Artículo de Manu Ramos
Recientemente se ha publicado un artículo en la Real Academia de la lengua Española (RAE) denominado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” en el que su autor, Ignacio Bosque, señala el uso incorrecto del español que numerosas “guías de lenguaje no sexista” están difundiendo en universidades, comunidades autónomas, sindicatos, ayuntamientos y demás centros públicos. El pleno de la RAE a suscrito este informe aduciendo que las recomendaciones de las guías contravienen la normativa, eliminan matices y (cómo no) nadie les ha consultado antes. Lo cierto es que la RAE lo deja muy claro: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico”.
Pero el uso de este desdoblamiento no es un fenómeno puramente genérico, también es numérico. No estamos ante una simple consecuencia del complejo de inferioridad feminista o de la ultracorrección progre. Es el habla socialdemócrata la que respira mediante esas expresiones. Si está claro que el género no marcado es el masculino y que en nuestro idioma este incluye al otro en la forma plural ¿por qué esa necesidad de demostrar que hay más individuos dentro del colectivo? ¿De dónde nace la necesidad de señalarse? Precisamente porque en la ideología socialdemócrata no hay diferencias, todo es gris. De ahí la constante compulsión lingüística de ponerse etiquetas vacías de contenido cual si se tratara de adolescentes que hacen todos lo mismo para poder ser diferentes.
Sociedad plural
La pluralidad en la sociedad es evidente. Somos diferentes de muchas formas y modos. No necesitamos hablar como hablan los políticos cuya “corrección” les ha llevado a grandes ridículos en su expresión pública que cualquiera que habla español puede notar. En España estamos acostumbrados a los constantes “todos y todas” del jefe del PSOE Pedro Sánchez. Ya desde el tiempo de la ex mujer de Felipe González, Carmen Romero, en el que dijo el conocido “jóvenes y jóvenes” (repetido por la desaparecida Elena Valenciano) hemos venido viendo cómo se desprecia el lenguaje en pro de la necesidad de los políticos por demostrar algo: que son plurales. Y, al igual que el acusado culpable que en el juicio ofrece un testimonio contumaz sobre los hechos delictivos, excusatio non petita accusatio manifesta. Es decir, si no era necesario decir que son plurales, la insistencia en ello se debe precisamente a que no lo son.
Las políticas
Ustedes escucharán muy a menudo el empleo del plural por los periodistas cuando hablan de las medidas de los diferentes gobiernos. Ya se trate del estatal, el de la comunidad autónoma o incluso el local. Siempre suelen emplear el sustantivo plural “políticas”: de empleo, económicas, culturales… ¡incluso políticas internacionales! Semejante aberración tiene una base ideológica que se encuentra en la misma raíz socialdemócrata de la innecesaria distinción de género que antes hemos explicado. A ello también se une la confusión que viene de un pretendido préstamo del inglés (politics) que intenta disimular la falta de conocimiento del propio idioma español y también del inglés.
“Política” sólo puede haber una. Lo que hay son diferentes “medidas”, “decisiones”, “estrategias”, “proyectos”, “intervenciones”… etc. Pero todas esas decisiones están basadas en una síntesis que el político –y ese es el verdadero arte de este servicio público– tiene que hacer para dar una respuesta a cada caso. La síntesis política es la política. Esta es la que rige las medidas que luego se tomarán.
Algunos han intentado argumentar que proviene del inglés en el que existe la diferencia politics/policy. Diferencia que no tenemos en español. Nosotros no decimos en plural “políticas” aunque los medios de comunicación sigan machacando la expresión porque se lo han escuchado a los periodistas de la CNN y BBC. ¿Cómo se pueden tener varias “políticas económicas”? Eso significaría que un gobierno que apostara por el ahorro al mes siguiente dilapidara gran parte del erario público mediante una expansión económica contrapuesta. O que cambiara de “políticas de empleo” eliminando subsidios de un lado y dándoselo a otros o erradicando todos los subsidios de golpe porque ya no se cree en el Estado del Bienestar. Además, la pluralidad de “políticas” llega a aspectos del gobierno que, si lo pensamos bien, son incomprensibles. ¿Qué significa tener “políticas culturales”? Es más, ¿qué es la “política cultural”? No voy a entrar en esto último aunque apunto el problema de fondo. El colmo viene al oír hablar de “políticas internacionales”. ¿Se imaginan tener una política con Rusia y luego tener otra con EEUU, otra con China, otra con Reino Unido, otra con Venezuela…? ¿Quién podría confiar en España? Se debe, por tanto, tener una política y aplicar medidas diferentes basadas en dicha política.
Plantar un bosque para ocultar los árboles
Entonces, podríamos preguntarnos de nuevo a qué se debe esa necesidad de pluralizarlo todo. Evidentemente, como hace siempre el lenguaje, la intención es ocultar algo. En España la mejor manera de ocultar algo es poniéndolo delante de todo el mundo y muy visible. De esta forma nadie sospecha puesto que se tiende a pensar que no estaría ahí si no tuviera razón de ser. Nadie cuestiona la falta de pluralidad en la política. El hecho es que conforme van adquiriendo poder todos los políticos españoles se parecen cada vez más entre ellos. Hablan igual, actúan igual, toman las mismas decisiones. Lo único que varía es la forma de repartir el dinero. A veces a unos les toca más y luego menos. Expresiones como “políticas culturales” o “políticas sociales” de repente cobran un sentido nuevo: a ver a quién le damos el dinero del Estado.
