Artículo de José Antonio Peña
Hace unos días
se recordaba, Íñigo (según algunos eres comunista moderado, valga el oxímoron),
tu comentario sobre que los venezolanos están haciendo colas en los
supermercados porque ahora son más ricos y porque tienen… ¡simple
curiosidad al ver que tanta gente lo hace! También, por supuesto, por culpa del
Mercado y del boicot del empresariado, tremendamente interesado en reducir
ventas para obtener pérdidas y, a ser posible, arruinarse. Como todos sabemos,
cuando uno pasea por Zurich, Sidney o Wellington, lo primero que ve son ricos
ciudadanos suizos, australianos y neozelandeses haciendo colas de largas horas
para curiosear a la par que esperan para comprar papel higiénico o hurtar
mendrugos de pan. También uno ve enseguida lustrosos niños suizos, australianos
y neozelandeses husmeando en la basura, con hambre y vendiendo por las calles
cigarrillos y gasoil. ¿Quién no ha visto a los habitantes de Ginebra en masa
asaltando badulaques para
hacerse con rábanos, pijotas y arenques? Como todo el mundo también sabe,
Suiza, Australia y Nueva Zelanda no son tres de las economías más libres del
planeta según el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage (que
podrían serlo muchísimo más aún si los estados retrocediesen), sino economías
planificadas quinquenalmente por dirigentes políticos y burócratas. Es
normal, a más riqueza, más desabastecimiento, más colas, y más curiosidad por
ver quién hay en ellas.
No me molestaré
esta vez en calificar tu posicionamiento, Íñigo, que es propio de un hombre
mesurado, cabal y lleno de principios. Con Íñigo y Asociados, Albert, es
con quien tú, hace unas semanas, antes de viajar a Venezuela y quedar
conmocionado por su cruda realidad, te reuniste, junto a Pedro, a ver si en el
último suspiro (hasta el rabo todo es
Diablo, ¿no?) entre los dos metíais a Podemos en el saco de la abstención
de la investidura. Luego, al salir de la reunión, después de que Pablo os diese
sopas con honda -consciente de que la olla está a presión y no toca poner el
fuego al mínimo-, dijiste que no, que era sólo por probar, por ver si Podemos
cambiaba de parecer, porque no hubiera dudas… Como todo el mundo sabe, una
conversación de una sola hora en una sala, con la prensa agolpada en la puerta,
basta para que un puñado de socialdemócratas convierta a un puñado de
comunistas en anarco-capitalistas… es lo que suele ocurrir en estos casos. Así
nos va: socialdemócratas convenciendo a comunistas de que se hagan
socialdemócratas, y comunistas convenciendo a socialdemócratas de que se hagan
comunistas (casi más sentido tiene esto último, ya puestos…).
Albert, ¿de qué
conversasteis con Pablo?, ¿le afeasteis su emoción en la televisión venezolana
al escuchar al difunto Chávez? (Me emociona escuchar al comandante. Se le echa
mucho de menos. Cuántas
verdades nos ha dicho este hombre); ¿en qué puntos creíais que podíais
converger? Ilústranos. Porque en Francia, nadie se sienta a hablar siquiera con
los políticos del Frente Nacional (versión francesa de Podemos), que de hecho
no disfruta de mayor poder político porque no encuentra aliados. ¿Sabes por
qué? Porque defiende cosas como priorizar a los nacionales franceses en los hospitales.
Cosas no mejores defiende Podemos, y sin embargo ya han entrado en muchas
instituciones políticas gracias a pactos con los socialdemócratas de todos los
partidos. Si es que, Albert, sois muy dialogantes con las nuevas fuerzas
políticas, y también con las viejas, a la par que muy duros contra los
regímenes enquistados; de hecho, como todo el mundo sabe, en el parlamento
andaluz C’s tiene al gobierno socialista en un sin vivir, sin pegar ojo por
temor a caer en cualquier momento. Se nota, sí, Albert, se nota muchísimo la
mano de C’s en Andalucía. No sabes cuánto. Por cierto, la próxima vez -la
habrá…- recuerda a los dirigentes de Podemos la carta que en 1858 Marx escribió
a Engels en la que se refería a Simón Bolívar, figura que se ha apropiado el chavismo,
como el “canalla más cobarde, brutal y miserable”.
La diferencia
entre Mariano, Albert, Pedro y Pablo, es de grado -y de algún elemento estético
de vestimenta y formas-, pero nunca de esencia. Es muy fácil entenderlo con
este ejemplo: si la cochambrosa socialdemocracia de derechas del PP sube el IVA
del 16% al 21%, ¿por qué ahora no iba a poder subirlo Podemos al 26%?, ¿por
qué?, ¿cuál es el argumento? Mariano, ¿con qué argumento y legitimidad moral
acusáis ahora de comunista a Pablo?, ¿con el de que va a laminar la separación
de poderes?, ¿con el de que va a manipular los medios de comunicación
estatales?, ¿con el de que va a subir los impuestos y gastar lo que no se
tiene?… Eso ya se viene perpetrando desde hace años, no lo ha inventado Pablo.
Eso sí, Pablo lo va a perfeccionar, con brocha fina, pero el boceto
socialdemócrata ya se lo habéis hecho. La secuencia comienza a asemejarse a la
griega: la socialdemocracia de derechas y de izquierdas hunde a una sociedad
con escasa tradición democrática y débil cultura política, y luego se la pone
en bandeja a los hombres de negro marxistas (que vienen ya vestidos de riguroso
luto para ir adelantando…), expertos en situaciones adversas, pues décadas de
hambre y miseria moral curten lo que
no está en los escritos.
Los próximos
carnavales políticos se nos avecinan únicos e inolvidables: socialdemócratas de
derechas e izquierdas disfrazados de comunistas para cumplir su auténtico sueño
al menos una vez en la vida, comunistas vestidos de socialdemócratas para rememorar
con añoranza los años de tibieza e ingenuidad, y recaudadores fiscales
disfrazados del Conde Drácula para limpiar su imagen. Y los ciudadanos jugando
al juego de las sillas, hasta que la música pare…
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