Artículo de Eduardo Maestre
Conseguí leer en el campus de la Facultad, entre las tuyas y bajo los nogales americanos, un manifiesto cuyo manuscrito original aún conservo -pero vaya usted a saber dónde andará- y que decía algo así: “Estamos hartos! Somos hartistas! Ya no aguantamos más! Porque estamos hartos! Somos hartistas!” Este párrafo se repetía como una salmodia cada dos o tres exigencias alocadas; exigencias tales como que el abominable Hombre de las Nueve (nuestro profesor de Lingüística, don Miguel Ropero –un gran tipo, por cierto!) modificara el tono de sus clases para rescatarnos del sueño terrible que todos teníamos a esas horas. O que los camareros del bar de la Facultad se decidieran a consumir por la mañana alguna sustancia psicotrópica que les relajara el rictus tan desagradable que todos mostraban a la hora de ponerte el café, que parecía que iban a saltarse la barra para reventarte la cara a puñetazos.
Estamos hartos! Somos hartistas! …Qué buena época, la de la Facultad!
Dentro de poco hará un año desde que Mariano Rajoy anunciara que las elecciones se iban a celebrar el 20 de diciembre, Santo Domingo de Silos. Un año! Un año desde que comenzó la carrera electoral. Y luego, llegaron las elecciones entre el espanto de que pudiera ganar el partido totalitario comunista de la aristocracia universitaria complutense, posibilidad que yo jamás tomé en serio -por supuesto!-, pero que mucha gente desinformada creyó que podría ocurrir.
Luego, pasaron las semanas sin que se viera la luz por ningún sitio; todos nos quedamos estupefactos con Pablo Iglesias y su desparpajo en aquella rueda de prensa en la que le perdonaba la vida a Pedro Sánchez No; todos nos sorprendimos con la jugada de Rajoy renunciando a la investidura -no tanto por la jugada en sí misma como por la constatación de que Rajoy era capaz de mover un alfil de vez en cuando!
Más tarde vino el vodevil de Sánchez No y Crispín (o Sánchez No y Robin, si lo quieren más batmaniano), que consistió en una suerte de reuniones anodinas para configurar un guión cuyo final era ya conocido por todos: Iglesias no formaría Gobierno con No Sánchez, así se lo pidiera en sus húmedos sueños Stalin desde el rincón más abyecto del infierno. La investidura se jodió, como estaba previsto, y por la boca de los prebostes sociatas de toda la vida salieron espumarajos socialdemócratas trufados de piensodeques y ponerenvalor. De repente, y quizás por mor de los años sobrevenidos, los socialistas más recalcitrantes aducían razones de Estado para que los españoles tuviéramos un Gobierno, aunque éste estuviera presidido por el malquerido Mariano. Hasta Corcuera, que se presentó sin sarcófago en todos los platós, empezó a caernos bien!
Pero no hubo tutía: las nuevas elecciones se programaron para el 26 de junio, San José María Escrivá de Balaguer (nada menos! Que tiene guasa que el fundador del Opus Dei haya sido canonizado hace años y la Madre Teresa de Calcuta, no!), y allá que fuimos todos los españoles a votar de nuevo! Yo, por primera vez en mi vida de votante, acompañé a mi Señora a las urnas pero me abstuve; parafraseando a Willie, el jardinero del colegio de Bart Simpson, dije “ya está bien, serpiente! Ya está bien!”
Sin embargo, el recuento se hizo y volvieron a la carga en las cábalas. Esta vez, Rajoy sacó 15 escaños más: 137, concretamente; lo que le reforzaba claramente dentro de su propio partido pero resultaba inútil para formar un Gobierno. Ni siquiera sumando los 32 diputados de Robin Rivera (que había perdido 8 para los restos!) y el de la diputada canaria daban para un entierro. Especialmente porque Pedro No Sánchez, petrificado por el hada madrina del Miedo, negaba la mayor, la menor y la de en medio.
