Artículo de Manu Ramos
Continúa la cantinela política del verano con la pegadiza
letra “que se pongan de acuerdo”. Todo el mundo la baila, todo el mundo la
canta, pero nadie se fija en la letra. Lo cierto es que el baile es cansado y
algunos están ya por sentarse. Se oye como un gemido “que pacten ya, que se
pongan de acuerdo...”. Todos exasperados.
Pactar en sí no es malo. En su etimología el origen viene de
algo que está fijado, clavado, ensamblado. La palabra latina “pactum” viene del
verbo “pangere” (fijar, atar, asegurar) del cual se derivan otras palabras como
“pax, pacis” (paz), “palus” (poste), “pagina” (hoja ensamblada con otras), etc.
Se deduce que dos elementos que no están naturalmente unidos se unen mediante
un mecanismo o forma que queda bien asegurada. De las palabras derivadas del
verbo original he citado “pax” (paz), un concepto cercano a la política. Dos
bandos firman la paz cuando uno vence al otro o se resuelve la contienda de
forma que se produce un equilibrio. Igual pasa en el ámbito de la política. El
pacto -lo más parecido a una paz entre bandos- es fruto de la victoria de uno o
el reparto de dos (o más) pactantes.
Pocas guerras han acabado en tablas. El resultado habitual
es que uno de los bandos pierde y el otro gana. En política, la llamada
socialdemocracia (a medio camino entre la nada y la nada) ha encontrado la
forma de mantenerse en el poder, o al menos parecerlo, repartiendo prebendas y
pactando. Al no definirse, al no haber resultados mayoritarios propios de
elecciones y decisiones democráticas, se juega mediante el sistema proporcional
a pactar, a fingir y a mentir para sumar apoyos con la idea de seguir
detentando el poder.
El que dijo que estaba en contra del aborto, apoya a un
partido abortista. El que dijo que estaba en contra del capitalismo se alía con
magnates de la banca. La mentira se ha instalado de forma tan natural en el discurso
político español que hasta los súbditos gritan ¡miénteme!, “que se pongan de
acuerdo”. Hay impaciencia. Quieren mentiras pero las quieren ya.
Es ignominioso que una persona que se dice decente, que
defienda una política, se presente a unas elecciones, le voten mayoritariamente
y luego no lleve a cabo lo que prometió si estaba en su mano. El descrédito
sería mayúsculo. Pero ¿rendirse antes de plantear batalla? Eso es lo que piden
cuando claman por un pacto de gobierno. Es un “donde dije digo” colosal. Antes
de votar leyes en la cámara legislativa, antes de dar discursos públicos para
convencer a la sociedad civil, antes de todo eso se renuncia a lo que en
conciencia se defiende para tener un cargo en el gobierno. O incluso, como se
está planteando hoy día en España, para dejar gobernar al que no tiene mayoría.
Por eso no duden que si hay pacto, hay reparto. Lo que no
hay es un vencedor, a no ser que haya mayoría absoluta de algún partido. Cuando
nadie la tiene, sólo queda la ignominia. La resistencia a caer en el ridículo
así como los cálculos de las próximas votaciones es lo que lleva a los jefes
actuales a mantener esta situación. Las estratagemas son endiabladas. Dentro de
los partidos -estructuras férreas debidas al jefe de las listas- se desmoronan
en cuanto descabezan al que confecciona las listas electorales. Como no está
claro que ninguno de los cabecillas está completamente denostado dentro de sus
organizaciones, se espera que dichas cabezas rueden en el mínimo traspiés.
Vemos a Susana Díaz cómo le quema estar sentada esperando que ruede la testa de
Sánchez si cosecha un peor resultado que el anterior. Vemos a muchos dentro del
PP con nada sobre los hombros, cual reguero de cuerpos tras el paso de Rajoy y
Sáenz Santamaría Vemos incluso las guerras internas dentro de Unidos Podemos
tras el último batacazo de votos. Por supuesto, vemos a Ciudadanos, ese partido
que nació en Cataluña con unas idea definida sobre el nacionalismo que ha
abandonado para confundirse en la marea gris de la socialdemocracia.
La tendencia al pacto hará grandes a unos y destruirá a
otros, como pasó con Izquierda Unida en Andalucía. Como le ha pasado al Partido
Comunista al aliarse con Podemos. Esa es la razón por la que no “se ponen de
acuerdo” y no la defensa de sus ideas por decencia política. Porque si el PSOE
apoya al PP, se hunden los socialistas y si apoya a Podemos, igual. Ciudadanos
no se ha dado cuenta de que ya está hundido. Rajoy lo ha desangrado.
Y así, seguimos contemplando un panorama que puede ser
eterno por el sistema de votaciones que tenemos: el sistema de listas
proporcional. Si tuviéramos un sistema representativo, es decir, mayoritario,
uninominal, por distrito y a doble vuelta, sabríamos al terminar el recuento
cuál es el resultado como lo sabremos tras las elecciones en EEUU. Allí
tendremos claro cuál ha sido la candidatura ganadora que estará comprometida a
llevar adelante sus ideas porque tiene el respaldo de la mayoría.
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