Artículo de Paco Romero
“No se puede abordar una lucha seria contra la corrupción si todos y
cada uno de nosotros no entonamos, cada cual a su escala, un mea culpa sincero y rompedor”
La sociedad española se enfrenta en los últimos años a
desafíos que hubieran sido impensables hace una década: la deriva nacionalista y el ascenso
populista se han revelado como las dos
principales dificultades que habrán de enfrentar de forma decidida y
categórica los ciudadanos españoles en el próximo lustro.
Ambas dos llegaron en comandita convirtiendo en “fétida
charca” el “estanque dorado” de la reconciliación nacional y sus consecuentes
logros, obras de la ahora denostada Transición; la primera, principalmente, por
la inacción de los gobiernos monclovitas, cuando no de su propio
laboreo; la segunda, a resultas de una crisis financiera y económica mundial
-también de valores- elevada a la enésima potencia por las tan singulares como
estériles componendas domésticas puestas en práctica al albur de la corrupción,
el descaro, la impudicia y la demagogia.
No es esa, sin embargo, la percepción del conjunto de los
españoles cuyo 47,8 % considera que el segundo mayor problema de España es la
corrupción, solo superado por el paro (78,4 %), según el último barómetro del
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que sitúa a los problemas
económicos en tercera posición (25,1 %) o considera la ausencia de Gobierno
como un serio problema (7,1 %), cierto es que un 507 % superior a la anterior
oleada. Para los encuestados, las dificultades de índole social (9,7 %), la
Sanidad (9,3 %) y la Educación (8,6 %) quedan a años luz de otros problemas
reales que la sociedad española no contempla como amenaza, caso de las
pensiones (2,5 %) o del “problema catalán”, que ha dejado de ser motivo de
recelo a excepción de un pírrico 0,8 %.
No podemos dar por bueno nuestro grado de agudeza visual
cuando no contemplamos entre nuestras principales preocupaciones (solo lo
aprecia el 0,5 % de los consultados) lo que hoy en día se considera el primer
problema global: los refugiados. Todavía peor resulta el diagnóstico cuando la
violencia contra la mujer -que solo es señalada como un gran problema nacional
por el 0,8 %- y los problemas medioambientales (0,3 %), están a la cola de nuestras
percepciones de conflictos.
Ensimismados, por lo que parece, en las finales europeas y
en los realitys televisivos, no somos
conscientes de que la solución a estas dificultades tan cotidianas como
perentorias han de llegar de la mano de resonantes decisiones gestadas desde la
sociedad civil, enfrentando como merece el desafío
separatista y aparcando opciones
populistas cuyo recorrido, por todos conocido, se desarrolla en el amplio
margen que va desde la persecución política al acoso a la libertad de prensa,
pasando por el encarcelamiento de opositores, el desabastecimiento, las colas,
el hambre y la miseria.
No se puede abordar una lucha seria contra la corrupción si
todos y cada uno de nosotros no entonamos, cada cual a su escala, un mea culpa sincero y rompedor. Tampoco se
puede desafiar seriamente al desempleo sin inversión privada y ésta (lo siento
RAE) nunca llegará si no se dan las condiciones de estabilidad y seguridad
económicas, las mismas que dinamitan continuamente las ínfulas de media docena
de aventureros ignorantes y de cuatro lidercitos catalanoparlantes.
Salir de esta poza pestilente en la que nos hemos instalado
atañe a todos y lograrlo, por consiguiente, no es una cuestión que competa
exclusivamente a quienes, con su actitud permisiva u omisión negligente, la
generaron. Si Henry Fonda y Katharine Hepburn obtuvieron los máximos galardones
de La Academia con “On Golden Pond”, han resultado ser otros los miserables
protagonistas de la ciénaga patria en la que ahora chapoteamos, motivo por el
que volver a ver la luz al final de este oscuro túnel no puede ser misión
exclusiva de éste o de aquél gobierno monocolor.
El problema, lejos de solucionarse, se enquistará sin
remedio procurando toda clase de males conocidos (Los Balcanes y el Caribe en
un horizonte no tan lejano) si la sociedad española no retoma el rumbo con
urgencia, exigiendo a sus dirigentes un gobierno de coalición que, en torno a
principios básicos defendidos por la gran mayoría, afronte sin titubeos el
desafío. Tiempo habrá de restablecer diferencias.
Claro que la solución se vislumbra lejana y, por ello, el
futuro se antoja imposible: para aproximarse a decisiones de tal calibre,
previamente los resultados del CIS deberán alejarse de pronunciamientos tales
como que “el populismo no es un problema a considerar”, o que el
independentismo catalán -igual que la violencia machista- sea motivo de
preocupación para 8 de cada 1.000 españoles, o que los refugiados estén en la
mente solo de 5 de cada millar de compatriotas.
La corrupcion es la consecuencia del poder prolongado. Parece que ninguno de los politicos procesados por corrupcion tenía antecedentes antes de llegar al poder, luego, tenemos un sistema que genera corruptos, unos tardan mas otros tardan menos, pero es solo cuestion de tiempo.
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