Artículo de Luis Marín Sicilia
“Impedir por encima de todo un gobierno del PP, que comparece a la
investidura con el apoyo de 170 escaños, es anteponer la inquina personal a los
intereses generales”
“Intentar un gobierno alternativo con podemitas, separatistas,
comunistas y antisistemas de todos los pelajes, como parece que pretenden ‘los
Dalton’, sería tanto como anunciar el inminente funeral del PSOE”
“No querer que haya terceras elecciones es simplemente un buen deseo
que no se corresponde con el comportamiento seguido desde la misma noche
electoral”
Tras la votación que hoy se producirá para intentar la
investidura de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno, nadie duda, a la
vista de los planteamientos anunciados, que habrá una segunda votación,
igualmente fallida, el próximo 2 de septiembre. Ello no será óbice para que el
candidato, según ha anunciado, persevere en otra intentona más pronto que
tarde, dado su sentido de responsabilidad que exige aprobar unos presupuestos
para presentarlos a los organismos europeos antes del 15 de octubre.
La clave de todo este proceso en los próximos días la va a tener la actitud de Pedro Sánchez, ya que su partido se encuentra totalmente dividido respecto a la postura a adoptar de cara a posibilitar, sin más demora, la constitución de un gobierno que encare los enormes desafíos que se deben afrontar tras más de doscientos días perdidos con un gobierno en funciones que no tiene facultades más allá de las ordinarias.
La obstinada postura negativista de Sánchez, aparte de su inconsistencia, ha dividido al partido socialista en dos frentes, al parecer irreconciliables. De una parte, los que tienen responsabilidades de gobierno local o autonómico, con atenciones a los ciudadanos que cumplir, que desean facilitar la gobernabilidad, frente a quienes, sin responsabilidades gestoras, se enquistan en una oposición a cualquier salida razonable. Es la experiencia política frente al infantilismo adolescente ideologizado.
El PSOE debe valorar el avance que supone el pacto de investidura suscrito por PP con C's y CC, que más que un programa de gobierno es un compromiso para desbloquear la actual crisis institucional ante el que no puede, o no debe, mantenerse una postura negativa y de trincheras partidarias. Ante ello, Pedro Sánchez hace oídos sordos a los consejos de sus correligionarios más solventes, entregándose por contra a ese grupúsculo del que se ha rodeado, calificado por amplios sectores del propio partido como "Los Dalton", los cuales tienen interiorizado que la única posibilidad de supervivencia política es instalarse en el "no". Gracias a ello, el equipo de Sánchez, trufado de medianías, supera los dos años al frente de un partido que solo celebrará el aplazado congreso después de constituirse un nuevo gobierno.
Si tenemos en cuenta que Pedro Sánchez estableció, desde el mismo momento de iniciarse el actual proceso, que no facilitaría un gobierno del PP, que no había posibilidad de un gobierno alternativo y que no quiere terceras elecciones, resulta esperpéntica la situación, ya que uno de los tres "noes" siguientes debe virar a un "sí", en un plazo máximo de dos meses a contar desde hoy en que se producirá la primera votación fallida:
1º) Impedir por encima de todo un gobierno del PP, que comparece a la investidura con el apoyo de 170 escaños, es anteponer la inquina personal a los intereses generales, sobre todo considerando que los mismísimos Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero, gobernaron en algún momento con menores apoyos. Causa grima que insistan en esta postura obstruccionista personajes como Patxi López que ahora se pone exquisito arguyendo razones ideológicas para no facilitar la gobernabilidad, olvidando que no le hizo ascos al apoyo desinteresado de los peperos cuando le hicieron lendakari. Tampoco se suscitaron entonces discrepancias ideológicas.
2º) Intentar un gobierno alternativo con podemitas, separatistas, comunistas y antisistemas de todos los pelajes, como parece que pretenden "los Dalton" y que es bautizado como un gobierno "Frankenstein", sería tanto como anunciar el inminente funeral del PSOE, confundido en un magma del que siempre quiso huir y al que, en parte, debe su actual decadencia al no haber sabido marcar distancias con ellos desde una posición inequívocamente socialdemócrata que tan buenos réditos le ha facilitado anteriormente.
