Artículo de Rafa G. García Cosío
El pasado ocho de mayo publiqué en este medio un artículo bajo el título ''Tres razones por las que hay que votar'', en el que me aventuraba a contrargumentar la tesis de la abstención duramente defendida como deber civil por el movimiento trevijanista por la República Constituyente. El artículo tuvo como resultado 43 comentarios (de ellos, solo unos pocos eran míos), lo cual es casi un record en El Demócrata Liberal y me sorprendió gratamente, pues hay pocas noticias tan positivas para un escritor joven como la de que sus escritos tengan repercusión, sea para bien o para mal (no publicity is bad publicity).
Sin embargo, el hecho me llevó a tener en cuenta algunas conclusiones. La primera es que hay una cantidad importante de lectores que no tienen como principal interés aquello para lo que EDL se creó en un primer momento -el combate contra el opaco Régimen andaluz del PSOE-, sino la legitimidad del régimen político general en España, sin atender a las diferencias o particularidades entre partidos políticos y regiones. La segunda es que este nuevo grupo de lectores parece, si no más numeroso, al menos sí mucho más activo y contestatario que los primeros, pues su velocidad de reacción y ánimo de participación es claramente superior. La tercera y última conclusión se deriva directamente de la segunda, y se refiere al contenido de dichas contestaciones: fue notablemente curioso el lenguaje usado por estos comentaristas, quienes denotaban una inequívoca hegemonía en la forma, estilo y vocabulario para articular sus críticas, todas ellas con fórmulas usadas ya por el teórico García Trevijano. Llegué a pensar que alguno de ellos firmaba varias opiniones con distintos nombres, por la presencia de algunos mensajes rubricados por un tal 'Unknown' (anónimo), quien llegó a descalificarme, por cierto, de tonto útil.
El caso es que pasé unos días recopilando información para escribir sobre otros temas, pero hoy vuelvo a dirigirme a ustedes con el mismo mensaje: votar es necesario.
De entre todos los comentarios que coseché, me quedo con uno que me llamó singularmente la atención. El lector estaba molesto con mi objeción a la falta de independencia judicial en Estados Unidos (democracia ejemplar para los trevijanistas), respondiéndome que aunque puede que no haya independencia, ''al menos tienen representantes de distrito''. En seguida me imaginé a mi amigo Philip B, que está como una puta cabra, susurrándome al oído: ''Rafa, no tenemos motor, pero oye, al menos te voy a recoger en un Mercedes!'' No es acaso la representación por distrito de candidatos independientes la llama que guía a los trevijanistas, la solución ante la corrupción y falta de independencia del sistema de listas?
También podríamos echar mano del índice de corrupción mundial de Transparencia Internacional, en el que Estados Unidos, en el puesto 16 en 2015, quedó por detrás de naciones como Alemania o Bélgica, dos países con sistemas partidistas, proporcionales y de 'consenso', palabra que causa urticaria en el movimiento trevijanista. Por cierto, el caso de Bélgica es especial. No sólo es obligatorio votar (más urticaria), sino que el perverso sistema electoral fuerza que las coaliciones federales sean fruto del entendimiento constante (consenso) entre valones y flamencos. Pero la pregunta del millón, insisto, es esa: cómo puede superar Bélgica a Estados Unidos en transparencia, después de todo?
Hay muchas otras cosas que me pregunto. Por ejemplo: si, según los trevijanistas, todos los partidos políticos españoles son corruptos desde el primer momento en que confeccionan sus listas, porque basan sus relaciones de poder en el consenso con las demás fuerzas en régimen de colegueo, quién se explica las cientos de víctimas de ETA durante la Democracia? No se supone que nunca se debería haber llegado a las pistolas si el consenso o colegueo es tan evidente? Digo yo que si tenemos una historia manchada de sangre, y muy en especial en el País Vasco, ello ha de deberse a que antes (quizá no ahora) hubo políticos (pongamos Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica, Miguel Ángel Blanco, etc.) que eran incómodos para los criminales porque representaban valores auténticos y, sobre todo, representaban férreamente a unos votantes ansiosos de libertad y justicia. Meter a todos los partidos (y a todos los políticos) en un mismo saco es un tremendo error, es hacer tabla rasa de manera infame, además de pobre intelectualmente.
