sábado, 13 de agosto de 2016

Aritmética parlamentaria


Artículo de Manu Ramos


237 días sin gobierno, más de medio año. Esos números sí que son el resultado de una buena aritmética parlamentaria. Cada día que pasa es otro segundo en el reloj que va viendo acabarse el tiempo de este régimen. Muy pocas personas vieron desde el principio que esta mentira originada en 1978 tenía dentro de sus engranajes el mecanismo que lo destruiría: el consenso. Roto por los nuevos partidos que hacen imposible la cuadratura del círculo (no sin antes la autodestrucción) el consenso del 78 está completamente desvanecido y ahora ya no cabe apelar a él. Ahora todo son cuentas: sumas, pactos, vetos, dimesh y diretesh.
 
No hay manera de formar gobierno porque es prácticamente imposible sin consenso, habida cuenta del sistema de votaciones que tenemos. Todo era más fácil cuando los franquistas seguían en sus poltronas apoyados por el oportunista de Felipe González y la nunca bien ponderada ayuda de Santiago Carrillo. Los nuevos oportunistas no saben consensuar bien. A Adolfo Suárez le fue bien mientras podía otorgar prebendas. Cuando dejó de invitar ya no era tan gracioso y tuvo que quitarse de en medio porque si no le iban a dar con el consenso en la boca. El antiguo jefe del Movimiento Falangista tuvo un lapsus linguae y confesó que se iba para evitar convertirse en un paréntesis en la Historia de España entre la dictadura de Franco y una posible dictadura venidera. ¿A qué dictadura venidera se refería? ¿Quién le amenazaba? Ningún periodista o político le realizó jamás esa pregunta. Quizá porque ya sabían la respuesta.

En aquellos tiempos felices para los partidócratas no había que hacer cuentas. Terminadas las elecciones se sabía rápido quién había ganado y si acaso se le daban unas chucherías a los separatistas para formar gobierno. Que total, la nación está callada y se le puede sisar sin problema. Entonces no se usaba la expresión socialdemócrata que trataremos hoy: la aritmética parlamentaria. 

España no es una monarquía parlamentaria 

Antes de nada, precisemos los términos. La aritmética se refiere a las operaciones elementales con los números: sumar, restar, multiplicar y dividir. Hasta ahí todo claro. La confusión viene con el segundo término, es decir, el parlamento. Bien, ahora voy a decir una cosa que a más de un partidócrata puede acelerar la presión sanguínea: el estado español no es parlamentario. Empiezo por el final para captar la atención. Hubiera sido mejor comenzar por preguntarse ¿qué es un parlamento?

El parlamento como institución tiene origen en España, en el reinado de Alfonso IX y sus Cortes de León. Dato curioso que contrasta con el hecho de que hoy no tengamos un verdadero parlamento, pero ocurre igual con el término “liberal”. Una palabra también de origen español de la que prácticamente no encontramos defensores en nuestra patria. En resumidas cuentas, las cortes parlamentarias servían para que los nobles expusieran al rey sus exigencias y así se constituyeran leyes de acuerdo al resultado de las discusiones mantenidas allí. Esta forma de trato entre los nobles, la iglesia y el monarca se vio truncada con los acontecimientos históricos que se produjeron en Inglaterra en el siglo XVII. Tras la revolución inglesa, se demostró que no hacía falta rey para hacer leyes. De hecho Carlos I fue el último rey que entró en la Cámara de los Comunes. La tradicional representación de los boroughs (burgos) por parte de representantes de sus electores ayudó a conformar una institución que ha durado hasta nuestros días.

Por herencia etimológica, se siguen llamando parlamentos (cortes, estados generales, bundestag, folketing, riksdag, duma o dieta) a esos edificios donde van “los políticos” a hacer leyes. Pero no nos engañemos, ha Historia ha avanzado y esas cámaras siguen siendo antiguallas que disfrazan y ocultan dónde está el verdadero poder. Inglaterra prescindió del rey y le dio el poder al Parlamento, que no era sino la suma de los representantes de los diferentes distritos. Al igual que ocurre hoy en día. En el resto de impostores no existen representantes de distrito sino representantes de partidos. Por lo tanto el poder no está en los representantes sino en los partidos. 

Quién manda aquí 

Cuando en España gana un partido por mayoría absoluta (aquí habrán suspirado algunos peperos o sociatas) significa que dicho partido es el dictador máximo. El totalitarismo encubierto. La clave de la diferencia entre el parlamentarismo y la partidocracia es que en el Reino Unido los diputados tienen total libertad mientras que en España existe disciplina de voto. Es cierto que hemos visto a Cameron apelar a los miembros de su partido a que voten de una forma y también hemos visto cómo en innumerables ocasiones han hecho lo que han querido. En España a eso se le llama transfuguismo. Si existe la disciplina de voto, lógica al emplear listas electorales, entonces ¿quién tiene el poder de verdad? El jefe de partido.

Cada uno de los jefes de los partidos aglutina en torno a sí el porcentaje de cuota de poder que le corresponde según el porcentaje de votos emitidos por los súbditos que han ido a meter papeles en urnas. No hacen falta tantos diputados. Con que hubiera un individuo por cada partido con cuota suficiente para el Congreso, se podría realizar cualquier aritmética. De hecho es lo que se hace, en la práctica. No se hablan de votos de diputados sino de votos de partido. En bloque. Los diputados no pintan nada excepto para dar la apariencia de que hay mucha gente decidiendo cuando en realidad sólo decide el jefe. Resulta gracioso cuando uno lee titulares en lo que se explica que Rajoy se reúne con la directiva del PP. ¡Pero si Rajoy es el que dirige el PP! Supongo que será una metáfora de que hablará consigo mismo. 

Monarquía de partidos 

Quizá no haya quedado clara mi afirmación de que en España no hay parlamento. Existe un edificio al que se le denomina “parlamento” (Congreso de los Diputados) pero no estamos en una “monarquía parlamentaria” como dicen algunos. El poder no lo tiene el parlamento como sí lo tiene en Reino Unido. El poder está en los partidos así que con seguridad podemos decir que lo de España es una “monarquía de partidos (de Estado, añado)”. Siguiendo este razonamiento, no deberíamos hablar de “aritmética parlamentaria” sino de “aritmética de partidos”. Así se entiende mucho mejor por qué no hay gobierno. Es cuestión de partidos. Más concretamente de los jefes de los partidos. Pero eso los españoles lo saben de forma tácita. Por eso algunos indignados claman al cielo diciendo “¡que se pongan de acuerdo ya!”. Echan de menos aquel consenso del 78.

En democracia no existe el consenso. Las cosas se votan por mayoría. Cuando terminan unas elecciones representativas (veremos unas dentro de poco) se sabe perfectamente quién ha ganado. Desde luego si se cuentan bien los votos. Otra cosa es la separación de poderes, que en Inglaterra no existe, pero hoy hablamos de representantes. Un candidato uninominal, votado por mayoría en su distrito, si hace falta con una segunda vuelta, es un logro que los liberales han aportado a la ciencia política. En España los demócratas estamos esperando poder conquistar esa cima pero se ve que no estamos a la altura. Continuamos con instituciones medievales que ignoran la representación política y, por tanto, tienen que hacer apaños mediante el consenso.
 
El consenso del 78 se ha roto ¿quién lo consensuará? El buen consensuador que lo consensuare, un gobierno formará. Mientras, el tiempo pasa y vemos que podemos vivir sin los partidos. Igual tenemos que hacer como Cromwell en Inglaterra y empezar a prescindir de elementos innecesarios.



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