Artículo de Manu Ramos
Uno de los libros que me gusta
repasar de vez en cuando, incluso releer para descansar la mente del barullo
diario, es “El criterio” de Jaime Balmes. Este cura catalán de
principios del siglo XIX escribió este ensayo destinado a enseñar a ver bien o
pensar de acuerdo con la verdad, teniendo en cuenta estas palabras: “El pensar
bien consiste o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el
camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las
conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte caemos en el
error.
La diferencia que plantea como
base de su análisis del comportamiento humano, más allá de que la moral en la
que lo funde sea la cristiana católica (como es lógico en él) parte de la
distinción entre el error y la verdad. Si una persona de hoy en día se acerca a
esta obra sin los prejuicios contemporáneos (cura, católico, habla de moral,
¡catalán!) se topará con una guía de supervivencia de la propia inteligencia. Una
de las cosas más llamativas de este libro de bastantes páginas y que se encuentra en dominio público, es la
actualidad de muchas de las ideas que plantea, a pesar de la distancia
temporal. Esto es, como suele suceder con estas obras que sirven para tantos y
diversos tiempos, debido a que tratan principios universales. Y qué hay más
universal que la verdad, tanto si se opta por una postura relativista de la
realidad u objetivista.
Este planteamiento algo
filosófico y desapegado de la actualidad más inmediata es lo que me provee
Balmes. Una perspectiva de halcón sobre lo que me rodea con la experiencia y la
calma que aporta una mente clara y con una escritura muy fácil de comprender. A
pesar de los giros propios de la época, Balmes domina el idioma español con un
virtuosismo que agrada al tiempo que invita a pensar. Este simple hecho
recuerda a tantos catalanes que, sintiéndose completamente españoles, han dado
lustre a una gramática y han llegado a cotas del pensamiento tan altas en ese
idioma y avergüenza hoy en día por la mancha de iletrados e ignorantes que pueblan
las maravillosas tierras de Cataluña, olvidando a personalidades tan grandes
como Jaime Balmes.
Hoy me quiero parar en el
capítulo IX, en el que habla de los periódicos. Ojo que esta reflexión que voy
a compartir ahora vale para la avalancha de información que hay en Internet: “Una
ilusión: Creen algunos que con respecto á los países donde está en vigor la
libertad de imprenta, no es muy difícil encontrar la verdad, porque teniendo
todo linaje de intereses y opiniones algún periódico que les sirve de órgano,
los unos desvanecen los errores de los otros, brotando del cotejo la luz de la
verdad. «Entre todos lo saben todo y lo dicen todo; no se necesita más que
paciencia en leer, cuidado en comparar, tino en discernir y prudencia en
juzgar.» Así discurren algunos. Yo creo que esto es pura ilusión: y lo primero
que asiento es que ni con respecto á las personas ni las cosas, los periódicos
no lo dicen todo, ni con mucho, ni aun aquello que saben bien los redactores,
hasta en los países más libres.”
El pensamiento de la
ultra-información, más allá de la calidad de la misma, está señalado por este
cura a principios del siglo XIX. Seguidamente se reflexiona sobre la
información que aportan los periódicos sobre las personas y sobre las cosas,
llegando a la conclusión general que son los hechos contrastados los únicos que
pueden aportar algo de verdad al conocimiento de los acontecimientos. Estos
hechos son los primeros ocultados en lo que se publica, o disfrazados para que
parezcan otra cosa. Es en definitiva, el criterio personal basado en la
experiencia y el conocimiento del idioma, el que puede desentrañar si existe
algún ápice de verdad en todo el mar de los sargazos periodísticos. Un criterio
e independencia mental, en definitiva, que tiene que pulirse mediante la
repetición y el esfuerzo al pensar. Es decir, no dar nada por sentado y someter
cualquier asunto a escrutinio severo y coherente.
Hecha la proposición
bibliográfica, desciendo a la pérfida actualidad y me pregunto cómo alguien
puede pensar que leyendo la prensa española actual puede sacar algo de luz de
lo que ocurre realmente. Es tal la lejanía con la sociedad civil y tal la
cercanía con el poder, que debemos aplicar una lente y un tratamiento muy
trabajados para no caer en el error al que nos inducen las trampas de los
medios de comunicación españoles. La connivencia es visible a la luz del día,
ni siquiera se esconden en oscuras calles. En los ágapes oficiales y actos
públicos, así como en el mismo pase de modelo diario por las tertulias llenas
de “Tertulianos” (Credo quia absurdum), vemos de la mano al poder
y a los periodistas. ¿Quién puede confiar en ellos?
Leamos a Balmes y forjemos nuestra independencia mental, pues la libertad de prensa jamás ha significado libertad de pensamiento. El liberal es, ante todo, un libre-pensador y, en política, un ciudadano que busca la libertad política. Seamos libres al leer y pensemos siempre porque, como dijo Hannah Arendt, el pensar es lo que nos da la capacidad de ser libres.
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