Artículo de Luis Escribano
¿Es posible simplificar
las diferencias existentes entre liberalismo
y socialismo para que lo entienda
hasta un niño? Me aproximaré con determinados aspectos de la política, reflexionando
sobre ello para abrir una vez más el debate.
Debo aclarar que empleo el término “liberalismo” en su amplia acepción. Como ya saben ustedes, la nueva izquierda ha acuñado otro término, “neoliberalismo”, con un sentido totalmente peyorativo y que repiten como argucia cuando se refieren al liberalismo. Ya conocen la típica estrategia de los neopopulistas –juguemos en igualdad de armas- de utilizar intangibles sin rostro para culpar a sus contrincantes políticos de todos los males de la Humanidad: el capitalismo, la Banca, el IBEX 35, el mercado, etc., y ya puestos, introducen el liberalismo en la misma hornada.
Cuando escucho a determinados políticos pedir el voto para su partido con el típico mantra “sólo un gobierno de izquierda ayuda a los más débiles”, no se si en ese momento estoy escuchando a líderes políticos o religiosos. No se si se han dado cuenta de ese típico discurso maniqueísta, que intenta hacer creer que es exclusivo de los partidos de izquierda y de los ciudadanos que los votan, el tener en cuenta –actuar es otro cantar- a los sectores de población más vulnerables, y que los demás partidos y, por ende, quienes los votan, son unos insolidarios y egoístas, que no sólo no los tienen en cuenta, sino que además los marginan, empobrecen y aumentan las desigualdades sociales.
Según las tesis neosocialistas, ser liberal te da el marchamo de egoísta. Dado que los liberales defendemos las libertades individuales, el derecho a elegir como individuo sin la intervención del Estado, la neoizquierda "progre" nos tachan de seres egoístas e insolidarios, que sólo pensamos en nosotros mismos, sin tener en cuenta la atención a los más débiles, a los ciudadanos en riesgo de exclusión, a los marginados, a los que no tienen oportunidad de salir adelante por sí solos.
Y pregunto: ¿desde cuando y por qué la solidaridad es propia de una determinada ideología política y no de las personas? ¿Acaso no puede libremente cualquier persona decidir ser solidaria, sola o junto a otras, y ayudar a otra u otras con su tiempo, esfuerzo, propiedades y dinero, lo cual es loable? Sin embargo, ¿qué tiene de loable que una persona elegida como representante de los ciudadanos o nombrada para gestionar “intereses comunes”, se dedique a ayudar a otros –que no siempre son realmente necesitados, por cierto- con el tiempo, esfuerzo, propiedades y dinero….. de los demás?
Yo creía que el egoísmo era algo innato del ser humano, y que tener una u otra ideología es compatible con ser egoísta. Y éste es uno de los graves errores de los neosocialistas: la solidaridad no entiende de ideologías. Además, confunden interesadamente individualismo con egoísmo.
El Estado no es un ser autónomo, que tiene vida por sí solo. Es tan absurda esa idea como pensar que el Estado es un "Ser" bondadoso, y que sus instituciones están al mando sólo de personas sensibles, unos santos que sacrifican sus vidas por todas esas personas necesitadas y por la sociedad. La realidad es que las decisiones del Estado las adoptan personas, tan o incluso más “egoístas” que las que conforman la ciudadanía, pues desgraciadamente los partidos políticos están repletos de gente que se afiliaron para ver si podían “pillar” algo. ¿Tan simple se puede ser en esta vida como para tragarse este sofisma neosocialdemócrata?
Y por cierto, puestos a elegir, confío más en las acciones de una organización de ciudadanos como cualquier ONG, que se autorregulan con sus socios, que en las acciones de políticos, cuya política pública más relevante es la corrupción, abusando del poder para recaudar dinero del asfixiado contribuyente, deteriorando a su vez el sistema de control del manejo de los fondos públicos. ¡Que ya los conocemos desde tiempos inmemoriales!
En el fondo, la postura de que sea el Estado quien se encargue de la tarea de atender a los más vulnerables, en vez de que sean los ciudadanos quienes den la respuesta a ello, fomenta la insolidaridad, porque resulta fácil para el ciudadano dejar que otros se encarguen del tema para no tener que responsabilizarse de ello, de ocuparse personalmente, ya sea con atención directa o de forma organizada a través de organizaciones no gubernamentales. De esa debilidad humana es de la que se aprovecha la neosocialdemocracia: “no te preocupes, ciudadano, que papá Estado se encargará de todo”. Es un paternalismo perverso, se mire por donde se mire.
