sábado, 9 de abril de 2016

En España no hay constitución


Artículo de Manu Ramos

Es absurdo indignarse porque llueve. Es un hecho ajeno a nuestra voluntad y además sabemos perfectamente cuál es el ciclo del agua que provoca que, en nuestro caso por ejemplo, nos mojemos si cae un chaparrón y no estamos bajo techo. El indignado es el que sufre o contempla las consecuencias de algo que tiene causas desconocidas o inteligibles: un asesinato a sangre fría perpetrado por un psicópata, un niño abandonado llorando en medio de la calle, encontrarse la luna de tu coche rota sin saber qué ha pasado... Son situaciones que pueden provocar indignación. Es comprensible, por tanto, que los españoles que no saben las causas de los males políticos actuales caigan también en un estado de profunda indignación. Los políticos roban y no van a la cárcel, prometen una cosa y hacen otra, se vota y luego parece que no sirve para nada...

Si uno quiere salir de esta sensación descorazonadora, debe esforzarse por buscar las causas de los hechos que sufre, habiendo separado antes cuáles son verdaderamente hechos y cuáles son ilusiones. En este primer paso del camino hacia la ‘des-indignación’ se quedan muchos atascados. Y es normal pues intentar entender la realidad a través de los medios de comunicación es una labor ardua que requiere práctica y alta capacidad crítica. Los hechos están detrás de las palabras que suelen usarse para disfrazar la realidad. Pero la realidad es pertinaz.

Yo fui un indignado más, lo reconozco. Como último recurso de mi inteligencia y, usando la expresión de Locke, “clamé al cielo” al no encontrar respuesta a mis preguntas. Pero no me quedé en los alaridos al orbe celeste sino que agaché la cabeza en señal de mansedumbre y, aprovechando la postura, comencé a leer e instruirme. Lo cierto es que pocas cosas nuevas se descubren bajo el sol, como dice el dicho latino (nihil novo sub sole), pues bajo nuestros pies tenemos siglos y siglos de Historia que nos dan muchas pistas sobre los caminos de la tierra. Buscando la raíz, encontré la causa del mal político español y por ende, europeo: no hay constitución.

No pienso realizar en esta ocasión un despliegue total de los razonamientos que llevan a esta conclusión lógica sino que enunciaré los básicos para la consideración del que me lea. Comenzando por el principio:

¿Qué constituye una constitución?

-         El Estado: es imposible. Estado tiene España desde Felipe II así que no se crea un estado nuevo ni, por su puesto, su constitución. Hemos heredado esta institución tras todos estos siglos, con sus modificaciones técnicas y administrativas, pero siempre Estado Español.

-         La Nación: también es imposible. España es una nación incluso antes de tener un estado. La suerte del descubrimiento de América (nosotros les descubrimos a ellos y ellos a nosotros) junto con la expulsión definitiva de los moros consolidó una entidad histórica que luego llegó a conformarse en imperio y este, a su vez, necesitó de una estructura estatal para organizar dicho imperio.

-         La sociedad: es absurdo pensar que una constitución puede constituir la sociedad cuyas reglas, modos y costumbres obedecen a factores independientes de los políticos aunque haya influencias inevitables entre la sociedad civil y la política. Son mundos diferentes y, de hecho, debemos mantenerlos así pues es marchamo de salud pública tanto para uno como para el otro.

Entonces, ¿para qué se hizo la primera constitución del mundo (la de EEUU, 1787) y qué es lo que constituyó? Muy sencillo: la separación de poderes. Así de simple. Las reglas del juego de la democracia se basan en esta premisa y así lo recogió también la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia en su artículo 16. Si los dos poderes del Estado (ejecutivo y legislativo) no están divididos y separados entonces no hay constitución. En España, por ejemplo, lo que tenemos es una carta otorgada por una serie de señores a los que me gusta llamar ‘padrinos de la constitución’ que redactaron un documento en secreto, sin consultar con los españoles y, por supuesto, sin libertad constituyente, y luego hicieron el paripé de dar a votar sí/no a ese documento cuyo contenido desconocían.


