Artículo de Rafa G. García de Cosío
Hay pocas cosas que unan más a los españoles que la tortilla de patatas, El Corte Inglés y la selección nacional de fútbol. Esta última, sobre todo cuando golea. Antes de ayer fueron tres goles contra Turquía, heredera de aquel Imperio Otomano al que tambió batió España hace algunos siglos en la batalla de Lepanto.
El partido de la Eurocopa no fue lo único que me recordó a Lepanto. Y es que en aquella batalla participó el venerado Miguel de Cervantes, quien, además de aportar al mundo la novela más importante para la sociedad occidental, dio nombre al Instituto que representa nuestra cultura y nuestra lengua por todo el planeta, el Instituto Cervantes. Pues bien, en la sede del Instituto Cervantes de Frankfurt tuvo lugar este fin de semana el seminario de curso de especialización en la enseñanza del sistema verbal en el aula de español, impartido por el profesor Javier Villatoro, donde también pude disfrutar de una goleada por 3-0.
El primer gol vino
del profesor Villatoro, un cordobés que se presentó como serio pero que
resultó ser un cachondo. Y precisamente poder de entretenimiento es lo
que necesita un experto en gramática y en formación de profesores.
Asistido por la lengua de Cervantes y Nebrija -cuyo apellido en realidad
era Lebrija, pero quiso ser romano antes que sevillano-, Villatoro
regateó a los estereotipos y metió un gol a aquellos que se han empeñado
en las últimas décadas en relegar al andaluz a los más bajos estratos
de la televisión o la vida social y laboral en general. Un ponente
cordobés dando clase de gramática cognitiva a profesores de España,
Cuba, Argentina, Colombia, Perú y Ecuador es un privilegio y un alivio
en el marcador del sufrido andaluz.
El segundo gol, todo un golazo del colaborador del Instituto Cervantes de Frankfurt, Rubén Cabello, fue encajado por aquellos nacionalistas que hacen uso de la lengua de todos manipulándola para sus propios intereses. Una pena que el estadio no estuviera a rebosar... Al preguntarle de dónde era, Cabello, que moderaba el acto, me dijo que de Cataluña, concretamente ''Lérida''. Me quedé ojiplático. Tengo que salir de España para encontrarme a mis 28 tacos al primer catalán que dice ser de Lérida y no Lleida? Cabello lo explica mejor: ''Bueno, es que gramaticalmente no es correcto decir Lleida si estás hablando castellano. Es como decir New York. Pero bueno, en las próximas generaciones quedará el nombre de Lleida''. Tiene toda la razón del mundo. Pero ese gol a los fantasmas separatistas no nos lo quita nadie, pensé para mis adentros.
El tercer gol fue el mejor, de esos que entran en el tiempo de descuento. Fue cuando descubrí, casi al final del seminario, la importancia de que tantas nacionalidades de hispanohablantes se reunieran para compartir, discutir y aportar trucos, consejos y reglas sobre temas lingüísticos como el subjuntivo. Es triste contemplar a veces cómo la agresividad de los latinos -los de la península y los del cono sur-, especialmente en Internet, lleva a los peores enfrentamientos entre hermanos. Qué mierda es esa de crear diferencias con la lengua, o de intentar dividir a los pueblos con los usos típicos que se hacen del idioma? Después de todo, como explicó y repitió Villatoro, ''la lengua no representa la realidad, son dos cosas distintas''. La lengua en todo caso solo puede enriquecernos y contribuir a la comunicación y la unión. Por muy tópico y cursi que suene, parece que en España esto aún no lo tenemos nada claro.
Un fin de semana pleno y feliz para recuperar terreno perdido por el amor a la hispanidad.
Un fin de semana pleno y feliz para recuperar terreno perdido por el amor a la hispanidad.
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