Pese a todo, y ya con el calor de la canícula en todo su esplendor, Robin y Rajoy comenzaron a hacer manitas. Unas manitas muy tímidas, pero manitas al fin y al cabo. Los amiguitos del barrio barcelonés de Rivera redactaron seis peticiones a los Reyes Magos; seis condiciones seis que hieren los ojos a cualquier demócrata de verdad, pues de la primera a la última no hallo ninguna que sea realmente importante; ni una que sirva para modificar ni un solo pelo del drama político que vivimos en España: ni se va a expulsar a cargo público alguno (vean con lo que nos desayunamos hoy, 24 de agosto: por acuerdo de Ciudadanos con el PP, ni Matas ni Chaves ni Griñán se considerarán cargos públicos corruptos!), ni se van a eliminar los aforamientos, ni se va a aprobar una verdadera Ley Electoral, ni van a dejar de indultar a los políticos chorizos. Y además, los ocho años como límite de las dos legislaturas consecutivas ya se viene haciendo desde Aznar; amén de que crear una comisión de investigación (para lo de Bárcenas, en este caso) es, ya lo saben ustedes, la mejor manera de que no se investigue nada.
El acuerdo, bien que mal, sigue adelante en estos días. Rajoy se ha pertrechado de varios paquetes de pañales de adulto y se ha comprometido a dar la cara el 30 de agosto para que no lo invistan, mientras que Sánchez No Castejón está haciendo flexiones en Mojácar con el único objetivo de darle ese día un buen gancho de izquierda a Mariano en el mentón. Particularmente, creo que No Sánchez es muy inferior dialécticamente a Rajoy, y que, como no ande con cuidado, ese día podría ser vapuleado por el gallego entre gritos de “es usted Ruíz! Ruíz!”
Está cantado que la investidura se le negará a Mariano, como si fuese un apestado, y tras unas pocas semanas de recurrente inacción se convocarán de nuevo elecciones; esta vez para el 25 de Diciembre, la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, con lo cual la incapacidad manifiesta de estos vividores invadirá groseramente no ya nuestras vidas de votantes eternos, sino el núcleo de estasfiestastanseñaladas, el epítome de las reuniones familiares, la sublimación del hogar, por antonomasia!
Estaremos más de un año sin Gobierno. Más de un año! No les da miedo a éstos que los españoles nos percatemos de que todo funciona bien (los autobuses, los trenes, las oficinas de Correos, internet, los supermercados, las farmacias, los colegios, la policía, los bomberos, los ambulatorios…) y que maldita la falta que nos hacen? No sienten un escalofrío punzante por las noches ante la posibilidad nada remota de que el 25 de diciembre, fun, fun, fun, no vaya a votarles ni el Niño Jesús? Porque podría liarse la de Dios es Cristo si sólo acudieran a las urnas un 12% de votantes! O que el cachondeo que se traen con los ciudadanos desde hace años se trasladase a los votantes y metiéramos en los sobres el papel celofán de los mantecados! Menuda bofetada olímpica!
No: eso no ocurrirá. Pero tras este largo año que vamos a pasar sin Gobierno; incluso si por un milagro consiguiera Rajoy ser investido antes de octubre, a los españoles ya no se nos olvidará jamás de qué pasta están hechos nuestros políticos. Porque los hemos visto desbarrar públicamente, contradecirse, negarse a sí mismos, traicionar los principios que se suponía que les empujaron a dedicarse a la Política, abjurar de las propias convicciones, desdecirse, achicarse, embravuconarse con los débiles y amilanarse con los poderosos. Les hemos visto los hilos, manejados desde Irán y Venezuela, desde Cataluña y el País Vasco, desde Suiza, Andorra y Panamá. Los hemos sorprendido inclinándose servilmente ante los terroristas, arrodillándose ante los golpistas, cediendo a los más abyectos intereses personales, doblando la cerviz frente a los poderes fácticos que se esconden –la verdad, cada vez menos!- tras los holdings de la comunicación y que usurparon hace décadas el noble trabajo de periodista.