3º) Por último, no querer que haya terceras elecciones es simplemente un buen deseo que no se corresponde con el comportamiento seguido desde la misma noche electoral. Si no se facilita la gobernabilidad, estamos indefectiblemente abocados a unas nuevas elecciones, y por mor de la aritmética electoral las urnas han querido que esa responsabilidad de estadistas recaiga sobre los escaños socialistas. Solo la falta de confianza en uno mismo y en sus propias ideas puede confundir la abstención para facilitar la gobernabilidad con el apoyo a un partido determinado. Por otra parte, su papel de oposición quedaría inmaculado con la abstención, incluso sería resaltado por su responsabilidad institucional.
Tras el 2 de septiembre en que resultará fallida la investidura, es probable, y debiera ser ineludible, que el PSOE celebre un comité federal, que es el órgano competente en la materia, donde pudiera revisarse la postura negativa actual. Ahí se darán posturas encontradas, pero los más responsables deberán hacer comprender a los más inexpertos que, sin presupuestos, todos los organismos públicos estarán encallados al desconocerse qué, cómo y cuánto se ha de gastar o invertir. Todo ello afecta al conjunto de los ciudadanos y a las administraciones, con la paralización subsiguiente en inversiones, pensiones y gasto social actualizado, amén de las sanciones por incumplimiento de nuestros compromisos europeos.
Pedro Sánchez podrá comprometerse en la línea obstruccionista actual o puede girar hacia la llamada "abstención patriótica", pero se cuidará muy mucho de dejar patente que el cambio de postura ha sido sugerido por otros, pero no por él, que querrá mantener su "purista" actitud ideológica, acreditando una vez más que es hombre de partido, pero no hombre de Estado. E ignorando, por ende, que a los hombres de partido los eligen sus militantes, pero a los hombres de Estado los eligen los ciudadanos.
Lo que está claro es que uno de los tres "noes" que propuso Sánchez tiene los días contados, exactamente dos meses como máximo. Confiemos, por el bien del país, que sea el primero -el que se empeña en oponerse a la formación de gobierno- el que tenga los días contados. Aunque visto lo que el personaje da de sí, todo puede ocurrir... si sus conmilitones le dejan. Y desde luego, nadie dudará, si se produjera, que las terceras elecciones las habría provocado el partido socialista de Pedro Sánchez.
La clave de todo este proceso en los próximos días la va a tener la actitud de Pedro Sánchez, ya que su partido se encuentra totalmente dividido respecto a la postura a adoptar de cara a posibilitar, sin más demora, la constitución de un gobierno que encare los enormes desafíos que se deben afrontar tras más de doscientos días perdidos con un gobierno en funciones que no tiene facultades más allá de las ordinarias.
La obstinada postura negativista de Sánchez, aparte de su inconsistencia, ha dividido al partido socialista en dos frentes, al parecer irreconciliables. De una parte, los que tienen responsabilidades de gobierno local o autonómico, con atenciones a los ciudadanos que cumplir, que desean facilitar la gobernabilidad, frente a quienes, sin responsabilidades gestoras, se enquistan en una oposición a cualquier salida razonable. Es la experiencia política frente al infantilismo adolescente ideologizado.
El PSOE debe valorar el avance que supone el pacto de investidura suscrito por PP con C's y CC, que más que un programa de gobierno es un compromiso para desbloquear la actual crisis institucional ante el que no puede, o no debe, mantenerse una postura negativa y de trincheras partidarias. Ante ello, Pedro Sánchez hace oídos sordos a los consejos de sus correligionarios más solventes, entregándose por contra a ese grupúsculo del que se ha rodeado, calificado por amplios sectores del propio partido como "Los Dalton", los cuales tienen interiorizado que la única posibilidad de supervivencia política es instalarse en el "no". Gracias a ello, el equipo de Sánchez, trufado de medianías, supera los dos años al frente de un partido que solo celebrará el aplazado congreso después de constituirse un nuevo gobierno.