Y si observan con atención, para desprestigiar cualquier tipo de ayuda que los ciudadanos puedan prestar libremente, tanto solos como organizados, los neosocialistas y neopopulistas las denominan “caridad” y “beneficiencia” en sentido totalmente despectivo. Es otra parte más de su estrategia para convencer a los ciudadanos de que deben ser ellos quienes manejen el dinero de todos, mostrando como única alternativa posible el intervencionismo del Estado.
¿No será que los políticos "flowers powers" prefieren manejar el dinero público para tener influencia en esos colectivos más débiles, de forma que la subsistencia de éstos dependa de las "bondades" de aquellos con el dinero ajeno, buscando el rédito electoral para mantener los sillones y seguir alimentando el circuito de la corrupción?
¿No sería mejor que los ciudadanos nos responsabilicemos de nuestros conciudadanos -que ya lo hacemos con multitud de ONG-, en vez de dejar que lo hagan unos políticos hambrientos de protagonismo, sillones y corrupción? Precisamente ese apetito de los políticos por ganar votos es lo que pervierte esa vendida "asistencia social". Esto lo observamos los que trabajamos día a día con políticos -en mi caso, llevo haciéndolo 25 años en la Administración de la Junta de Andalucía-.
¿Quién no ha escuchado mil veces a algún ciudadano decir que “mi alcalde es una persona muy buena porque me ha dado o me ha ayudado”? Claro, lo ha hecho con el dinero de los demás, no con el suyo propio. Y estas falsas percepciones consiguen que, lamentablemente, lleguen al poder personas que no sólo no saben gestionar, sino que utilizan el poder para conservar el sillón o, peor aún, entrar en el círculo perverso de la corrupción. Por eso será que algunos proclaman de forma interesada esa estupidez de que “el dinero público no es de nadie”, ¡como si los fondos públicos aparecieran por generación espontánea!
Lamentablemente, todo esto es lo que creen muchos ciudadanos cuando votan a partidos neosocialdemócratas como el PSOE, el ambiguo Ciudadanos o el PP, o a partidos neocomunistas de inspiración bolivariana como Podemos o IU. Sin embargo, históricamente está demostrado el fracaso de estas irracionales políticas socialistas y populistas, que sólo han traído miseria, injusticia y pobreza a demasiados países por el desmedido intervencionismo estatal.
¿No va siendo hora de dejar paso a otras ideas –liberalismo- que propugnan reducir el Estado y su enorme gasto, en beneficio de las libertades ciudadanas, incluida la económica?
Si realmente se pretendiera ayudar a los necesitados o más vulnerables, no hay mejor camino que crear riqueza, que el dinero fluya al mercado –en su más amplia acepción- desde el bolsillo de los ciudadanos, que las decisiones de las inversiones y gastos las adopten los ciudadanos, porque es lógico que al jugarse su dinero, lo utilizarán siempre con mejor criterio que el de un político que adopta decisiones con el dinero de los demás.
Es tan evidente que lo podría comprender hasta un menor de edad: pregúntenle a un niño si prefiere que sus padres le den el dinero para comprarse su regalo de cumpleaños –libertad de elección-, o si prefiere que sus padres le compren el regalo con ese dinero –intervencionismo-.
Tan simple como esto es lo que diferencia una política socialdemócrata o neopopulista de una política liberal, cuyas ventajas son incuestionables.
Por ello resulta difícil comprender el masoquismo de los ciudadanos que prefieren ser tratados como súbditos que disfrutar de su libertad, que prefieren que las decisiones que comprometen sus ganancias y sus vidas las adopten unos políticos, que llegan al poder por caminos torticeros, en vez de hacerlo por sí mismos. Y esto precisamente es lo que hacen los ciudadanos españoles cuando participan en la partidocracia y votan a un partido: perpetuar un sistema en el que los poderes del Estado adoptan todas las decisiones sin el debido control por la ciudadanía.
