Artículo de Paco Romero
“Mola tela marinera eso de exaltar a los caudillos leninistas en vida y
glorificarlos a su muerte”
“Democracia, Pablo Iglesias II, es que te puedas sentar en el
parlamento español porque este pérfido sistema que tú te quieres cargar,
lo permite”
El pasado viernes “entregó la cuchara” el sátrapa del Caribe
por excelencia. Al tiempo que -temerosa- la disidencia cubana permanece en sus
casas y los exiliados en Miami (el 20 % de la población cubana que no fue pasto
de los tiburones) celebran, fascinados, la muerte del millonario líder
(Forbes dixit) en las calles, el resto del mundo viene rindiendo honores
al dictador.
Salvo honrosas excepciones, desde las FARC, el Parlamento de
Estrasburgo y la presidencia de la Unión Europea hasta la Casa Blanca y la ONU , pasando por el Vaticano o
el cóctel conformado por las presidencias rusa, iraní, ecuatoriana, boliviana,
chilena o venezolana, han mostrado con más o menos ganas, con más o menos
ironía, sus condolencias por la desaparición del tirano caribeño. España -donde
se criticaba dos días antes un minuto de silencio- no podía ser menos: desde el
rey al presidente del gobierno y la totalidad de los partidos políticos se han
convertido en las últimas horas en las plañideras gloriosas del mediático
óbito. Tal es el desconsuelo que el mismísimo rey emérito encabezado la
legación española en los funerales.
No hay quien lo sepa explicar (¿la supremacía moral de la
izquierda?) pero mola tela marinera eso de exaltar a los caudillos leninistas
en vida y glorificarlos a su muerte. ¿Muerte, he dicho muerte?
Aplicando eufemismos a la inversa, paradójica y
contrariamente al humanitarismo o a la solidaridad que pretenden vendernos como
fines de la revolución, la palabra válida para expresar el cese o término de la
vida -también su símbolo esquelético portador de la guadaña- se ha erigido como
siniestra alegoría de las inconclusas revoluciones cubanas desde 1868
hasta nuestros días.
Ya en la segunda guerra de Cuba, la chiquita, en
1879, se oyó por vez primera el grito: “¡Independencia o muerte!”.
Lección bien aprendida por los dos benjamines de la docena larga de vástagos
del terrateniente nacido en Láncara. No en vano, en más de la mitad de la media
decena de frases “célebres” que se le atribuyen nos damos de bruces con la parca:
"¡Patria o muerte!", "¡Los hombres mueren, el
Partido es inmortal!", "¡Socialismo o muerte!,
¡marxismo-leninismo o muerte!”. Quizá ninguna como la pronunciada por
Ernesto “Ché” Guevara en la
ONU, hace ahora 52 años, refleja tan nítidamente los modos de solucionar
los conflictos: “Fusilamiento sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos
fusilando mientras sea necesario”.
Lastimosamente, ni una referencia al entendimiento, al
perdón, a la “democracia”, en su discurso. La doctrina política según la cual
la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio
de representantes, no solo se soslaya sino que se combate sin escrúpulos. Razón
por la que no es de extrañar que, en clave doméstica, el soñador por excelencia
de una España iraní-cubano-venezolana, aproveche su acta parlamentaria
para “ciscarse en los muertos” de quien al personaje bien le parezca, eso sí
con una sintaxis tan deficiente que no deja claro si sus deyecciones tienen
como destinatario a su tía, a sus patrones, o al resto del hemiciclo.
Democracia, Pablo Iglesias II, es que te puedas sentar en el
parlamento español -como bien dices- porque este pérfido sistema que tú
te quieres cargar, lo permite. Sistema que difiere sustancialmente de lo que
hizo tu admirado Fidel, gracias a los fusiles y al entonces amigo del norte,
para instalarse en el poder y perdurar durante seis décadas (de momento), pues
la monarquía leninista hereditaria pretende pervivir a través del hijo
de Rául en las próximas elecciones cubanas, disculpen la ironía.
P.S.- Para terminar, aclarar a las víctimas logsianas
que el grito de libertad -¡Cuba Libre!- que vuelve a sonar con fuerza en las
últimas horas y con el que se bautizó la afamada mezcla de ron y refresco de
cola no surgió de una inspiración del Ché tras una noche de cafés y habanos en
Sierra Maestra, tampoco fue obra del coma andante. El cubalibre o cubata
nace mucho antes, con el siglo XX: en 1901, en honor al grito de batalla de las
tropas cubanas, los soldados de las fuerzas norteamericanas que junto a las
cubanas combatían contra España (sí, hubo un tiempo en que los yankees
eran buenos y les ayudaban a matar españoles), fueron los primeros en mezclar
(sacrilegio para muchos) el fermento de la caña de azúcar y la cola en un vaso
de whisky.
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