Si tenemos en cuenta que Pedro Sánchez estableció, desde el mismo momento de iniciarse el actual proceso, que no facilitaría un gobierno del PP, que no había posibilidad de un gobierno alternativo y que no quiere terceras elecciones, resulta esperpéntica la situación, ya que uno de los tres "noes" siguientes debe virar a un "sí", en un plazo máximo de dos meses a contar desde hoy en que se producirá la primera votación fallida:
1º) Impedir por encima de todo un gobierno del PP, que comparece a la investidura con el apoyo de 170 escaños, es anteponer la inquina personal a los intereses generales, sobre todo considerando que los mismísimos Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero, gobernaron en algún momento con menores apoyos. Causa grima que insistan en esta postura obstruccionista personajes como Patxi López que ahora se pone exquisito arguyendo razones ideológicas para no facilitar la gobernabilidad, olvidando que no le hizo ascos al apoyo desinteresado de los peperos cuando le hicieron lendakari. Tampoco se suscitaron entonces discrepancias ideológicas.
2º) Intentar un gobierno alternativo con podemitas, separatistas, comunistas y antisistemas de todos los pelajes, como parece que pretenden "los Dalton" y que es bautizado como un gobierno "Frankenstein", sería tanto como anunciar el inminente funeral del PSOE, confundido en un magma del que siempre quiso huir y al que, en parte, debe su actual decadencia al no haber sabido marcar distancias con ellos desde una posición inequívocamente socialdemócrata que tan buenos réditos le ha facilitado anteriormente.
3º) Por último, no querer que haya terceras elecciones es simplemente un buen deseo que no se corresponde con el comportamiento seguido desde la misma noche electoral. Si no se facilita la gobernabilidad, estamos indefectiblemente abocados a unas nuevas elecciones, y por mor de la aritmética electoral las urnas han querido que esa responsabilidad de estadistas recaiga sobre los escaños socialistas. Solo la falta de confianza en uno mismo y en sus propias ideas puede confundir la abstención para facilitar la gobernabilidad con el apoyo a un partido determinado. Por otra parte, su papel de oposición quedaría inmaculado con la abstención, incluso sería resaltado por su responsabilidad institucional.
Tras el 2 de septiembre en que resultará fallida la investidura, es probable, y debiera ser ineludible, que el PSOE celebre un comité federal, que es el órgano competente en la materia, donde pudiera revisarse la postura negativa actual. Ahí se darán posturas encontradas, pero los más responsables deberán hacer comprender a los más inexpertos que, sin presupuestos, todos los organismos públicos estarán encallados al desconocerse qué, cómo y cuánto se ha de gastar o invertir. Todo ello afecta al conjunto de los ciudadanos y a las administraciones, con la paralización subsiguiente en inversiones, pensiones y gasto social actualizado, amén de las sanciones por incumplimiento de nuestros compromisos europeos.
Pedro Sánchez podrá comprometerse en la línea obstruccionista actual o puede girar hacia la llamada "abstención patriótica", pero se cuidará muy mucho de dejar patente que el cambio de postura ha sido sugerido por otros, pero no por él, que querrá mantener su "purista" actitud ideológica, acreditando una vez más que es hombre de partido, pero no hombre de Estado. E ignorando, por ende, que a los hombres de partido los eligen sus militantes, pero a los hombres de Estado los eligen los ciudadanos.
Lo que está claro es que uno de los tres "noes" que propuso Sánchez tiene los días contados, exactamente dos meses como máximo. Confiemos, por el bien del país, que sea el primero -el que se empeña en oponerse a la formación de gobierno- el que tenga los días contados. Aunque visto lo que el personaje da de sí, todo puede ocurrir... si sus conmilitones le dejan. Y desde luego, nadie dudará, si se produjera, que las terceras elecciones las habría provocado el partido socialista de Pedro Sánchez.
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