No seamos ingenuos:
Debo aclarar que empleo el término “liberalismo” en su amplia acepción. Como ya saben ustedes, la nueva izquierda ha acuñado otro término, “neoliberalismo”, con un sentido totalmente peyorativo y que repiten como argucia cuando se refieren al liberalismo. Ya conocen la típica estrategia de los neopopulistas –juguemos en igualdad de armas- de utilizar intangibles sin rostro para culpar a sus contrincantes políticos de todos los males de la Humanidad: el capitalismo, la Banca, el IBEX 35, el mercado, etc., y ya puestos, introducen el liberalismo en la misma hornada.
Cuando escucho a determinados políticos pedir el voto para su partido con el típico mantra “sólo un gobierno de izquierda ayuda a los más débiles”, no se si en ese momento estoy escuchando a líderes políticos o religiosos. No se si se han dado cuenta de ese típico discurso maniqueísta, que intenta hacer creer que es exclusivo de los partidos de izquierda y de los ciudadanos que los votan, el tener en cuenta –actuar es otro cantar- a los sectores de población más vulnerables, y que los demás partidos y, por ende, quienes los votan, son unos insolidarios y egoístas, que no sólo no los tienen en cuenta, sino que además los marginan, empobrecen y aumentan las desigualdades sociales.
Según las tesis neosocialistas, ser liberal te da el marchamo de egoísta. Dado que los liberales defendemos las libertades individuales, el derecho a elegir como individuo sin la intervención del Estado, la neoizquierda "progre" nos tachan de seres egoístas e insolidarios, que sólo pensamos en nosotros mismos, sin tener en cuenta la atención a los más débiles, a los ciudadanos en riesgo de exclusión, a los marginados, a los que no tienen oportunidad de salir adelante por sí solos.
Y pregunto: ¿desde cuando y por qué la solidaridad es propia de una determinada ideología política y no de las personas? ¿Acaso no puede libremente cualquier persona decidir ser solidaria, sola o junto a otras, y ayudar a otra u otras con su tiempo, esfuerzo, propiedades y dinero, lo cual es loable? Sin embargo, ¿qué tiene de loable que una persona elegida como representante de los ciudadanos o nombrada para gestionar “intereses comunes”, se dedique a ayudar a otros –que no siempre son realmente necesitados, por cierto- con el tiempo, esfuerzo, propiedades y dinero….. de los demás?
Yo creía que el egoísmo era algo innato del ser humano, y que tener una u otra ideología es compatible con ser egoísta. Y éste es uno de los graves errores de los neosocialistas: la solidaridad no entiende de ideologías. Además, confunden interesadamente individualismo con egoísmo.
El Estado no es un ser autónomo, que tiene vida por sí solo. Es tan absurda esa idea como pensar que el Estado es un "Ser" bondadoso, y que sus instituciones están al mando sólo de personas sensibles, unos santos que sacrifican sus vidas por todas esas personas necesitadas y por la sociedad. La realidad es que las decisiones del Estado las adoptan personas, tan o incluso más “egoístas” que las que conforman la ciudadanía, pues desgraciadamente los partidos políticos están repletos de gente que se afiliaron para ver si podían “pillar” algo. ¿Tan simple se puede ser en esta vida como para tragarse este sofisma neosocialdemócrata?
Y por cierto, puestos a elegir, confío más en las acciones de una organización de ciudadanos como cualquier ONG, que se autorregulan con sus socios, que en las acciones de políticos, cuya política pública más relevante es la corrupción, abusando del poder para recaudar dinero del asfixiado contribuyente, deteriorando a su vez el sistema de control del manejo de los fondos públicos. ¡Que ya los conocemos desde tiempos inmemoriales!
En el fondo, la postura de que sea el Estado quien se encargue de la tarea de atender a los más vulnerables, en vez de que sean los ciudadanos quienes den la respuesta a ello, fomenta la insolidaridad, porque resulta fácil para el ciudadano dejar que otros se encarguen del tema para no tener que responsabilizarse de ello, de ocuparse personalmente, ya sea con atención directa o de forma organizada a través de organizaciones no gubernamentales. De esa debilidad humana es de la que se aprovecha la neosocialdemocracia: “no te preocupes, ciudadano, que papá Estado se encargará de todo”. Es un paternalismo perverso, se mire por donde se mire.
