Artículo de José Antonio Peña
El monólogo de cuatro, que, como no podía ser de otra manera y para no perder las buenas costumbres, dedicó sus primeros veinte minutos a dar cera a los pequeños, medianos y grandes empresarios, fue un cuádruple derroche de mentiras reiteradas y descaro hacia la ciudadanía, que escuchó durante más de dos horas en prime time los planes de la élite extractiva para continuar malversando su libertad y sus dineros, con ofertas de 3×2 y todo a 100 refutables con papel y lápiz por cualquiera al que el bienestar del estado se haya dignado a medio alfabetizar y no anhele con fervor ser vilmente engañado.
Baste señalar los nuevos cheques-bebé de Mariano, la pretensión de Albert de dragar la sociedad en busca de evasores fiscales, el impuesto finalista de Pedro para sufragar pensiones (que según él pagarían las multinacionales, con las que por tanto debería estar muy agradecido…), o una de las primeras medidas chavistas para crear empleo: un plan de mejora del cierre de ventanas y puertas de viviendas para hacerlas eficientes energéticamente, que realizarían desempleados subvencionados por el estado (desconocemos si al menos dejará elegir Pablo II entre madera, aluminio o PVC), y que, aparte de tratarse de la típica medida de dictadores -que primero de todo se meten en las casas de los ciudadanos a disponerles la vida-, no generará riqueza porque simplemente moverá recursos de un lado a otro, sin atender las necesidades de los agentes económicos en el Mercado.
Los ciudadanos, sobre todo los que menos tienen, son quienes van a pagar las trágicas consecuencias de los eslóganes, ocurrencias y lugares comunes keynesianos, cuando no directamente marxistas, de cuatro cartomantes irresponsables que se niegan a bajar los impuestos y a liberalizar la economía, más aún a la espera de que la entidad socialista Bruselas comience a apretar el mismo 27-J. Este estado saquea a unos, a otros, y a los de más allá, al tiempo que hace creer a todos que todos viven a costa del estado y que son otros los que pagan la fiesta. ¡Como si los vendedores de clínex de los semáforos no pagaran el IVA de los alimentos! (gran medida social el gravar los bienes de primera necesidad), ¡como si los que menos poseen no pagaran el criminal 21% de IVA!… ¿cómo?, ¡ah, entiendo, que el estado primero te lo quita para luego devolvértelo de otra manera!, ¡entonces sí!….
Ése precisamente es el gran fraude del último siglo y medio de la Humanidad, que un mal estudiante de primaria podría descubrir por sí solo haciendo su Vacaciones Santillanatumbado en la arena de la playa, pero que la sociedad en su conjunto se resiste a entender, por múltiples razones, como el imperio de la mentira -la primera de las fuerzas que dirigen el mundo, según Ravel-, pero también la naturaleza acomodaticia de muchos, o la pereza, no por casualidad siempre ensalzada por el socialismo, por ejemplo en El derecho a la pereza, de Lafargue, yerno de Marx que colaboró en España con Pablo Iglesias I, fundador del PSOE. El 15-M, el mayor ejercicio colectivo de pereza mental, escasez de ideas y servidumbre estatal de las últimas décadas, fue la consecuencia de la abyecta socialdemocracia, y la causa de la tragedia que nos ronda. Ya entonces no vimos carteles en las plazas defendiendo la propiedad privada, ni exigiendo la supresión de la cuota a los autónomos y la liberación fiscal de los ciudadanos, ni defendiendo a los pequeños ahorradores y la libertad en materia educativa y sanitaria. Vimos lo que vimos. No otra cosa. Y eso tenemos. Que no olviden nunca los que nos sucederán, aunque difícilmente las generaciones mantienen buena interlocución entre sí, que antes de inaugurar en nuestro país el socialismo del siglo XXI, habíamos inaugurado la socialdemocracia del XX.
Baste señalar los nuevos cheques-bebé de Mariano, la pretensión de Albert de dragar la sociedad en busca de evasores fiscales, el impuesto finalista de Pedro para sufragar pensiones (que según él pagarían las multinacionales, con las que por tanto debería estar muy agradecido…), o una de las primeras medidas chavistas para crear empleo: un plan de mejora del cierre de ventanas y puertas de viviendas para hacerlas eficientes energéticamente, que realizarían desempleados subvencionados por el estado (desconocemos si al menos dejará elegir Pablo II entre madera, aluminio o PVC), y que, aparte de tratarse de la típica medida de dictadores -que primero de todo se meten en las casas de los ciudadanos a disponerles la vida-, no generará riqueza porque simplemente moverá recursos de un lado a otro, sin atender las necesidades de los agentes económicos en el Mercado.
Los ciudadanos, sobre todo los que menos tienen, son quienes van a pagar las trágicas consecuencias de los eslóganes, ocurrencias y lugares comunes keynesianos, cuando no directamente marxistas, de cuatro cartomantes irresponsables que se niegan a bajar los impuestos y a liberalizar la economía, más aún a la espera de que la entidad socialista Bruselas comience a apretar el mismo 27-J. Este estado saquea a unos, a otros, y a los de más allá, al tiempo que hace creer a todos que todos viven a costa del estado y que son otros los que pagan la fiesta. ¡Como si los vendedores de clínex de los semáforos no pagaran el IVA de los alimentos! (gran medida social el gravar los bienes de primera necesidad), ¡como si los que menos poseen no pagaran el criminal 21% de IVA!… ¿cómo?, ¡ah, entiendo, que el estado primero te lo quita para luego devolvértelo de otra manera!, ¡entonces sí!….
Ése precisamente es el gran fraude del último siglo y medio de la Humanidad, que un mal estudiante de primaria podría descubrir por sí solo haciendo su Vacaciones Santillanatumbado en la arena de la playa, pero que la sociedad en su conjunto se resiste a entender, por múltiples razones, como el imperio de la mentira -la primera de las fuerzas que dirigen el mundo, según Ravel-, pero también la naturaleza acomodaticia de muchos, o la pereza, no por casualidad siempre ensalzada por el socialismo, por ejemplo en El derecho a la pereza, de Lafargue, yerno de Marx que colaboró en España con Pablo Iglesias I, fundador del PSOE. El 15-M, el mayor ejercicio colectivo de pereza mental, escasez de ideas y servidumbre estatal de las últimas décadas, fue la consecuencia de la abyecta socialdemocracia, y la causa de la tragedia que nos ronda. Ya entonces no vimos carteles en las plazas defendiendo la propiedad privada, ni exigiendo la supresión de la cuota a los autónomos y la liberación fiscal de los ciudadanos, ni defendiendo a los pequeños ahorradores y la libertad en materia educativa y sanitaria. Vimos lo que vimos. No otra cosa. Y eso tenemos. Que no olviden nunca los que nos sucederán, aunque difícilmente las generaciones mantienen buena interlocución entre sí, que antes de inaugurar en nuestro país el socialismo del siglo XXI, habíamos inaugurado la socialdemocracia del XX.
(“El Herald Post”, junio de 2016)
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