Artículo de Paco Romero
El 31 de octubre está a la vuelta de la esquina y todo
apunta a que llegará sin que se haya convocado nueva sesión de investidura,
dando paso a unas terceras elecciones con ciertas posibilidades de convertirse
en preámbulo de las cuartas...
Todo un mes por delante para que se patentice lo evidente:
que la guerra larvada en el PSOE y manifestada en toda su crudeza la pasada
semana no ha sido la consecuencia de una tormenta de ideas enfrentadas en un
“partido vivo”, del debate entre polos opuestos con “sensibilidades distintas”.
El demagógico discurso de Sánchez, centrado en la batalla entre partidarios y antagonistas
de la abstención ante la investidura de Rajoy, se ha dado de bruces con la nada.
Aunque tiñe de azabache, se desconoce no solo el futuro a
medio y largo plazo del partido sino el más inmediato presente. Solo media
docena de socialistas se han pronunciado con cierta claridad: González, Ibarra,
Vara, García-Page, Corcuera y Leguina son partidarios de que se interprete,
previa y necesaria abstención, el papel de oposición al que las urnas les han
relegado. Cuatro ex líderes y dos dirigentes actuales ha sido todo el caudal
aportado por el río Ferraz a la gobernabilidad de un país cuyos
principales indicadores y una enorme masa de gente sensata, tras un esfuerzo
titánico que el bloqueo político está tirando por los suelos, pide a gritos.
Manifiestamente en contra, además de la práctica totalidad de la militancia, se
han mostrado Iceta, Tapia, López y Luena. Por último, no saben, no contestan, a
pesar de su cruenta oposición al Breve, Susana Díaz, Micaela, Chacón,
Fernández, Puig, Lambán, Madina, Bono, Zapatero, Barreda, Pradas…
El sábado tocó a su fin un peligro para la democracia. El
pasado fin de semana claudicó un líder que ha resistido lo indecible ante la
incomparecencia de los llamados a liderar el cambio.
La situación actual no es nueva y tampoco difiere mucho de
la tradicional del partido: la eterna riña entre rurales y urbanos, moderados y
radicales, viejos y noveles.
A casi nadie -de forma irresponsable- parece interesarle lo
que pueda pasar en el PSOE. La historia sin embargo nos ha enseñado cómo acaban
afectando a todos las aventuras y desventuras de unos pocos: Salvador de
Madariaga, en 1941, en la versión
ampliada de su obra España, ensayo de historia contemporánea, sostuvo
que el estallido de la Guerra Civil se hizo inevitable tras la guerra civil
en el seno del partido: socialismo democrático contra dictadura del
proletariado; moderados frente a la corriente revolucionaria; partidarios de
Largo Caballero, por aquí, de Indalecio Prieto, por allá y del marginado por
ambos, Julián Besteiro, por acullá. Motivos más que suficientes para intentar
como sea que el PSOE no se “tire al monte”, para procurar entre todos que sus
almas enfrentadas se reconcilien al modo y manera de una sociedad avanzada del
siglo XXI.
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