Y si observan con atención, para desprestigiar cualquier tipo de ayuda que los ciudadanos puedan prestar libremente, tanto solos como organizados, los neosocialistas y neopopulistas las denominan “caridad” y “beneficiencia” en sentido totalmente despectivo. Es otra parte más de su estrategia para convencer a los ciudadanos de que deben ser ellos quienes manejen el dinero de todos, mostrando como única alternativa posible el intervencionismo del Estado.
¿No será que los políticos "flowers powers" prefieren manejar el dinero público para tener influencia en esos colectivos más débiles, de forma que la subsistencia de éstos dependa de las "bondades" de aquellos con el dinero ajeno, buscando el rédito electoral para mantener los sillones y seguir alimentando el circuito de la corrupción?
¿No sería mejor que los ciudadanos nos responsabilicemos de nuestros conciudadanos -que ya lo hacemos con multitud de ONG-, en vez de dejar que lo hagan unos políticos hambrientos de protagonismo, sillones y corrupción? Precisamente ese apetito de los políticos por ganar votos es lo que pervierte esa vendida "asistencia social". Esto lo observamos los que trabajamos día a día con políticos -en mi caso, llevo haciéndolo 25 años en la Administración de la Junta de Andalucía-.
¿Quién no ha escuchado mil veces a algún ciudadano decir que “mi alcalde es una persona muy buena porque me ha dado o me ha ayudado”? Claro, lo ha hecho con el dinero de los demás, no con el suyo propio. Y estas falsas percepciones consiguen que, lamentablemente, lleguen al poder personas que no sólo no saben gestionar, sino que utilizan el poder para conservar el sillón o, peor aún, entrar en el círculo perverso de la corrupción. Por eso será que algunos proclaman de forma interesada esa estupidez de que “el dinero público no es de nadie”, ¡como si los fondos públicos aparecieran por generación espontánea!
Lamentablemente, todo esto es lo que creen muchos ciudadanos cuando votan a partidos neosocialdemócratas como el PSOE, el ambiguo Ciudadanos o el PP, o a partidos neocomunistas de inspiración bolivariana como Podemos o IU. Sin embargo, históricamente está demostrado el fracaso de estas irracionales políticas socialistas y populistas, que sólo han traído miseria, injusticia y pobreza a demasiados países por el desmedido intervencionismo estatal.
¿No va siendo hora de dejar paso a otras ideas –liberalismo- que propugnan reducir el Estado y su enorme gasto, en beneficio de las libertades ciudadanas, incluida la económica?
Si realmente se pretendiera ayudar a los necesitados o más vulnerables, no hay mejor camino que crear riqueza, que el dinero fluya al mercado –en su más amplia acepción- desde el bolsillo de los ciudadanos, que las decisiones de las inversiones y gastos las adopten los ciudadanos, porque es lógico que al jugarse su dinero, lo utilizarán siempre con mejor criterio que el de un político que adopta decisiones con el dinero de los demás.
Es tan evidente que lo podría comprender hasta un menor de edad: pregúntenle a un niño si prefiere que sus padres le den el dinero para comprarse su regalo de cumpleaños –libertad de elección-, o si prefiere que sus padres le compren el regalo con ese dinero –intervencionismo-.
Tan simple como esto es lo que diferencia una política socialdemócrata o neopopulista de una política liberal, cuyas ventajas son incuestionables.
Por ello resulta difícil comprender el masoquismo de los ciudadanos que prefieren ser tratados como súbditos que disfrutar de su libertad, que prefieren que las decisiones que comprometen sus ganancias y sus vidas las adopten unos políticos, que llegan al poder por caminos torticeros, en vez de hacerlo por sí mismos. Y esto precisamente es lo que hacen los ciudadanos españoles cuando participan en la partidocracia y votan a un partido: perpetuar un sistema en el que los poderes del Estado adoptan todas las decisiones sin el debido control por la ciudadanía.
