Artículo de Eduardo Maestre
Realidófobos.
Tras dedicar mucho tiempo
a pensar en ellos, creo haber encontrado la clave de lo que les pasa a esta
gente de Podemos: que son realidófobos,
término que me he visto
obligado a acuñar tras buscar inútilmente en diccionarios mil. Realidófobo: adj. m. que tiene o
manifiesta fobia a la realidad.
Claro, ustedes me podrán
pedir ahora que defina qué sea la
realidad; porque lo que para unos es real, puede pasar inadvertido para
otros. Y en ese plan! Pero todos ustedes saben perfectamente a qué se refiere cualquier
interlocutor con el que ustedes departan cuando introduce el concepto realidad en una conversación que no esté
versando sobre filosofía y/o fenomenología ontológica! Vamos: cuando está uno
en un bar, hablando con los amigos y uno de ellos dice “ese tío es que está
fuera de la realidad”, refiriéndose a algún conocido común al que
están
despellejando, aprovechando su ausencia. A ese concepto indefinido pero
comprensible de la realidad me refiero. Queda claro, no?
Dicho lo cual, y volviendo
al inicio, he observado una novedosa tendencia a huir de la realidad entre
aquellos miembros de Podemos que han conseguido hacerse con alguna parcela de
Poder; esta tendencia se ha puesto de manifiesto –ya, de una manera
escandalosa!- en esos pocos pero importantes ayuntamientos españoles en donde, por
las carambolas postelectorales y contra todo pronóstico, han acabado colocando
en el sillón de la Alcaldía a este partido pese a no haber conseguido siquiera un
porcentaje digno en las elecciones.
Ojo! Que esta reflexión no
es fruto de un ejercicio teorético, sino que está fundada en la observación
directa de la actualidad; sólo hay que leer las noticias, cada día, para
percatarse de que lo que afirmo es cierto.
Las pruebas
Las pruebas
Qué ha sido, si no, la
mascarada, la parodia, la estilizada huida de la realidad que organizaron en
Madrid desde el Ayuntamiento para celebrar la llegada de sus Majestades de
Oriente? En aquella sonadísima cabalgata consiguieron eludir todas y cada una de las estructuras
simbólicas que habitualmente hacen que un espectáculo callejero contenga en su
interior una rememoración religiosa; concretamente, católica. Los Reyes Magos
no iban vestidos de reyes, sino de Teletubbies;
no había camello alguno, salvo los que suelen abastecer de yerba a los
concejales afectos al Patio Maravillas; las carrozas de sus Majestades eran
entes psicodélicos de geométrica factura, algoritmos especulares sobre los que
ningún ser humano podría establecer dominio; seres pokemomorfos declaraban en directo y ante todos los niños de España
que los Reyes Magos eran los padres; letras luminosas formaban consignas
propias de Educación para la Ciudadanía Socialista. Como guinda, Baltasar
resultó no venir de Oriente, sino del África profunda, y nos cantó,
acompañándose con una cora, una
preciosa canción subsahariana. En definitiva: una chapuza llena de unicornios.
A lo largo de estos meses,
las ciudades que han caído bajo el yugo de los realidófobos han visto cómo
surgían, ex nihil, las comuniones laicas,
los bautizos laicos y las tres Reinas
Magas (que, por cierto, parecían tres putas viejas recién salidas del saloon de algún western otoñal). Los
ciudadanos de estas localidades regentadas por estos escapistas de la realidad
han tenido que sufrir la desaparición del busto o de los cuadros del Rey Juan
Carlos –porque ya no es rey (sic)- o
de su hijo el Rey Felipe VI –porque su hermana está siendo juzgada-, o la sustitución de las placas que daban
nombre a un número enorme de calles, plazas y avenidas porque, según la
Complutense (allí donde amontonan los cadáveres, sí), estaban vinculadas con el
franquismo (otro sic).
El Ayuntamiento de Manuela
Carmena ha contratado filoetarras con escoliosis en la columna y una abundante
dosis de odio en los hemisferios para dar entretenimiento a los niños a base de
volcar sobre títeres de aspecto amenazador (todos los títeres me parecen
terroríficos: lo reconozco!) actitudes tan enriquecedoras y edificantes como la
violación de una monja, el linchamiento de un juez o el asesinato de un policía.
También los niños aprendieron durante ese titiritero día que la policía
española es tan mala malísima que es capaz de colocar pruebas falsas en las
manos de las pobres gentes de la izquierda; pruebas que involucren a la gente guay en el delito de apología del terrorismo,
como lo fue sin duda la exhibición del cartel de Gora Alka-ETA en manos de la protagonista de tan websteriana
tragedia.