Los conocemos ya. Ha sido un año tan estático -y tan intenso a la vez-, que han sacado a la luz por ellos mismos, por la inercia de una vida latente y sin que ninguna poderosa fuerza los empujara a ello, sus verdaderas inclinaciones. Todos. No sólo los cuatro jinetes del Apocalipsis, sino toda la cohorte de asesores, vicesecretarios, adjuntos, portavoces, turiferarios y demás ralea de la pomada. Los conocemos ya a todos. Y créanme si les digo que no escribo en El Demócrata Liberal desde hace tiempo no sólo porque este verano me haya agarrado el monstruo de la mudanza, que ya sabrán ustedes que tiene unas garras de las que difícilmente pude uno zafarse, sino por una razón más importante: que estoy harto. Harto! Hasta las narices de tanta cábala, de tanta inacción, de tantos meses perdidos en una reyerta infantil! Me aburro! Me sacan de quicio los partes radiofónicos diarios en los que los pobres periodistas hacen verdaderos milagros para poder hablar de Política sin Política!
Porque esto que estamos contemplando desde hace casi un año no es Política, querido lector! La Política es, ante todo, acción. O reacción! Pero hace un año que España está en un calderón, con toda la orquesta mirando la batuta a ver si el director tiene a bien dar la entrada para seguir dibujando en el aire la partitura. Pero no hay director! No hay director, sino sólo una batuta fantasmagórica congelada en el aire! Y por lo tanto, no hay Música.
Estoy harto! Cualquier comentario sobre lo que vayan a hacer Pedro No Sánchez, Robin Rivera o Rajoy me trae sin cuidado! Y como a mí, a la inmensa mayoría de mis conciudadanos: estoy convencido de ello! Deberíamos utilizar las redes de internet para que sean verdaderamente redes sociales; organizarnos de alguna manera y darles una buena patada en la boca del estómago a todos éstos en Navidad no acudiendo a votar, dejando los colegios electorales en un fantasmagórico silencio hasta que cierren con las urnas vacías. Menudas Navidades iban a pasar! Acojonados! Deseando que llegara el 26 para llamar a sus antiguos trabajos, a ver si los readmitían!
Creo que si publicara hoy mi juvenil Manifiesto Hartista recabando apoyos conseguiría pasar de los diez o quince millones de firmas! Porque no hay que ser un lince para saber que los españoles hace tiempo que ya estamos hartos. Muy hartos! Porque estos impresentables que viven de nuestros impuestos han conseguido en este último año lo que nadie había logrado nunca: que casi todos los españoles seamos hartistas!
Estamos hartos! Somos hartistas! …Qué buena época, la de la Facultad!
Dentro de poco hará un año desde que Mariano Rajoy anunciara que las elecciones se iban a celebrar el 20 de diciembre, Santo Domingo de Silos. Un año! Un año desde que comenzó la carrera electoral. Y luego, llegaron las elecciones entre el espanto de que pudiera ganar el partido totalitario comunista de la aristocracia universitaria complutense, posibilidad que yo jamás tomé en serio -por supuesto!-, pero que mucha gente desinformada creyó que podría ocurrir.
Luego, pasaron las semanas sin que se viera la luz por ningún sitio; todos nos quedamos estupefactos con Pablo Iglesias y su desparpajo en aquella rueda de prensa en la que le perdonaba la vida a Pedro Sánchez No; todos nos sorprendimos con la jugada de Rajoy renunciando a la investidura -no tanto por la jugada en sí misma como por la constatación de que Rajoy era capaz de mover un alfil de vez en cuando!
Más tarde vino el vodevil de Sánchez No y Crispín (o Sánchez No y Robin, si lo quieren más batmaniano), que consistió en una suerte de reuniones anodinas para configurar un guión cuyo final era ya conocido por todos: Iglesias no formaría Gobierno con No Sánchez, así se lo pidiera en sus húmedos sueños Stalin desde el rincón más abyecto del infierno. La investidura se jodió, como estaba previsto, y por la boca de los prebostes sociatas de toda la vida salieron espumarajos socialdemócratas trufados de piensodeques y ponerenvalor. De repente, y quizás por mor de los años sobrevenidos, los socialistas más recalcitrantes aducían razones de Estado para que los españoles tuviéramos un Gobierno, aunque éste estuviera presidido por el malquerido Mariano. Hasta Corcuera, que se presentó sin sarcófago en todos los platós, empezó a caernos bien!