Cuando se dice “jóvenes y jóvenes”, “miembras”, “todos y todas”, no se intenta defender a las mujeres. Cuando se lleva un bebé al congreso de los diputados no se intenta cuidarlo y amamantarlo. Todos sabemos que esa no es la verdad. Lo que se intenta es hacer parecer como que les importa, pero la realidad es que ellos –los políticos estatales– no tienen relación con la sociedad civil. Pertenecen a una casta protegida cuya relación con la pluralidad de la sociedad es inexistente. No los elegimos y, por tanto, no son nuestros representantes. No representan la diversidad y el compromiso con la realidad de la nación española y tienen que realizar contorsiones y pronunciar discursos impostados y falsos para hacer ver que tienen en cuenta a todos (y todas).
Pero es una trampa para ellos mismos. Si en algún momento dejan de usar el plural o desdoblan los géneros ¿qué podríamos pensar? ¿Que son unos fascistas machistas y totalitarios? Si fueran coherentes deberían hablar así todo el rato, como condena por la afrenta al magnífico lenguaje español. Como castigo por traicionar a la nación a la que dicen representar y que sólo observan, de lejos, desde el Estado. Guarecidos en sus carteras aforadas. Viviendo en las sedes de los partidos que pagamos entre todos, queramos o no. ¿Cómo va a salir de ahí algo que se parezca a la sociedad española? Esa sociedad que tiene que apañárselas todos los días para pagar los impuestos que se llevan la mitad de un año trabajado.
Por eso hablan así. Por eso se justifican con ese lenguaje impostado, porque se sienten culpables y quieren dar la sensación de que se preocupan. Pero sabemos positivamente que les da igual porque no necesitan preocuparse. Sólo necesitan mirar a cámara, sonreír y esperar que los españoles vuelvan a meter papeles en las urnas.
Entonces, podríamos preguntarnos de nuevo a qué se debe esa necesidad de pluralizarlo todo. Evidentemente, como hace siempre el lenguaje, la intención es ocultar algo. En España la mejor manera de ocultar algo es poniéndolo delante de todo el mundo y muy visible. De esta forma nadie sospecha puesto que se tiende a pensar que no estaría ahí si no tuviera razón de ser. Nadie cuestiona la falta de pluralidad en la política. El hecho es que conforme van adquiriendo poder todos los políticos españoles se parecen cada vez más entre ellos. Hablan igual, actúan igual, toman las mismas decisiones. Lo único que varía es la forma de repartir el dinero. A veces a unos les toca más y luego menos. Expresiones como “políticas culturales” o “políticas sociales” de repente cobran un sentido nuevo: a ver a quién le damos el dinero del Estado.
Cuando se dice “jóvenes y jóvenes”, “miembras”, “todos y todas”, no se intenta defender a las mujeres. Cuando se lleva un bebé al congreso de los diputados no se intenta cuidarlo y amamantarlo. Todos sabemos que esa no es la verdad. Lo que se intenta es hacer parecer como que les importa, pero la realidad es que ellos –los políticos estatales– no tienen relación con la sociedad civil. Pertenecen a una casta protegida cuya relación con la pluralidad de la sociedad es inexistente. No los elegimos y, por tanto, no son nuestros representantes. No representan la diversidad y el compromiso con la realidad de la nación española y tienen que realizar contorsiones y pronunciar discursos impostados y falsos para hacer ver que tienen en cuenta a todos (y todas).
Pero es una trampa para ellos mismos. Si en algún momento dejan de usar el plural o desdoblan los géneros ¿qué podríamos pensar? ¿Que son unos fascistas machistas y totalitarios? Si fueran coherentes deberían hablar así todo el rato, como condena por la afrenta al magnífico lenguaje español. Como castigo por traicionar a la nación a la que dicen representar y que sólo observan, de lejos, desde el Estado. Guarecidos en sus carteras aforadas. Viviendo en las sedes de los partidos que pagamos entre todos, queramos o no. ¿Cómo va a salir de ahí algo que se parezca a la sociedad española? Esa sociedad que tiene que apañárselas todos los días para pagar los impuestos que se llevan la mitad de un año trabajado.
Por eso hablan así. Por eso se justifican con ese lenguaje impostado, porque se sienten culpables y quieren dar la sensación de que se preocupan. Pero sabemos positivamente que les da igual porque no necesitan preocuparse. Sólo necesitan mirar a cámara, sonreír y esperar que los españoles vuelvan a meter papeles en las urnas.
De la serie que has iniciado, éste es el tema que más me toca, pues llega al extranjero el desmedido uso que los medios de comunicación españoles hacen de las jilipuerteces de género y génera, siguiendo el jueguecito a sus patronos, los politicastros. Y no sólo en transcripción de lo dicho por éstos, sino en pleno uso por los mismos periodistas. Los alumnos de ELE leen así en la prensa cosas como que la Sra. Merkel es una política o Shakira una música (¡una música que hace música!) Cuando los estudiantes poseen cierto nivel es posible explicarles la jilipuertesca magnitud del asunto y hasta se ríen. Pero contravenir en el aula lo sistemáticamente observado en prensa es complicado y a veces terminan los alumnos con cara de pero que mestás contanding, killo. Si ya es dificil aprender un segundo idioma, tener además que lidiar con esta mamarrachada, (a veces incluso desde nivel A1, ¡no veas!), viene a sumar unos inconvenientes que, tal y como expones, igualmente confirma como, desde el propio aparato estatal están por la labor de calculadamente cargarse este bien público, uno más a su alcance: nuestro propio idioma.
ResponderEliminarPD: ¡Manu! ¡Has dicho "casta"!
Buen articulo
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