Artículo de Manu Ramos
Hoy, cuando un periodista del régimen o un político quieren transmitir seriedad al asunto del que tratan suelen decir que se trata de un asunto “de Estado”. Así suena como algo elevado, grave, muy por encima del resto de asuntos. Esta expresión suele venir aparejada de la palabra “pacto (de Estado)” y así ese acuerdo adquiere una relevancia casi divina. Y es que el Estado ha sustituido a la figura de Dios en la vida moderna. Ya no es Dios quien proveerá sino el Estado y de la misma forma que hay que creer en los designios divinos, es necesario un acto de fe cuando se habla de los “asuntos de Estado”.
En el periodo de formación de gobierno tras estas segundas votaciones se apela muy a menudo a la seriedad del pacto de Estado, a que hay que tener “altura de miras”, expresión esta última que analizaré en otro momento. Todo ello para olvidar las diferencias ideológicas y formar el dichoso gobierno que tanto desean ver nacer los periodistas-tertulianos en diferentes foros públicos. Sin adentrarme en lo imposible que sería esto si en España hubiera democracia con representación de los electores, me centro hoy en la expresión “de Estado” para analizar por qué y cuándo comenzó a usarse.
Para empezar aclaremos lo más básico ¿qué es el Estado? Muchos darán por sabida esta cuestión que yo creo necesario recordar una y otra vez. El Estado es la personalidad jurídica de la nación. ¿Y qué es la nación? Muy fácil: los españoles. Si se acabara con todos los españoles del mundo no habría nación y, claro, el Estado sería una cáscara vacía que se desvanecería. ¿Para qué sirve el Estado? Básicamente para entenderse con otros Estados, para organizar el ejército y mantener el orden interno. El resto es añadido al poder que pueda tener. La nación ha sido siempre sometida por el poder del Estado en diferentes formas: monarquía, dictadura, oligarquía… siempre porque tiene el monopolio de la fuerza. Esto sucedió hasta que se llegó al concepto de libertad política y entonces la nación partió al estado en dos y se dividió entre los poderes ejecutivo (Estado) y legislativo (nación). El judicial no es propiamente un poder en sí mismo, sólo aplica las leyes con independencia.
Con esta introducción pretendo centrar el concepto “Estado” y separarlo de “nación”, algo muy complicado en España pues en toda nuestra Historia los españoles hemos tenido una política en la que se tenga en cuenta a los españoles. Sólo en algunos momentos la nación se ha manifestado como pueda ser el caso de la Guerra de Independencia o manifestaciones espontáneas contra la opresión. Pero la nación española nunca ha tenido quien la represente. El Estado sí y de manera desastrosa en estos últimos tiempos.
Actualmente vivimos un régimen de “partidos de Estado” que no representan a los ciudadanos sino, efectivamente, al Estado. Más concretamente a cada una de las facciones del Estado. Están financiados por las arcas públicas, no se elige a los candidatos sino que el jefe del partido confecciona unas listas, no hay control de los votantes de ningún tipo… etc. Esto genera una “casta” (palabra que usó el partido estatal Podemos pero que ya no se oye en sus discursos) llena de privilegios y blindada de la nación que observa atónita el espectáculo estatal. Esta obra teatral tiene diferentes actos y escenas, todas ellas con la coletilla “de Estado”. No hacen sino señalar su carácter estatal, separada de la nación.
Ya desde la época de Franco se empezó a usar esa expresión cuando el dictador se reunía con jefes de otros Estados, por ejemplo, para una reunión durante el desayuno: “desayuno de Estado”. En ese caso puede tener sentido aunque, si son dos o más representantes, debería denominarse “desayuno de Estados” pues son varios los que le dan al café y pan con aceite. Ejemplos de este uso los hemos visto muy diversos: almuerzos de Estado, cenas de Estado, bodas de Estado, funerales de Estado, etc. La hija de Aznar se casó bajo la pompa y el boato propios de una boda de Estado, usando precisamente un inmueble del Patrimonio Nacional. La socialdemocracia tiende a definirse a sí misma con sus expresiones, sólo hay que estar atento y entender lo que se dice. Los medios españoles han denominado “funeral de Estado” en Francia al acto que Hollande ha llevado a cabo en desagravio por las víctimas del terrible atentado en Niza. El periodista español entiende que todo lo que haga el Estado, es “de Estado”, confundiendo el quién con el qué. Por eso, todo lo que hagan los partidos en España es “de Estado”. Absolutamente todo.
Llama la atención el uso de este término para consumo interno de un país. Como dijimos antes, la función de Estado es principalmente exterior, hacia otros actores internacionales. Son los legisladores los que tratan temas internos pero, claro, aquí el ejecutivo y el legislativo están mezclados. En el caso de que el presidente de EEUU viniera a reunirse con el rey, sería una “reunión de Estado”. ¿Por qué entonces se denomina “pacto de Estado” cuando el PP se quiere entender con otros partidos, ya sea Ciudadanos o los independentistas? Se ve de manera patente que son facciones del Estado hablando y pactando entre ellas. No son países diferentes sino partes del propio Estado que negocian entre ellas. La nación ni está ni se le espera.
Existen otros aspectos de la expresión que consideramos en estas líneas como la “razón de Estado”. Este es un concepto que tiene entidad en sí misma y no entra dentro de las expresiones socialdemócratas que quiero tratar. También hemos visto en España las atroces consecuencias del “crimen de Estado” con los GAL como mayor escándalo de abuso del poder ejecutivo. Estos dos casos merecen un análisis más detallado. Aquí trato simplemente la espuma lingüística que surge de las ligeras aguas socialdemócratas.
