bamberg. Y ahí se han arremolinado todos los recuerdos al leer tu artículo.