El hecho de que la redacción de la carta otorgada del 78 fue un proceso reservado y alejado de cualquier libertad política colectiva fue desvelado por la magnífica labor periodística del director de semanarioCuadernos para el diálogo”, Pedro Altares, que filtró a sus lectores el borrador de la constitución hecha en secreto. Esta filtración estupenda, fruto de lo que debería ser siempre el motor de toda información periodística, puso el foco de luz en la impostura de estos falsos demócratas que, según ellos, nos trajeron la democracia. También según ellos “nos ha costado mucho trabajo conseguir” todo este fraude de la transición y sus pérfidas instituciones. Sinceramente, no sé qué trabajo le ha costado los españolitos redactar esa ley en la que simplemente se le dió a firmar en la última hoja, y rápido. Como hacen los estafadores con los primos a los que quieren embaucar.

Ni hubo elecciones a cortes/asamblea constituyente, ni hubo un período de libertad constituyente ni se separaron los poderes sino que se copió el modelo fracasado alemán, impuesto tras la  Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, no democrático, asumiendo toda su doctrina de forma acrítica y prejuiciosa. Es más, con un orgullo ruborizante que ejemplifica la famosa frase de Alfonso Guerra: ¡Montesquieu ha muerto!

Con este simple argumento ¿cómo se puede sostener siquiera que en España exista constitución? Bien, a muchas cosas se le llama con nombres equivocados. Como dije al principio, las palabras sirven para ocultar la realidad. Pero el significado profundo de las palabras contiene los hechos, la realidad, que uno encuentra si analiza de forma crítica la Historia y la Política. No son ciencias exactas pero sí exigen rigor. Un rigor que no encontramos ni en la prensa ni en la clase política actual, preocupados por ocultar el hecho flagrante y pertinaz que sufrimos todos los días: en España no hay ni constitución ni democracia.

Por este motivo ya no soy un indignado, ya sé la causa de mis males. Ahora, como el enfermo que describió Tocqueville en su libro “Democracia en América”, me cuesta mucho soportar la enfermedad puesto que ya sé cómo curarla. Si desconociera la causa sólo cabría la resignación o el suicidio. En el momento en que que conozco la causa y conozco la cura ya no puedo esperar un segundo más hasta que consiga zafarme de ella.


5 comentarios:

  1. Y entonces ahora que?.Según tu,he creído entender,tenemos una Carta Magna (ya no se como denominarla) trufada de imposiciones derechistas,pero si la anulamos y hacemos otra,será totalmente izquierdista y no la aceptarán muchos.Conclusión: La verdadera democracia es una entelequia que jamás satisfará a todos por igual.

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    1. Perdone la intromisión, Pilar: aún aceptando los conceptos "derecha" e "izquierda" como vigentes, una verdadera Constitución nada tiene q ver con tendencias ideológicas q pueden estar o pasar de moda; se supone q una Constitución como Dios y los padres de la Democracia mandan debe ser el continente y la casa que dote de estructura a la sociedad a la q constituye, y en ella pueden caber todas las "ideologías", x más sospechoso q dicho término sea.

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  2. ¡¡Clarificador y magnífico artículo, Manu!!

    El origen de la zafiedad política que padecemos en España, aunque muchos aún no lo vean, es la ausencia de la separación de poderes. Mientras no se solucione, todo lo que se haga serán parches, medidas inútiles que el paso del tiempo confirmará.

    El miedo que tienen algunos a abrir un proceso constituyente, como la lectora que ha opinado anteriormente, es lícito, pero un proceso constituyente auténtico debe estar por encima de izquierdas y derechas. Las libertades y derechos fundamentales, la cesión de la soberanía y su control, la separación de los poderes, la definición de la nación, el régimen electoral, otros temas fundamentales, no entienden de ideologías.