La negación de la realidad
La negación de la realidad
Estos realidófobos quieren
obviar la manía social que hay en casi todas las ciudades españolas por acudir
a ver los pasos de la Semana Santa. Es curioso: a mí, que, pese a ser sevillano
(nacido y criado en el centro de Sevilla!), me aburre sobremanera la Semana Santa y la evito en lo que puedo,
jamás se me ha ocurrido negar la
existencia de la misma, y mucho menos parodiarla o insultar a quienes la
esperan con ilusión, que –debo reconocerlo- son mayoría. Pero éstos de Podemos,
aparte de la pedantería que supone renombrar esta fiesta religiosa como Semana de Festividades (como si
cambiándole el nombre se pudiera suprimir no sólo el aspecto de la fiesta, sino
lo que representa!), se empeñan en interponer, desde los ayuntamientos en los
que gobiernan, toda suerte de obstáculos para la financiación y desarrollo de
la misma. Menudos panolis!
Pero qué actitud es ésta?
Qué diferencia hay entre esta negación de la realidad social y la que
demuestran los niños pequeños tapándose con las sábanas antes de dormirse con
la vana esperanza de que, desapareciendo de su vista el entorno, desaparezcan
también los monstruos que acechan en la noche? Ninguna! Esta actitud negacionista
delata a las claras un enorme terror a constatar que son una minoría
intolerante. Este modo de comportarse deja a las claras que sienten pánico a la
confirmación tajante de pertenecer a un grupo sociófobo cuyo máximo dolor consiste
en contemplar cómo la realidad circundante desmiente en cada una de las
manifestaciones populares sus apotegmas maximalistas y sus tesis draconianas. Cambiar
repentina y masivamente decenas de nombres del callejero sin importarles un
pimiento que tanto los taxistas como los ciudadanos se vuelvan locos durante
meses para orientarse en su propia ciudad es exactamente lo mismo que taparse
la cara con las sábanas!
Cuando se está en el
Poder, la contemplación de las verdaderas querencias populares, que se
manifiesta groseramente durante las festividades religiosas en forma de masiva
concurrencia a los eventos tradicionales (la Navidad, la noche de los Reyes
Magos, la semana santa, el Corpus, etc.), debe asumirse con naturalidad y
paciencia si quien gobierna no participa de estas manifestaciones culturales, o
con actividad y entusiasmo si se es religioso o simplemente profolclore. Pero
pretender ocultarlo a base de bandos, decretazos, obstáculos administrativos o
pedantes cambios de nomenclatura es tan efectivo como tapar el sol con un dedo
y proclamar que ha llegado la noche.
Podemos detesta a la gente
Podemos detesta a la gente
La verdad, amigo lector,
es que estos concejales y alcaldes de Podemos detestan al pueblo llano. Siempre
he mantenido que los dirigentes de este tan interesante como incoherente
movimiento político, así como sus acólitos, sus monaguillos laicos y los
turiferarios que les perfuman de incienso leninista las ruedas de prensa
pertenecen a una especie de aristocracia postuniversitaria mucho más cercana a
los esnobs europeos del último tercio del XIX que a los verdaderos comunistas.
Hay muchas generaciones de burocracia urbana ungida a los genes de Pablo
Iglesias, Monedero, Errejón y sus satélites: esas mandíbulas retraídas; esa
emergencia craneana; esa necesidad de lentes correctoras denotan la ausencia de
familiares campesinos o proletarios en sus árboles genealógicos desde hace más
de cien años. El prurito de llamar lumpen
a la masa perroflautística, o la incomodidad que manifiestan las contadísimas
veces en que se les ha visto mezclados con mecánicos de taller de barrio es
síntoma inequívoco de que el contacto físico con el vulgo les pone nerviosos;
se les nota muchísimo que, aunque manoseen el término y anden a vueltas con el
concepto, se encuentran mejor manteniendo ese magma idílico que denominan “la
gente” dentro de los márgenes de lo teórico.
La educación del bebé
La educación del bebé
Miren: cuando un bebé
crece sano y se siente querido, hay un momento en que comienza a discriminar el
Yo de todo aquello que conforma el resto del mundo; su persona, de la de sus padres. Hay un instante en el
que el bebé toma conciencia de que él no ocupa todo el Universo, sino que éste es compartido y está ocupado por algunas
personas más; personas que no son él.
El juego que ilustra y ayuda a que el bebé vaya comprendiendo este complejo
concepto discriminatorio lo hemos jugado creo que todos, y consiste en
que le tapamos la cara al bebé y decimos dónde
está mi niño? Luego, lo destapamos y decimos aquiiiií! O, como se hace en tantos sitios, Cu-cu… Traaaas! Los bebés se ríen bastante, se muestran muy felices
por el hallazgo de que el mundo desaparece por un instante pero vuelve a
aparecer. Y, con el paso de las semanas, los niños empiezan a tomar conciencia
de que el universo no existe porque ellos
lo hayan construido, sino que está
construido ya y que otros seres son capaces de hacerlo desaparecer y
reaparecer sin que intervenga en absoluto su voluntad de lactante.
