Artículo de Luis Marín Sicilia
Un juez de Madrid ha autorizado la presencia de
"esteladas" en la final de la Copa del Rey del próximo domingo en el
estadio Vicente Calderón. En un Estado de Derecho la resolución se acata
aunque, como en mi caso, se discrepe de ella.
Basar la autorización en que estamos ante un caso de libertad de expresión y en que la bandera estrellada no es ilegal, aunque tampoco es la oficial de Cataluña, es muy discutible si tenemos en cuenta que la misma es el símbolo del separatismo catalán. Y el separatismo va contra la Constitución, cuyo artículo 2, mientras no se derogue, proclama "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles".
En mi opinión, manifestar en un espacio deportivo expresiones separatistas y pitar el himno que nos representa a todos es una provocación al orden deportivo y atentatorio a la legislación europea y española en materia de espectáculos deportivos. La UEFA lo sanciona y otros países, como Francia, advierten del desalojo y paralización de un partido si se pita al himno nacional, mientras aquí nos la cogemos con papel de fumar para no dañar a quienes van al fútbol con fines extra deportivos... ¡Así nos va!
Aceptado el criterio judicial procede devolver al Barcelona la oración por pasiva. Por ejemplo, suponemos que en adelante no se impedirá la entrada al Nou Camp a quienes porten la bandera española, como le ocurrió a seguidores del Atlético de Madrid en la última jornada de la Liga 2013/2014, o a otros seguidores del Barcelona en la final en París de la Champions de 2006, que llevaban la bandera nacional, impidiendo en ambos casos la entrada al campo de nuestra bandera "porque era provocadora".
Basar la autorización en que estamos ante un caso de libertad de expresión y en que la bandera estrellada no es ilegal, aunque tampoco es la oficial de Cataluña, es muy discutible si tenemos en cuenta que la misma es el símbolo del separatismo catalán. Y el separatismo va contra la Constitución, cuyo artículo 2, mientras no se derogue, proclama "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles".
En mi opinión, manifestar en un espacio deportivo expresiones separatistas y pitar el himno que nos representa a todos es una provocación al orden deportivo y atentatorio a la legislación europea y española en materia de espectáculos deportivos. La UEFA lo sanciona y otros países, como Francia, advierten del desalojo y paralización de un partido si se pita al himno nacional, mientras aquí nos la cogemos con papel de fumar para no dañar a quienes van al fútbol con fines extra deportivos... ¡Así nos va!
Aceptado el criterio judicial procede devolver al Barcelona la oración por pasiva. Por ejemplo, suponemos que en adelante no se impedirá la entrada al Nou Camp a quienes porten la bandera española, como le ocurrió a seguidores del Atlético de Madrid en la última jornada de la Liga 2013/2014, o a otros seguidores del Barcelona en la final en París de la Champions de 2006, que llevaban la bandera nacional, impidiendo en ambos casos la entrada al campo de nuestra bandera "porque era provocadora".
Proclamar a voz en grito la independencia en un recinto deportivo, como se hace de forma programada y con notoria satisfacción en el campo del Barcelona es expresarse libremente, pero también es ofensivo para el orden constitucional y para el sentimiento íntimo de los españoles, cuyo hastío por este tema desborda la capacidad de aguante.
Como todo ello está instrumentalizado por un club que participa en las competiciones españolas, reitero cuanto dejé ayer escrito: el Barcelona debe aclararse sobre si debe seguir participando en la Liga y en la Copa del Rey de nuestro país. Si ni el "Barça" como institución, ni sus mayoritarios seguidores se sienten españoles, deben participar en otras competiciones, no en las nuestras. Al menos disfrutaríamos de vivir un deporte sin mácula, acabando con esta pesadilla victimista y ellos quedarían liberados de eso que llaman "la caverna".
Y si lo que prevalece en esa institución es su sentimiento político, inscríbase en el registro de partidos de tal naturaleza, participe en las elecciones que se convoquen y déjennos en paz con sus frustrantes reivindicaciones a los amantes del deporte. Demasiado daño están haciendo ya a la convivencia ciudadana las luchas partidarias para que, de forma más o menos taimada, se trasladen también a los estadios deportivos.
Con la presencia o sin ella de políticos de cortos vuelos, como los Puigdemont, las Colau y las Carmena, los sevillistas sabemos que allí estarán, en la final de la Copa, el alcalde sevillano y la presidenta andaluza, quienes nunca, como tampoco lo hacen los equipos andaluces, mezclarán el deporte con la política.
E insisto: Ojalá el Sevilla, "mi Sevilla FC", dé la lección que se merecen, con humildad pero con el pundonor que le caracteriza, a esa panda de políticos que utilizan al deporte en beneficio de sus espurios intereses. Seguro que tal pensamiento lo compartirán infinidad de españoles que el domingo estarán con el equipo que “DICEN QUE NUNCA SE RINDE”, sí, el Sevilla, Sevilla, Sevilla...
Pues lo siento, pero los que nunca se rindieron fueron los Catalanes, enmudeciendo las Sevillanas y tronaron las Sardanas.
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