Artículo de José Antonio Peña
Para colmo de desvergüenza e irresponsabilidad, algunas de las quinielas incluyen payasadas de diferente orden, por ejemplo la que permitiría a Mariano ser investido en la foto finish ya bien entrado agosto y en pleno despiste vacacional y de fiestas patronales, de manera épica: unos diputados del PSOE se abstendrían (mediando seguramente alguna algarada o performance, al ERC o UP style) a la vez que otros, a mayor gloria del acto, se quedarían escondidos en los aseos, en la cantina o vaya usted a saber dónde, mientras cara al respaldar de su escaño contaría en voz alta Pedro como en el juego del escondite hasta que efectivamente todos estuviesen escondidos.
Que sean estas fórmulas que realmente baraje el futuro poder legislativo para investir al presidente del poder ejecutivo (al menos no se contempla aún que Mariano concurra a la Secretaría General del PSOE) y que la convocatoria de terceras elecciones dependa más de cómo unos y otros podrían escapar en ellas, que de la consideración como irresponsable de la convocatoria misma, resulta impropio de un país democrático con instituciones sólidas y serias -que ni tienen por qué ser demasiadas ni necesariamente estatales-, del cual peligrosamente nos aleja la cada vez más gamberra socialdemocracia (mención aparte merece la situación en Cataluña, con una Generalitat pionera en el deterioro político e institucional y que, tras numerosas elecciones al Parlament y consultas on y off shore en pocos años, se prepara para unas previsibles nuevas elecciones autonómicas, también en otoño, ya con CDC vestida de Partit Demòcrata Català y la CUP como el camarote de los Hermanos Marx –perdón por el chiste fácil–.
Resulta inaudito y vergonzoso, y peligroso para el conjunto, que grupos parlamentarios dirigidos por cúpulas partidistas que en lo fundamental -y en muchísimos detalles- comparten programas y agendas estén dispuestos a estrujar las instituciones y a poner a prueba las costuras políticas e institucionales del país hasta ese extremo, en beneficio propio (a cargo, por supuesto, del contribuyente, humillante denominación que en el consenso socialdemócrata recibe el saqueado ciudadano). Dichas cúpulas continúan pasando Rubicones, sin mediar eso sí la heroicidad de Julio César cruzando con sus legiones el río Rubicón -frontera con la Galia Cisalpina-, sino el ahondamiento en la degradación política e institucional del país, ahora a lomos de una incomprensiblemente festejada recuperación económica a la española, basada en el chiringuito de playa, el tintorro y la sustitucioncilla estival.
Además, y salvo
sorpresa, el gobierno que a duras penas se conforme difícilmente agotará los
cuatro años de legislatura, por lo que no saldremos de esta endemoniada
situación; que la socialdemocracia esté herida de muerte y carezca de programa
político más allá que el de deambular por caminos erráticos la convierte en más
peligrosa aún para los ciudadanos dada su firme disposición a
autoconsumirse antes que a reconsiderar siquiera otros caminos. Resistir, y
conservar, mientras llega la defunción, el patrimonio moral de siglos de
liberalismo, es lo que corresponde a los cada vez más numerosos amantes de la
libertad. Otra cuestión es cuándo llegará el deceso, y cómo y quién gestionará
la demolición y la reconstrucción. Veremos. Siempre con ilusión.
(“El Herald Post”, julio de 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario