Artículo de Manu Ramos
Los últimos acontecimientos que se han vivido en la política española, lo quiera o no, son de una influencia radical para el futuro de nuestra sociedad. Y no me estoy refiriendo a las elecciones aunque algo hay de eso. Aunque hay muchos temas locales que tratar no puedo dejar de mirar más allá de nuestras fronteras y seguir ocupándome, que no preocupándome, por el conocido como ‘Brexit’. Es cierto que ya lo traté la semana pasada con unas votaciones en ciernes, pero es que pensaba que este asunto tendría mucho más impacto en la decisión de los españoles a la hora de meter el papelito en la urna y he comprobado que el localismo de mis nacionales es de un cateto supino. Por mucho que los analistas digan que algo ha influido, ni se nombró en los periódicos en los días anteriores al 26J ni los candidatos a la presidencia (aquí no hay elecciones legislativas, queridos lectores) dijeron ni mu en sus discursos de cierre de campaña o en alguna manifestación pública. Y aunque los resultados podrían entenderse mediante una explicación referente al miedo a Podemos como impulsor de un referéndum de salida de la Unión Europea (UE), lo cierto es que el batacazo del partido de Pablo Iglesias ha sido por otros motivos.
Por lo tanto, que el Reino Unido (RU) abandone el proyecto europeo por antonomasia que es la UE no ha tenido impacto alguno en las preocupaciones de los españoles. No hablo de la bolsa o el mundo de la empresa, pues estos ámbitos quedan fuera de toda duda a la hora de llegar a acuerdos comerciales. Son evidentes las ganas de entenderse con un mercado que nadie quiere perder. Ni Alemania quiere perder el mercado de RU ni viceversa. Pero en la legislación, en la burocracia, en la forma política que pudiera haber tenido esta UE completamente alocada, ya no están los británicos, que son de los pocos regímenes representativos y con un carácter radicalmente libre en el mundo.
La rabieta de niño chico que ha mostrado la UE, con un Junker increpando a Farage en el parlamento sobre qué estaba haciendo allí ahora que se habían ido. O esa urgencia que les están entrando a algunos de echarlos (¿echarlos? Pero si se van ellos) o no hablarles (una directiva interna de Junker previene de viajar o establecer conversaciones políticas con los parlamentarios británicos) es realmente un síntoma de que el luxemburgués se ha vuelto loco o que esta UE realmente ha perdido la cabeza, si es que alguna vez la tuvo. Deberíamos reflexionar mucho sobre este asunto del brexit en España. Es mucho más importante que las triquiñuelas de los politicastros que ahora quieren gobernar (todo depende de Sánchez) y que probablemente nos meterán en terceras elecciones. La política de pueblo que despliegan los jefes de partido me asombra incluso aunque quiera curarme de salud. El acontecimiento es histórico y nadie piensa en nuestra nación, ahora que algunos representantes de los ciudadanos de otros países están empezando a defender precisamente eso: los intereses de los ciudadanos.
La manifestación clara de que los partidos estatales españoles no piensan para nada en los gobernados es que entienden que los intereses de partido son los intereses de todo el mundo. Confunden ese concepto tan borroso como “bien común” o “interés general” como las urgencias y bajos instintos de partido. Al mismo Sánchez se le escapó en la noche electoral que podría su esfuerzo “al servicio de mi partido”, para añadir después “…y del interés general de todos los españoles". El caso paradigmático ha sido el de la reacción de Podemos, que al comprobar que ha perdido más de un millón de votos considera que los españoles son tontos por no votarles. La obsesión por llegar al poder de esta nueva formación estatal junto con la confusión entre sus intereses de partido y los intereses de todos los españoles les lleva a pensar, lógicamente, que los españoles no saben lo que les interesa. Ellos sí: su partido. Como todos los demás partidos. Pero esto es fruto, nuevamente, de no saber que la democracia son, simplemente, reglas de juego. La partidocracia también tiene sus reglas, pero la simiente fascista de Podemos no tolera simplemente que no se acate la “hoja de ruta” (como gusta ahora decir) que ellos tienen trazada en sus mentes.
En cualquier caso no quería comentar los resultados electorales porque se comentan solos. No obstante sí señalo el logro de los abstencionistas no solo de alcanzar el máximo porcentaje de abstención, sino de colocar en la encuesta del CIS un porcentaje que supera el 12% el cual se define como refractario al voto y con conciencia de ello, es decir, son abstencionistas activos: abstencionarios. Esta masa, que junto con los que no votan por diversos motivos, ya es un tercio de la población, no para de crecer y es de esperar que en unas posibles terceras elecciones aumente pues partidos “del cambio” como Ciudadanos o Podemos aglutinaron un voto que quería ser protesta y que no quiere votar ni a PP ni a PSOE. Probablemente vea que el único refugio para la dignidad sea la abstención.
Termino señalando de nuevo la lejanía de la política local de los asuntos verdaderamente importantes desde el punto de vista de la nación y su relación con el resto del mundo. No podemos tener unos dirigentes tan catetos e irresponsables que acumulen los problemas (por ejemplo el de la deuda del Estado, asunto a explotar de forma inminente) y miren para otro lado como si lo importante fuera el juego, no de la silla, sino del sillón. Que un partido como Podemos se aleje por ahora de los sillones del gobierno puede que tranquilice a algunos, pero los verdaderos problemas los seguimos teniendo y, lo peor de todo, los timoneles de esta nave en la que vamos todos son una panda de corruptos irresponsables sin relación con nosotros, los españoles.
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