No seamos ingenuos:
cuando un
político defiende formas de Estado y de Gobierno que no garantizan la
separación y el control de los poderes;
cuando un político no defiende la reducción de impuestos y del Estado al mínimo indispensable;
cuando no defiende un régimen electoral que garantice que los representantes elegidos se deban a sus electores y no al jefe del partido de turno;
cuando no defiende los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad para trabajar en cualquier Administración Pública;
cuando abusa de su cargo para beneficio propio o de ocultos intereses;
cuando practica la constante huida del Derecho en sus acciones;
cuando vende ideas “buenistas”, como aumentar el gasto social sin explicar como obtendrá los ingresos para ello, endeudando al Estado, es decir, a usted y sus descendientes, y empobreciendo a todos;
cuando un político no defiende la reducción de impuestos y del Estado al mínimo indispensable;
cuando no defiende un régimen electoral que garantice que los representantes elegidos se deban a sus electores y no al jefe del partido de turno;
cuando no defiende los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad para trabajar en cualquier Administración Pública;
cuando abusa de su cargo para beneficio propio o de ocultos intereses;
cuando practica la constante huida del Derecho en sus acciones;
cuando vende ideas “buenistas”, como aumentar el gasto social sin explicar como obtendrá los ingresos para ello, endeudando al Estado, es decir, a usted y sus descendientes, y empobreciendo a todos;
cuando le repite
una y otra vez que su partido es el partido de los pobres, de los marginados,
de los inmigrantes, de los homosexuales y transexuales, de los trabajadores del
campo, de las fábricas y de la construcción (como si los demás empleados no
fuéramos trabajadores), de los artistas;
cuando proclama que no dejará que la Banca, los mercados, el IBEX 35 o el capitalismo sigan creando más desigualdades;
cuando dice una cosa y siempre demuestra lo contrario;
en el fondo, sólo persigue un objetivo:
cuando proclama que no dejará que la Banca, los mercados, el IBEX 35 o el capitalismo sigan creando más desigualdades;
cuando dice una cosa y siempre demuestra lo contrario;
en el fondo, sólo persigue un objetivo:
llegar al poder para decidir por usted
sin que pueda controlarlo.
El político socialdemócrata decide condicionar el mercado de trabajo y los sectores económicos a base de ayudas y subvenciones, sin darnos opción a los ciudadanos a elegir la inversión o gasto en el sector que creamos más conveniente, incluso sumándonos con otros ciudadanos mediante creación de empresas. Y para colmo, para poder conceder esa ayuda económica, el Estado tiene que gastar mucho: personal funcionario (gestión y apoyo –registro público, personal informático, etc.), comprar o alquilar sedes administrativas con gastos de funcionamiento, recursos materiales diversos (mobiliario, PC, aplicaciones informáticas, etc.), hasta el punto de que por cada euro que concede el Estado en ayudas y subvenciones necesita gastarse 3 o más euros en recursos humanos y materiales. Es decir, el Estado necesitaría recaudar 4 euros para invertir sólo 1 euro, porque 3 euros se los tiene que gastar en recursos, mientras que si lo hiciera directamente el ciudadano de forma libre, se invertirían sus 4 euros. A la vista de este ejemplo, ¿tiene sentido el intervencionismo del Estado?
Además, ¿quién y qué puede garantizar que un político pueda tomar una mejor decisión con el dinero -de los demás- que la que cada uno adopte con su dinero, ya sea en solitario o en grupo (empresa)?
No obstante, no olviden que desde el poder se adoptan muchas decisiones que no son exclusivamente de índole económica –aunque puedan tener repercusiones-, que igualmente afectan a sus vidas y al ámbito de sus libertades y derechos: legislativas y reglamentarias; autorizaciones; inspecciones; detenciones; expropiaciones; construcción y organización de hospitales, centros educativos, etc., y nombramientos en cargos de responsabilidad en estos centros; organización de Tribunales, carrera judicial y nombramientos de jueces y magistrados; regulación de sectores estratégicos, como el eléctrico, transporte, banca, radio y televisión (cuarto poder), y muchas más decisiones.
Representar a la ciudadanía y gestionar los intereses públicos es una tarea de gran responsabilidad, y en nuestra mano está elegir un sistema que permita filtrar a los indeseables y controlar a los que lleguen, que permita la óptima libertad política con un Estado mínimo que recaude lo indispensable. Que conste que no es incompatible un Estado fuerte con unos niveles de Gobierno con competencias mínimas y una estructura reducida, porque la fortaleza del Estado radica en la de sus ciudadanos y la sociedad que conforman, no en las dimensiones de las estructuras políticas y administrativas.
Si el dinero estuviera en manos de los ciudadanos y no en las del Estado, la sociedad civil reaccionaría y se articularía –creación de organizaciones ciudadanas- para su funcionamiento óptimo, que es la mejor manera de fortalecer un país. La competitividad de las empresas mejoraría –porque de ello dependería la propia supervivencia-, y el país conseguiría una mayor influencia en la economía mundial y en los centros de tomas de decisiones. Varios países con políticas liberales son muestra de ello.