Añadir a cualquier acto político interno la fórmula “de Estado” indica inmediatamente que la nación está olvidada, que no tenemos representantes. Es una manera más de descubrir, con sus propias palabras, el engaño constante de la partidocracia. Un régimen que, como ya señaló la doctrina legal alemana de la que bebe nuestra constitución, ha integrado a las masas en Estado. Por eso todo es cuestión “de Estado”. Algún día la nación tendrá que alzarse y liberarse del sometimiento que seguimos soportando bajo este yugo “de Estado”.
Para empezar aclaremos lo más básico ¿qué es el Estado? Muchos darán por sabida esta cuestión que yo creo necesario recordar una y otra vez. El Estado es la personalidad jurídica de la nación. ¿Y qué es la nación? Muy fácil: los españoles. Si se acabara con todos los españoles del mundo no habría nación y, claro, el Estado sería una cáscara vacía que se desvanecería. ¿Para qué sirve el Estado? Básicamente para entenderse con otros Estados, para organizar el ejército y mantener el orden interno. El resto es añadido al poder que pueda tener. La nación ha sido siempre sometida por el poder del Estado en diferentes formas: monarquía, dictadura, oligarquía… siempre porque tiene el monopolio de la fuerza. Esto sucedió hasta que se llegó al concepto de libertad política y entonces la nación partió al estado en dos y se dividió entre los poderes ejecutivo (Estado) y legislativo (nación). El judicial no es propiamente un poder en sí mismo, sólo aplica las leyes con independencia.
Con esta introducción pretendo centrar el concepto “Estado” y separarlo de “nación”, algo muy complicado en España pues en toda nuestra Historia los españoles hemos tenido una política en la que se tenga en cuenta a los españoles. Sólo en algunos momentos la nación se ha manifestado como pueda ser el caso de la Guerra de Independencia o manifestaciones espontáneas contra la opresión. Pero la nación española nunca ha tenido quien la represente. El Estado sí y de manera desastrosa en estos últimos tiempos.
Actualmente vivimos un régimen de “partidos de Estado” que no representan a los ciudadanos sino, efectivamente, al Estado. Más concretamente a cada una de las facciones del Estado. Están financiados por las arcas públicas, no se elige a los candidatos sino que el jefe del partido confecciona unas listas, no hay control de los votantes de ningún tipo… etc. Esto genera una “casta” (palabra que usó el partido estatal Podemos pero que ya no se oye en sus discursos) llena de privilegios y blindada de la nación que observa atónita el espectáculo estatal. Esta obra teatral tiene diferentes actos y escenas, todas ellas con la coletilla “de Estado”. No hacen sino señalar su carácter estatal, separada de la nación.
Ya desde la época de Franco se empezó a usar esa expresión cuando el dictador se reunía con jefes de otros Estados, por ejemplo, para una reunión durante el desayuno: “desayuno de Estado”. En ese caso puede tener sentido aunque, si son dos o más representantes, debería denominarse “desayuno de Estados” pues son varios los que le dan al café y pan con aceite. Ejemplos de este uso los hemos visto muy diversos: almuerzos de Estado, cenas de Estado, bodas de Estado, funerales de Estado, etc. La hija de Aznar se casó bajo la pompa y el boato propios de una boda de Estado, usando precisamente un inmueble del Patrimonio Nacional. La socialdemocracia tiende a definirse a sí misma con sus expresiones, sólo hay que estar atento y entender lo que se dice. Los medios españoles han denominado “funeral de Estado” en Francia al acto que Hollande ha llevado a cabo en desagravio por las víctimas del terrible atentado en Niza. El periodista español entiende que todo lo que haga el Estado, es “de Estado”, confundiendo el quién con el qué. Por eso, todo lo que hagan los partidos en España es “de Estado”. Absolutamente todo.
Llama la atención el uso de este término para consumo interno de un país. Como dijimos antes, la función de Estado es principalmente exterior, hacia otros actores internacionales. Son los legisladores los que tratan temas internos pero, claro, aquí el ejecutivo y el legislativo están mezclados. En el caso de que el presidente de EEUU viniera a reunirse con el rey, sería una “reunión de Estado”. ¿Por qué entonces se denomina “pacto de Estado” cuando el PP se quiere entender con otros partidos, ya sea Ciudadanos o los independentistas? Se ve de manera patente que son facciones del Estado hablando y pactando entre ellas. No son países diferentes sino partes del propio Estado que negocian entre ellas. La nación ni está ni se le espera.
Existen otros aspectos de la expresión que consideramos en estas líneas como la “razón de Estado”. Este es un concepto que tiene entidad en sí misma y no entra dentro de las expresiones socialdemócratas que quiero tratar. También hemos visto en España las atroces consecuencias del “crimen de Estado” con los GAL como mayor escándalo de abuso del poder ejecutivo. Estos dos casos merecen un análisis más detallado. Aquí trato simplemente la espuma lingüística que surge de las ligeras aguas socialdemócratas.
Añadir a cualquier acto político interno la fórmula “de Estado” indica inmediatamente que la nación está olvidada, que no tenemos representantes. Es una manera más de descubrir, con sus propias palabras, el engaño constante de la partidocracia. Un régimen que, como ya señaló la doctrina legal alemana de la que bebe nuestra constitución, ha integrado a las masas en Estado. Por eso todo es cuestión “de Estado”. Algún día la nación tendrá que alzarse y liberarse del sometimiento que seguimos soportando bajo este yugo “de Estado”.
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