Pero no hubo tutía: las nuevas elecciones se programaron para el 26 de junio, San José María Escrivá de Balaguer (nada menos! Que tiene guasa que el fundador del Opus Dei haya sido canonizado hace años y la Madre Teresa de Calcuta, no!), y allá que fuimos todos los españoles a votar de nuevo! Yo, por primera vez en mi vida de votante, acompañé a mi Señora a las urnas pero me abstuve; parafraseando a Willie, el jardinero del colegio de Bart Simpson, dije “ya está bien, serpiente! Ya está bien!”
Sin embargo, el recuento se hizo y volvieron a la carga en las cábalas. Esta vez, Rajoy sacó 15 escaños más: 137, concretamente; lo que le reforzaba claramente dentro de su propio partido pero resultaba inútil para formar un Gobierno. Ni siquiera sumando los 32 diputados de Robin Rivera (que había perdido 8 para los restos!) y el de la diputada canaria daban para un entierro. Especialmente porque Pedro No Sánchez, petrificado por el hada madrina del Miedo, negaba la mayor, la menor y la de en medio.
Pese a todo, y ya con el calor de la canícula en todo su esplendor, Robin y Rajoy comenzaron a hacer manitas. Unas manitas muy tímidas, pero manitas al fin y al cabo. Los amiguitos del barrio barcelonés de Rivera redactaron seis peticiones a los Reyes Magos; seis condiciones seis que hieren los ojos a cualquier demócrata de verdad, pues de la primera a la última no hallo ninguna que sea realmente importante; ni una que sirva para modificar ni un solo pelo del drama político que vivimos en España: ni se va a expulsar a cargo público alguno (vean con lo que nos desayunamos hoy, 24 de agosto: por acuerdo de Ciudadanos con el PP, ni Matas ni Chaves ni Griñán se considerarán cargos públicos corruptos!), ni se van a eliminar los aforamientos, ni se va a aprobar una verdadera Ley Electoral, ni van a dejar de indultar a los políticos chorizos. Y además, los ocho años como límite de las dos legislaturas consecutivas ya se viene haciendo desde Aznar; amén de que crear una comisión de investigación (para lo de Bárcenas, en este caso) es, ya lo saben ustedes, la mejor manera de que no se investigue nada.
El acuerdo, bien que mal, sigue adelante en estos días. Rajoy se ha pertrechado de varios paquetes de pañales de adulto y se ha comprometido a dar la cara el 30 de agosto para que no lo invistan, mientras que Sánchez No Castejón está haciendo flexiones en Mojácar con el único objetivo de darle ese día un buen gancho de izquierda a Mariano en el mentón. Particularmente, creo que No Sánchez es muy inferior dialécticamente a Rajoy, y que, como no ande con cuidado, ese día podría ser vapuleado por el gallego entre gritos de “es usted Ruíz! Ruíz!”
Está cantado que la investidura se le negará a Mariano, como si fuese un apestado, y tras unas pocas semanas de recurrente inacción se convocarán de nuevo elecciones; esta vez para el 25 de Diciembre, la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, con lo cual la incapacidad manifiesta de estos vividores invadirá groseramente no ya nuestras vidas de votantes eternos, sino el núcleo de estasfiestastanseñaladas, el epítome de las reuniones familiares, la sublimación del hogar, por antonomasia!
Estaremos más de un año sin Gobierno. Más de un año! No les da miedo a éstos que los españoles nos percatemos de que todo funciona bien (los autobuses, los trenes, las oficinas de Correos, internet, los supermercados, las farmacias, los colegios, la policía, los bomberos, los ambulatorios…) y que maldita la falta que nos hacen? No sienten un escalofrío punzante por las noches ante la posibilidad nada remota de que el 25 de diciembre, fun, fun, fun, no vaya a votarles ni el Niño Jesús? Porque podría liarse la de Dios es Cristo si sólo acudieran a las urnas un 12% de votantes! O que el cachondeo que se traen con los ciudadanos desde hace años se trasladase a los votantes y metiéramos en los sobres el papel celofán de los mantecados! Menuda bofetada olímpica!
