Artículo de Rafa G. García de Cosío
En
los últimos días he sido testigo directo de una gran injusticia que me ha
afectado directamente. Posteriormente, he consultado un artículo del New
York Times en el que se habla de otra injusticia diferente. Ambas afectan a
aquellos con menos recursos, y son generadas -sorpresa, sorpresa- por la
socialdemocracia.
Vayamos
por partes. Ordenaré el primer caso dentro de la micropolítica, porque me
ocurrió en el día a día: para ser exactos, en el trabajo. Por cláusulas de
contrato, no puedo dar muchos detalles, pero sí diré que tiene que ver con mis
clientes, altos directivos que ganan en torno a 10.000 euros al mes. Uno de
ellos, ciudadano europeo, se puso a rellenar un formulario en clase para poder
recibir del Estado alemán -al que yo contribuyo con un sueldo tres veces más
bajo- un subsidio familiar por cada hijo, que, además, es doce veces mayor -han
leído bien, doce veces mayor- que en su país de origen. Y su país de origen
está en Europa occidental. Al indagar lo que hacía, mi otro cliente, su colega
(con el mismo sueldazo), se burló de mí dándome las gracias por mis impuestos.
Me pareció mucho más cruel de lo que mi cara consiguió disimular. Es evidente
que esta ayuda estatal a la procreación debería tener algún límite, no sólo con
respecto al patrimonio del receptor, sino también para aquellos que provengan
de países con fiscalidad totalmente diferente.
El
segundo caso que me sorprendió entra dentro de la macropolítica, porque no me
afectó directamente aunque podría, en el futuro. En todo caso, es otra medida
socialdemócrata con la única consecuencia de la ralentización de la economía y
el perjuicio a los ahorradores. Se trata de la Foreign Account Tax
Compliance Act, o Fatca, una ley de Estados Unidos que, habiendo
entrado en vigor plenamente en 2015, impone sanciones a los bancos que no
informen debidamente al gobierno americano sobre los datos de clientes que
hayan decidido depositar sus ingresos en cuentas en el extranjero. Estas
sanciones llegan hasta el 30 % de los ingresos de dichos bancos generados en
Estados Unidos. El corolario es un esfuerzo burocrático titánico para
identificar a dichos clientes -jubilados, sobre todo-, quienes viven fuera de
su país y acaban perdiendo sus cuentas de ahorro, hipotecas o planes de
pensiones, porque las instituciones financieras los observan como clientes
problemáticos a los que irremediablemente aplican las sanciones o impuestos de
marras.
la social"democracia" es la mayor estafa totalitaria y corrupta del siglo XX y XXI
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