    El problema radica en el miedo a que pueda cerrarse constitucionalmente los nacionalismos o las autonomías, los niveles de gobierno con descentralizaciones políticas, la distribución de competencias y su financiación, y otros temas de gran calado. A mi juicio, la Constitución debería tener un núcleo rígido que incluya, entre otras cosas, la definición del territorio de España como única nación, definiendo inicialmente los límites administrativos, aunque permitiendo que las leyes, con mayoría cualificada, puedan cambiar dichos límites administrativos –términos municipales y regionales-; la definición de los poderes públicos en los que residirá nuestra soberanía (que podrán ser tres o más incluso), su separación y el diseño de las instituciones que regirán dichos poderes; definir y configurar de la manera más completa las libertades y derechos fundamentales de los españoles, iguales para toda la nación, sin posibilidad de que sus contenidos queden en manos de los representantes de turno mediante leyes, como ocurre hoy con las leyes orgánicas y los derechos fundamentales; definir el régimen electoral para elegir nuestros representantes en cada uno de los poderes públicos, sin posibilidad de que se originen partitocracias con lealtades al jefe del partido; el Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas, sin posibilidad de cambiar todo aquello que afecte a las bases de las relaciones entre el Estado y los administrados, dado que se ceden poderes exorbitantes al Estado, como la expropiación de terrenos o la liquidación de tributos y el embargo de bienes, que podrán usar quienes ocupen los poderes públicos en cada momento, y habrá que definir dicho Régimen Jurídico para controlar e intentar evitar los abusos. Y no sigo por no alargarme más.

    Partiendo de este núcleo duro en la Constitución, otro gallo nos cantaría en España: se acabaron los nacionalismos y la partitocracia, se avanzaría mucho en la minimización de la corrupción, y los españoles asumiríamos nuestras responsabilidades y el protagonismo que ahora no tenemos.

    Un abrazo.

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  3. Opino como Pilar, abrir ahora la tarta de la constitución, aunque sería lo deseable, no creo que sea oportuno, por lo menos abrirla completamente. Se está perdiendo la oportunidad de formar una gran coalición y, por lo menos, reformar la constitución en ciertos aspectos puntuales. Abrir un proceso constituyente para elaborar una nueva constitución aunque, como he dicho antes sería lo deseable, sería catastrófico para el país. Pasaríamos de Guatemala a guatepeor. Esta izquierda que tenemos jamás cedería en nada para que hubiera consenso, es más, lo que quieren es ideologizar aún mas la constitución. !Quitar competencias a las comunidades! !Por Dios! eso es cavernícola. Crear un estado menos interventor !Ah! capitalismo malvado. Lo que quieren es hacer una constitución a su medida y que la política económica quede ya en gran medida definida constitucionalmente, por si acaso,Dios no lo quiera, vuelve a ganar un partido no afín, por lo menos tenga atadas las manos constitucionalmente. Me imagino la presión mediática, la de los voceros callejeros que se creen la voz del pueblo (Y lo peor es que nuestros políticos se lo están creyendo y se asustan cada vez que los oyen gritar). No, creo que no. Solo será posible, cuando vuelva a haber (Si es que alguna vez los ha habido) grandes ideólogos, sean de un lado o de otro, pero con ideologías claras y definidas, que se pongan de acuerdo en lo sustancial. Pero con políticos como los que tenemos, la izquierda que hoy pienso una cosa y mañana otra según me convenga, y una derecha sin ideología, incapaz de atraer ni convencer ( Porque ganan por deméritos del contrincante no por méritos propios), lo dicho, !Virgencica que me quede como estoy!

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  4. La constitución es una cosa muy sencilla. La de Estados Unidos de América tiene 5-6 páginas (a veces aparece impresa en una sola, https://goo.gl/SAItR5 ). Lo principal, antes de iniciar un período de libertad constituyente es tener claro qué es la REPRESENTACIÓN POLÍTICA. Antes que se creara la democracia representativa, se tuvo claro qué era tener un representante: elección mayoritaria, uninominal a doble vuelta en distritos pequeños. Es lo básico para poder convocar una asamblea constituyente.

    Con esa premisa, luchemos por mantener la libertad política y no entremos ahora mismo en el resultado. No hay que tener miedo a la libertad.

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