La rabieta del antisistema
La rabieta del antisistema
Pues bien: a éstos de
Podemos, o de pequeños no les han hecho suficientemente este ejercicio de
construcción del propio universo, o carecen de la circunvolución cerebral en la
que probablemente resida la capacidad de aceptar la realidad como algo ajeno al
propio Yo; porque actúan dando la espalda a lo que realmente hace la inmensa mayoría
de la gente; la verdadera gente, no
ese fantasma conceptual que han creado! Y, del mismo modo que los niños
pequeños y malcriados se tapan los oídos, cierran los ojos y cogen una rabieta
cuando no les gusta o no quieren enfrentarse a unos hechos que ineludiblemente
tendrán que aceptar para poder crecer, estos aristócratas postuniversitarios
quitan bustos y cuadros del Rey de España, arrancan rótulos de calles cuyos
nombres no significan ya nada para nadie más que para ellos, prohíben fiestas,
amenazan a las viejas con quemarlas en las iglesias, le cambian compulsivamente el nombre a
celebraciones religiosas que para la mayoría son ya poco más que una buena
excusa para tener vacaciones, destruyen la ilusión de los niños la mismísima
víspera de la llegada de los Reyes Magos, sacan en procesión enormes vaginas de
cartón piedra imitando a la Virgen y vejando y profanando las creencias de la mayoría de los
ciudadanos comunes.
Pero también prohíben poner veladores en las terrazas de los bares, cierran el paso al turismo, ponen toda suerte de trabas a los hoteles, contratan espectáculos violentos y terroríficos para niños, van a recibir a la puerta de la cárcel a miserables etarras, y antes se cortan la lengua que pronunciar la palabra España!
No es ésta una forma inteligente de gobernar. Los políticos, y -por encima de todos ellos- los gestores de los ayuntamientos no han llegado al Poder mediante unas elecciones para aleccionar en su ideología a los empadronados en su ciudad, por muy fantástica y libérrima que fuera dicha ideología, que, desde luego, no es el caso del marxista-leninista-bolivariano y oscuro entramado de Podemos, verdadera miscelánea concebida en una noche de sexo duro y anfetas entre Marilyn Manson y Lucrecia Borgia.
Cada bando que proclaman es una rabieta; cada espectáculo que organizan es un berrinche; cada fiesta que organizan oculta un drama enquistado entre las sábanas aún húmedas de su infancia terrible.
Reeducación
Pero también prohíben poner veladores en las terrazas de los bares, cierran el paso al turismo, ponen toda suerte de trabas a los hoteles, contratan espectáculos violentos y terroríficos para niños, van a recibir a la puerta de la cárcel a miserables etarras, y antes se cortan la lengua que pronunciar la palabra España!
No es ésta una forma inteligente de gobernar. Los políticos, y -por encima de todos ellos- los gestores de los ayuntamientos no han llegado al Poder mediante unas elecciones para aleccionar en su ideología a los empadronados en su ciudad, por muy fantástica y libérrima que fuera dicha ideología, que, desde luego, no es el caso del marxista-leninista-bolivariano y oscuro entramado de Podemos, verdadera miscelánea concebida en una noche de sexo duro y anfetas entre Marilyn Manson y Lucrecia Borgia.
Cada bando que proclaman es una rabieta; cada espectáculo que organizan es un berrinche; cada fiesta que organizan oculta un drama enquistado entre las sábanas aún húmedas de su infancia terrible.
Reeducación
Por ello, y
contrariamente a lo que ustedes pudieran esperar de este artículo, no pienso
hacer un alegato ni una llamada a la acción o a la resistencia. Lo lamento,
pero debo decirles que no podemos ni debemos combatirlos con meros razonamientos legales;
ni siquiera éticos. Porque son personas que lo han debido pasar muy mal durante
alguna etapa crucial de su infancia. Quizás sus padres no tuvieron tiempo para
jugar con ellos en el momento clave en el que los niños aprenden a estructurar
el mundo. Tenemos, pues, que ser pacientes con estos podemitas sin humor; incluso armarnos de
cariño. Y cuando veamos a alguno insultando nuestros principios
esenciales o mofándose de las tradiciones que han sostenido nuestra infancia y
la de nuestros padres, hemos de ser conscientes de que hay que ejercer una
tarea de educación emocional que, por muy triste que nos resulte y por muy duro que nos parezca, no se hizo en
su momento.
De modo que respiremos hondo, contemos hasta nueve, y luego, con dulzura y acompañándonos de un simple pañuelo o de cualquier servilleta de papel que tengamos a mano acercarnos, taparles los ojos
lentamente y decirles varias veces cu-cu…
Traaaas!
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