Y bien, qué sería de esa República Constituyente que pregonan los seguidores de García Trevijano? En qué exactamente sería más democrática? Lean, lean a Amando de Miguel y sus miedos ante un sistema electoral que favoreciera al cacique de turno. Si hoy en día es posible que una persona inculta y estrafalaria como Ada Colau sea alcaldesa de una ciudad europeísima y racional como Barcelona, quién nos asegura que en una España con distritos electorales (que yo estaría dispuesto a apoyar, si se cumpliera la condición que pongo al final de este artículo!) apareciera en cada circunscripción el Cicerón necesario, la Dama de Hierro deseada que nos sacara de nuestras miserias, y no más de lo mismo, más frikis, más meonas, más gafapastas (magnífico calificativo creado por Eduardo Maestre)?
Verán los trevijanistas la liga de fútbol? o el fútbol en general? me imagino que no. Después de todo, las alineaciones de los equipos son confeccionadas por el entrenador (a veces con influencia de la directiva), así que esa falta de democracia debe repelerlos. Me imagino que no comprarán nada en el supermercado, porque detrás de cada producto hay todo un equipo de marketing, finanzas y distribución que apenas conocen! Seguro que rechazan volar en avión, porque a saber quién ha colocado ahí a la tripulación! Si creen y participan de todo esto, qué tendrán realmente en contra de unas cooperativas (los partidos políticos no son otra cosa) entre las que libremente podemos elegir, sin ser para nada todas ellas iguales?
Como digo brevemente antes, no tengo ningún problema en aprobar muchas de las cosas que García Trevijano y sus fans apoyan: distritos electorales al estilo británico, bien! independencia, bien! proceso constituyente, bien! pero no nos olvidemos de lo más importante: la educación y la cultura, lo más urgente en España. Porque sin eso, el sistema es igual de manipulable y perecedero. Y es que hoy solo quiero parafrasear a los asesores de Bill Clinton, los que a comienzos de 1990 popularizaron la frase de ''Es la economía, estúpidos'' refiriéndose a lo verdaderamente esencial para sus votantes.
Es la cultura, estúpidos!
Estoy bastante de acuerdo contigo, porque lo que no se puede es hacer lo mismo que se critica. En mi comentario al artículo que comentas, uno de los lectores decía que no respetaba mi opinión, entonces ¿Qué clase de liberalismo es el que solo considera respetable sus ideas? Caer en el error de que liberalismo es igual a trevijanismo, sería apoderarse de una ideología (Liberalismo) que es mucho más amplia, en la que el trevijanismo ocupa su espacio. Es lo que suele hacer la izquierda, apoderarse de ciertos valores y acabar imponiendo sus políticas en aras de una supremacía moral, cultural e intelectual de la que se consideran garantes. Espero que esta magnífica Web siga llamándose El Demócrata Liberal y no pase a llamarse El Demócrata Trevijanista. Con el máximo respeto a los Trevijanistas
ResponderEliminarPues muchas gracias por tu grato comentario, Herrohermar. Efectivamente, no puedo estar más de acuerdo contigo. Creo que los opinadores de esta corriente son poco respetuosos, con muy contadas excepciones. No solo se apropian del concepto de 'libertad', como dices (que es el concepto, por cierto, más subjetivo que existe, pues cada uno establece sus condiciones y sus límites), sino que encima se cierran al debate: sólo la abstención puede ser la solución? Por qué no pedir la abstención, por ejemplo, de ver la televisión? En mi opinión, sería más útil, porque es ahí donde salen día sí y día tambiémn los cuatro partidos que nos mangonean el parlamento ahora mismo.
EliminarUn abrazo.