Artículo de Manu Ramos
Reino Unido acaba de decir que no quiere seguir en la Unión
Europea. Uno de los pocos países de Europa que no cayó en manos del
totalitarismo del siglo XX ha intuido en las instituciones de la UE una nueva
forma de totalitarismo y nos da un aviso al resto de firmantes de esta unión de
estados de la que aún formamos parte.
Quiero empezar por distinguir entre los conceptos de estado
y nación para poder justificar el título de mi intervención semanal en este
medio libre. La nación la forma el conjunto de individuos que tienen una unión
tanto cultural como de civilización: lengua, religión, rasgos físicos,
patrimonio material en inmaterial, folclore, leyes, arte, dinastías, accidentes
geográficos, hechos históricos… todo ello conforma de manera inconsciente a las
diferentes naciones que se han ido conformando en el mundo. No tiene una forma
determinada, no hay nadie que hable por ellas. Las naciones se manifiestan de
muchas formas, su orgullo, su forma de ser se expresa en todas las expresiones
humanas posibles pero no tiene una sola voz. Digamos que es un resultado
colectivo no buscado.
Los estados ya son otra cosa. Es cierto que los heredamos,
pero sí son algo mucho más dependiente de la voluntad. Como definición legal, podríamos
decir que el estado es la personificación jurídica de la nación. Es el conjunto
de instituciones de las que se vale una sociedad para gestionar de forma
conjunta un territorio. El estado está íntimamente asociado al territorio. No
ocurre esto necesariamente con la nación. Hemos visto naciones vagar por la
tierra sin estado ninguno.
Hecha esta distinción muy de forma muy somera, la Unión
Europea (UE) es un conjunto de estados que, después de la Comunicad Económica
Europea (CEE) hecha de acuerdos comerciales, acordaron tener leyes comunes para
regir los territorios de cada uno de dichos estados. Las naciones nunca han
sido tenidas en cuenta, a pesar de que son estas el sustento material del
estado. De hecho, Europa es un producto de todas las guerras, manifestaciones
culturales y lenguas que se han encontrado en esta parte del mundo. Quien
quiera negar ese patrimonio y construir un edificio sin conocer los cimientos,
probablemente verá cómo se resquebraja con el tiempo. Es lo que estamos viendo.
En España no tenemos democracia, eso lo llevo diciendo desde
hace mucho tiempo. Uno de los motivos básicos es que la forma del estado no la
ha decidido la nación. La constitución de nuestro estado actual (la del 78) fue
un papel redactado por 6 “padrinos” que luego, con un sí o un no, refrendaron
los españolitos de entonces sin saber muy bien de qué se trataba. La nación no
tenía los representantes que los liberales ingleses ya tenían en su parlamento
antes de la independencia de su colonia americana. Los representantes de cada
grupo de electores (distrito) son los que en Reino Unido han llamado a votar a
sus conciudadanos, a la nación, para decidir si quieren seguir estando en la UE
y ellos han dicho que esa cosa de Bruselas no tiene nada que ver con ellos: en
la UE no hay representantes, las leyes las hacen burócratas sin conexión con el
resto de las naciones europeas.
Inglaterra, Gales, Escocia, en su conjunto, han decidido no
dejarse regir por leyes que no controlan ellos. Es el retorno de las naciones que
en Europa está aflorando poco a poco y que da esperanza para que en España
también despierte nuestra nación y tenga la decencia de forzar que haya una
forma de estado democrática, es decir, con separación de poderes. Pero la
lección que siempre debemos aprender de los británicos es que ellos sí tienen
representantes. Ellos sí pueden alzar su voz como nación y con el “Brexit” nos están diciendo que la UE no
se basa en las decisiones de los ciudadanos sino de las decisiones de
burócratas que a saber qué intereses tienen en juego cuando implantan las
directivas europeas o cuando deciden qué sectores productivos, precios u
opciones de mercado debemos seguir en cada momento. Por no hablar de la gestión
de los impuestos, los servicios sociales, las pensiones… el estado del
bienestar.
Europa no es menos con el Brexit porque. Europa no es la UE sino sus naciones. Muchos medios de comunicación estatalistas intentan criticar los movimientos políticos que están surgiendo en diferentes partes que reivindican la nación (llamándolos populistas, ultra-derecha o radicales) y, a pesar de ello, el sentimiento de rechazo a esta prótesis de Bruselas es cada vez mayor. El nacionalismo es una ideología de la nación y por ello es equivocado. La nación no puede ser entendida de una forma unívoca. Aquél que dice hablar en nombre de la nación es un totalitario. Pero los nacionales sí pueden manifestarse en su conjunto defendiendo su existencia, su patrimonio. No es malo sentirse español, es algo normal. Uno reconoce su tierra, sus costumbres, su lengua… Una vez que nos quitemos ese miedo a reconocernos como nación tendremos que señalar de entre nosotros a representantes por cada distrito que expresen lo que quiere la mayoría. Si llegamos a ese nivel político, podremos albergar la esperanza de ser libres. Los británicos ya lo son y han manifestado que quieren seguir siéndolo. Aprendamos de ellos.
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