No: eso no ocurrirá. Pero tras este largo año que vamos a pasar sin Gobierno; incluso si por un milagro consiguiera Rajoy ser investido antes de octubre, a los españoles ya no se nos olvidará jamás de qué pasta están hechos nuestros políticos. Porque los hemos visto desbarrar públicamente, contradecirse, negarse a sí mismos, traicionar los principios que se suponía que les empujaron a dedicarse a la Política, abjurar de las propias convicciones, desdecirse, achicarse, embravuconarse con los débiles y amilanarse con los poderosos. Les hemos visto los hilos, manejados desde Irán y Venezuela, desde Cataluña y el País Vasco, desde Suiza, Andorra y Panamá. Los hemos sorprendido inclinándose servilmente ante los terroristas, arrodillándose ante los golpistas, cediendo a los más abyectos intereses personales, doblando la cerviz frente a los poderes fácticos que se esconden –la verdad, cada vez menos!- tras los holdings de la comunicación y que usurparon hace décadas el noble trabajo de periodista.
Los conocemos ya. Ha sido un año tan estático -y tan intenso a la vez-, que han sacado a la luz por ellos mismos, por la inercia de una vida latente y sin que ninguna poderosa fuerza los empujara a ello, sus verdaderas inclinaciones. Todos. No sólo los cuatro jinetes del Apocalipsis, sino toda la cohorte de asesores, vicesecretarios, adjuntos, portavoces, turiferarios y demás ralea de la pomada. Los conocemos ya a todos. Y créanme si les digo que no escribo en El Demócrata Liberal desde hace tiempo no sólo porque este verano me haya agarrado el monstruo de la mudanza, que ya sabrán ustedes que tiene unas garras de las que difícilmente pude uno zafarse, sino por una razón más importante: que estoy harto. Harto! Hasta las narices de tanta cábala, de tanta inacción, de tantos meses perdidos en una reyerta infantil! Me aburro! Me sacan de quicio los partes radiofónicos diarios en los que los pobres periodistas hacen verdaderos milagros para poder hablar de Política sin Política!
Porque esto que estamos contemplando desde hace casi un año no es Política, querido lector! La Política es, ante todo, acción. O reacción! Pero hace un año que España está en un calderón, con toda la orquesta mirando la batuta a ver si el director tiene a bien dar la entrada para seguir dibujando en el aire la partitura. Pero no hay director! No hay director, sino sólo una batuta fantasmagórica congelada en el aire! Y por lo tanto, no hay Música.
Estoy harto! Cualquier comentario sobre lo que vayan a hacer Pedro No Sánchez, Robin Rivera o Rajoy me trae sin cuidado! Y como a mí, a la inmensa mayoría de mis conciudadanos: estoy convencido de ello! Deberíamos utilizar las redes de internet para que sean verdaderamente redes sociales; organizarnos de alguna manera y darles una buena patada en la boca del estómago a todos éstos en Navidad no acudiendo a votar, dejando los colegios electorales en un fantasmagórico silencio hasta que cierren con las urnas vacías. Menudas Navidades iban a pasar! Acojonados! Deseando que llegara el 26 para llamar a sus antiguos trabajos, a ver si los readmitían!
Creo que si publicara hoy mi juvenil Manifiesto Hartista recabando apoyos conseguiría pasar de los diez o quince millones de firmas! Porque no hay que ser un lince para saber que los españoles hace tiempo que ya estamos hartos. Muy hartos! Porque estos impresentables que viven de nuestros impuestos han conseguido en este último año lo que nadie había logrado nunca: que casi todos los españoles seamos hartistas!
Han canonizado a Santa Teresa de Calcuta!!!
ResponderEliminarY echamos cuentas: diecinueve años después de su muerte, es decir, antes de lo que canonizaron a Escrivá (27 años).
Me encantan tus artículos, Eduardo.