Artículo de Manu Ramos
A toda persona que disfrute viendo buenas series de televisión y además se intrigue por tramas que tienen que ver con la política, recomiendo fervientemente que vea todas las temporadas de la serie de Netflix “House of cards”. Vaya por delante que no me paga la cadena de televisión online sino que me apetece recomendar esta ficción estupenda para así comentar la política de EEUU y compararla con otros países no hay democracia. España, por ejemplo.
Avanzo que no desvelaré detalles de la trama (ya van por
cuatro temporadas y en 2017 se emitirá la quinta) pero sí hablaré de la
concepción misma de la serie, del tratamiento de los personajes en relación
exclusivamente con la política. Obviamente es una “serie política” así que la
base de todo desarrollo es ese mundo, pero siempre con una aproximación que, en
el caso de “House of cards”, es llamativamente más descarnado. El trabajo de los
actores (Robin Wright y Kevin Spacey interpretando a Claire y Frank Underwood) es
especialmente importante, pero no se puede olvidar el magnífico guion de Beau Willimon. Prefiero centrarme en
este aspecto porque los roles principales me parecen simplemente soberbios.
El espectador cínico, actitud típica del partidócrata
español, podrá decir que en todas partes cuecen habas. Que ocurre lo mismo en
España pero con otras instituciones. Nada más lejos de la realidad. Es
importante para el súbdito del régimen que se piense que lo que ocurre en EEUU
tiene un correlato en la situación política española. Para nada. Las reglas, la
base de su constitución y por tanto de sus instituciones no se accionan con los
mismos motores. No nos dejemos engañar por la carrocería y levantemos el capó.
Es cierto que la motivación de toda acción política es la
lucha, conquista y conservación del poder. Esto lo deja la serie bastante
claro. Aunque quizá muchos partidócratas ni siquiera lo llegan a entender. Aun
cuando hay impactantes escenas en las que el matrimonio Underwood demuestra
hasta dónde puede llegar el ser humano para alcanzar el poder. Es algo que en EEUU
siempre han tenido presente desde su fundación. La serie “House of cards”,
lejos de ser un alegato cínico sobre la política es la enésima llamada de
atención sobre la pasión despiadada por acumular el poder. Una pasión que en
España se despacha con el famoso “consenso”.
En EEUU no existe consenso, existe democracia. Una democracia siempre al acecho
de asesinos, dictadores, corruptos, locos y terroristas. La serie no relativiza
esos peligros sino que los pone encima de la mesa, los señala y los identifica.
El peligro de disfrutar de una historia tan buena viene ya
precedido por series tan buenas como “Los
Soprano”. En ellas y por un efecto inconsciente que ocurre en el cine,
tomamos parte por el protagonista y nos vemos defendiendo mentalmente su
situación esperando que se salga con la suya cuando es evidente que están
cometiendo actos aborrecibles. También ocurre este efecto en la política
española. A pesar de que muchos españoles reconocen que los políticos son
corruptos, que son inútiles, que votar no sirve para nada… siguen metiendo el
papel en la urna. La diferencia es que aquello es ficción mientras que nuestra
situación es real. Si no te gusta la serie, cambias de canal. Si no te gusta la
situación política en España, tienes que provocar una revolución.
Para
promocionar la quinta temporada de la serie, en España han aparecido este
verano unos auncios parodiando a los carteles propagandísticos de los
partidos de Estado españoles. Hasta donde yo sé, es una campaña publicitaria de
una empresa española que tiene esta
web como referencia. El mensaje para el público español es claro: tu voto
no decide nada. No lo podían haber expresado mejor. Para que los españoles
entiendan qué pasa en su casa, se les pone una serie como parapeto para
transmitir un mensaje publicitario. El español ve en la serie lo que le ocurre
en su propio país, pero es porque no entiende cómo funciona la política
norteamericana. En EEUU han tenido muchos presidentes y muchos gobiernos, pero
saben que tienen el arma para luchar contra los enemigos de la democracia. La
serie es una llamada, una advertencia. Para los españoles, el mensaje que cala
es diferente. Nosotros no tenemos un presidente, tenemos partidos políticos. No
tenemos representantes, tenemos empresas financiadas por el Estado que se
reparten cuota de poder según votos. La situación es tremendamente diferente.
La política americana tiende a ser tan interesante porque
observamos a personajes que toman decisiones, que arriesgan, que se enfrentan
con la cruda realidad de los hechos, ya se trate de asesinatos, extorsión,
crisis económicas o los diferentes problemas de sus electores. En España no hay
una serie sobre política porque sería absolutamente aburrida. Toda la trama se
podría resolver en el bar que hay al lado del congreso. Una breve charla entre
los jefes de los partidos y ¡marchando una de bravas! Todo lo demás es
irrelevante, pueril. Al estar todo dirigido por la persona que hace las listas,
sólo ciertos movimientos internos dentro de los partidos pueden hacer cambiar
algo en el panorama partidocrático. La única variación es el cambio de caras para
que no nos cansemos de ver la misma. Pero, ¿los españoles? No pintan nada.
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