Cuando los ciudadanos renuncian a su responsabilidad individual, y deja que “otros” decidan por cada uno de ellos, cediendo libertades y dejándolas en manos de “políticos” sin verdadera representación política, en un país con mucha estructura estatal, un enorme gasto público, unos partidos políticos cartelizados –con la inevitable corrupción que conlleva-, con el imperio de la ley hecho trizas y sin justicia material, etc., en resumen, España, no puede haber fortaleza, todo es debilidad. Y esta será aprovechada por el resto de países, y dentro del país por los neosocialistas y neopopulistas con sus cantos de sirena.
Siempre hay que alegrarse cuando son los ciudadanos los que se convierte en los protagonistas de nuestra sociedad, y no los políticos, sus partidos o sus largos tentáculos, que han demostrado con creces a quienes sirven realmente.
Los padres nos empeñamos en enseñarles a nuestros hijos a valerse por sí mismos, y a tomar sus propias decisiones libremente. Sin embargo, vivimos incongruentemente en un Estado intervencionista. Por ello, si sus hijos les dicen un día “mamá, papá, quiero ser liberal”, alégrense, porque entonces habrá esperanza para España.
el socialismo es un sistema de parasitismo social en el que unos consideran que todos debemos ser un rebaño a explotar y ellos los pastores y beneficiarios del manejo de la produccion de todo el rebaño, por lo tanto deberia ser ilegal en una democracia, en cuanto a las clases desfavorecidas, la mayoria de esos desfavorecidos no lo serian sin el saqueo estatal que no solo nos arruina si no que impide la creacion de trabajo y riqueza que daria empleo a todos, cuanta gente pasa de montar ningun negocio para que el estado les robe todo?
ResponderEliminarel gran drama es que 35 años de socialismo criminal han creado un sistema en el que solo los inutiles y sinverguenzas se dedican a la politica y en el que absolutamente todos los partidos, son socialistas, la dictadura perfecta
ResponderEliminarGracias por su comentario.
EliminarAsí es, el socialismo es dañino en cuanto persiga un igualitarismo que es imposible de conseguir. Sólo podemos ser iguales en cuanto a tener las mismas libertades y derechos, y poder ejercerlas. Lo demás son artificios interesados.
Un saludo.
Magnífico artículo, Luis. Y lo más curioso es el siguiente silogismo: un progre respondería a tu pregunta de por qué los individuos no podemos ser solidarios en que el hombre, de por sí, es insolidario. Sin embargo, el progre no cuestiona en consecuencia que la gente que vota a los partidos de izquierda puede ser también insolidaria. Es más, jamás un político de izquierda aceptaría que hay insolidarios en su partido! Por tanto, se delatan a sí mismos: sólo los de derecha son insolidarios.
ResponderEliminarAsí es Rafa. Casi todo su discurso es contradictorio. La batalla que han ganado en la sociedad es la de su supuesta superioridad moral. Ellos son los buenos, y los demás son muy malos, y casi nadie analiza el motivo de esa afirmación. Así nos va todo...
EliminarUn abrazo.
Completamente de acuerdo. Muchas gracias por esta bocanada de aire fresco, de libertad. La necesitamos. Les ánimo a formar un partido político, tendrán todo mi apoyo. También les animo a tener actos públicos en donde se encuentren con sus lectores.
ResponderEliminarMuchas gracias, Oscar.
EliminarNos encantaría hacer más de lo que hacemos, pero tenga en cuenta que somos unos ciudadanos normales, que tenemos nuestros trabajos y responsabilidades familiares, que por convencimiento personal decidimos dedicarnos además a investigar y transmitir los resultados y nuestras opiniones a través de los medios que tenemos a nuestro alcance. Y lo hacemos de forma diaria, que ya es un logro siendo altruista.
Organizar actos con los lectores sería estupendo. Ya lo hemos hecho alguna vez, y nos encantaría repetirlo. El problema es buscar fechas posibles, que los que viven en otras ciudades y países pudieran desplazarse, contar con algunos recursos mínimos para tener cierta repercusión en los medios de comunicación, etc. No es fácil, pero no dejaremos de intentarlo.
Saludos.