Andaluces sin dignidad

Artículo de Luis Escribano

No hay día que transcurra sin que en estas páginas y en otros medios de comunicación se denuncien las múltiples aberraciones que el PSOE andaluz ha perpetrado y sigue perpetrando en esta Comunidad sureña, abusando de los poderes que tienen tanto en el Gobierno como en el Parlamento y la Justicia, a lo que habría que añadir en Ayuntamientos, Diputaciones y organizaciones de la sociedad civil que han invadido o comprado. Sin embargo, casi nadie se da por aludido, y las instituciones de control que deberían actuar no lo hacen, o aparentan que hacen algo para luego cerrar los casos amparándose en este sistema político-administrativo tan perverso y que tanto daño está haciendo, cuyos efectos estamos sufriendo cada vez con más intensidad. La impunidad campa a sus anchas.

Pero lo más grave de todo es que son muy pocos los andaluces que reaccionan ante esta terrible situación, y demasiados –casi todos- no exigen explicaciones a los responsables, sino que lo asumen como algo imposible de solucionar, o como si no fuera con ellos, o incluso participan en las citadas aberraciones o sacan provecho de ellas. Por no hacer, ni siquiera apoyan a los que intentan hacer algo. El silencio y el vacío son las únicas respuestas.

Los hechos denunciados en los medios de comunicación y en estas páginas son tantos, y de tanta gravedad, que sería más que suficiente para que varios millones de andaluces se plantaran en las puertas del Palacio de San Telmo y del Parlamento andaluz y no pararan de gritar el “¡¡¡basta ya!!!”, hasta conseguir dar un vuelco a la situación de asfixia de nuestras libertades y derechos. ¿Qué cuales? Lean, lean, no se cansen de leer nunca. La información está ahí, a su alcance, y si realmente tienen interés en enterarse, conseguirán comprenderlo y se convencerán.

Y yo me pregunto si vale la pena seguir investigando y denunciando tantos casos de corrupción y de pésima gestión que afectan a la vida de los andaluces. ¿Para qué seguir perdiendo el tiempo denunciando y predicando en el desierto? ¿Por qué no dedicar todo mi  tiempo libre a las personas que amo y me aman, a mis aficiones, que realmente me llenan de satisfacción, y olvidarme de esta ardua tarea que no produce los efectos deseables?

Cada día me cuesta más encontrar un motivo por el que seguir con este trabajo altruista que me supone un gran sacrificio personal, especialmente sabiendo que Andalucía no va a salir de su retraso ante el desinterés que muestran tantos ciudadanos. Últimamente, cuando salgo del trabajo y voy de vuelta a casa, sólo veo “borregos” por las calles de Sevilla, hablando un idioma que no entiendo, como si fuera de otro planeta. No se si se trata de momentos de locura o de extrema lucidez. 

Me duele convivir con tantos andaluces vacíos, sin sustancia, sin ilustración, bellacos, egoístas, impasibles, displicentes, insensibles, serviles, sin sangre en las venas. Parecen zombis, cuerpos sin alma. Sólo se miran el ombligo para evadir la realidad, rehusando ambicionar la ineludible tarea de mejorar nuestra situación. Se complacen en sí mismos, son condescendientes con todo, por muy negativo que sea para ellos, para los que le rodean y sus generaciones venideras.

Está más que demostrado que a los andaluces les resulta indiferente que les roben, que les tomen el pelo con el manejo del dinero público que nos confiscan descaradamente, que intervengan sus vidas hasta extremos insufribles, que el Gobierno andaluz adopte decisiones en beneficio particular…en resumidas cuentas, que los sigan considerando siervos en vez de ciudadanos libres y responsables.

Con esta actitud glacial, Andalucía jamás saldrá de su miseria moral, social y económica, ni jamás podrá ser una región excelente en nada positivo. Y, posiblemente, aquí radica el problema: muy pocos andaluces suspiran por mejorar lo que tienen. Se conforman con subsistir a base de dádivas y ayudas del “papá Estado”, con llegar justos a fin de mes aunque ganen una miseria, con aumentar los días de fiesta, con tomarse cada día la cervecita y unas tapas, con sólo marcharse los fines de semana a la playa o al campo a divertirse y que los dejen en paz, o al fútbol, a los toros o al cine. Que sí, que cada cual tiene la libertad de elegir que hacer en cada momento, pero no hemos nacido sólo para eso. Tenemos una misión histórica que nos ha tocado vivir. Nadie elige el momento de nacer, y en la vida hay prioridades que cada uno debe asumir si tiene un mínimo de responsabilidad y, sobre todo, dignidad como persona.

La inmensa mayoría de andaluces huyen de comprometerse consigo mismos, huyen de sus responsabilidades con sus descendientes y abrazan la desidia. Este, lamentablemente, es el rostro y el alma de demasiados andaluces.

Amo mi tierra, y sufro viéndola agonizar. Nada espero de los partidos políticos, que sólo tienen un objetivo claro, del que los ciudadanos no formamos parte salvo para utilizarnos y esquilmarnos. Pero, a pesar de todo, unos pocos andaluces sí ambicionamos mejorar la penosa situación que nos asola y nos corroe, y con la verdad de los hechos por delante hemos preferido actuar, dar un paso al frente y realizar tareas a las que han renunciado tantos andaluces. 

Es dura esta carrera, y sigo sin tener claro si vale la pena que unos cuantos quijotes nos sigamos peleando con los molinos. El tiempo lo sentenciará, pero al menos podemos sentirnos orgullosos de haber desafiado el presente y el futuro con la cabeza bien alta. Muchos andaluces ni siquiera podrán levantar la mirada.