Artículo de Eduardo Maestre
Con 69 diputados y un 20.6% de los votos, la fuerza
reaccionaria conocida como Podemos aparenta ser el tercer partido importante
del Congreso de los Diputados. Y digo aparenta porque, si
analizamos con algún detenimiento su situación, podemos (aquí, sí!) ver otra
cosa.
Lo primero que se advierte es que no es una sola fraternidad política, sino cuatro. Los 69 escaños se organizan del siguiente modo: 42 de Podemos propiamente dicho; 12 de En comú podem, catalanes; 9 de Compromís-Podemos, valencianos, y 6 de En Marea, gallegos. Estos 27 escaños últimos, todos ellos compuestos por radicales de extrema izquierda, como los 42 de Podemos, pero separatistas.
En comú podem es la marca nacional de Barcelona en Comú, el partido regido firmemente por Ada Colau, la alcaldesa superstar de la ciudad condal. Lo lidera Xavier Doménech, nacionalista de pro y personaje que no se esfuerza demasiado en aparecer como independiente de los criterios de Iglesias
porque, efectivamente, lo es.Lo primero que se advierte es que no es una sola fraternidad política, sino cuatro. Los 69 escaños se organizan del siguiente modo: 42 de Podemos propiamente dicho; 12 de En comú podem, catalanes; 9 de Compromís-Podemos, valencianos, y 6 de En Marea, gallegos. Estos 27 escaños últimos, todos ellos compuestos por radicales de extrema izquierda, como los 42 de Podemos, pero separatistas.
En comú podem es la marca nacional de Barcelona en Comú, el partido regido firmemente por Ada Colau, la alcaldesa superstar de la ciudad condal. Lo lidera Xavier Doménech, nacionalista de pro y personaje que no se esfuerza demasiado en aparecer como independiente de los criterios de Iglesias
Compromís, que es una coalición de grupos más pequeños, está liderada también por una mujer, Mónica Oltra, y quien lo dirige en el Parlamento español es Joan Baldoví.
En Marea es un crisol de fuerzas gallegas de extrema izquierda en el que destacan el partido ultranacionalista Anova, del inefable Beirás, y EU (la Izquierda Unida gallega), amén de las distintas mareas que ya controlaban algunos ayuntamientos en Galicia. Su responsable para las Cortes es Antón Gómez.
Ya ven ustedes: Doménech, Baldoví y Gómez son tan líderes de sus grupos en el Parlamento nacional como el mismísimo Pablo Iglesias lo es en Podemos; tienen una encomienda de sus "jefes" (Colau, Oltra y Beirás) y a ellas/ellos se deben. Iglesias tiene que acordar con estos elementos cada uno de los movimientos que decida hacer. El madrileño, pues, tiene un débito nacionalista adquirido con ellos, una hipoteca separatista, una servidumbre "territorial" que, de ser obviada o transgredida, dejaría a Iglesias, ipso facto, con sólo 42 diputados de los 69: un 40% menos!
Esta espada de Damocles nacionalista va a pender durante toda esta legislatura sobre Podemos; haya pacto o no lo haya; se repitan o no las elecciones. Porque Podemos, el Podemos que han creado entre Pablo Iglesias y los grupos Mediaset y Atresmedia (Cuatro TV y La Sexta, respectiva y fundamentalmente) sólo cuenta con 42 escaños, prácticamente los mismos que el exiguo grupo del yerno perfecto, Albert Rivera. Y esos 42 escaños no provienen de separatas catalanes, gallegos o valencianos, sino de un heterogéneo electorado compuesto básicamente por gente joven muy desinformada, por universitarios, por parados de larga duración no adscritos a las mamandurrias socialistas, por amas de casa asqueadas de corrupción; aunque también por profesionales laborales no avisados, amén de comunistas residuales irredentos, muchos votantes tránsfugas de Bildu, algunos falangistas melancólicos, ciertas danzarinas del vientre y todos los perroflautas ortodoxos, titiriteros o no.
Estos votantes de Podemos nada tienen que ver con las mareas, los compromís o las adacolaus. Es más: salvo el reducto perroflautístico, que es una ilustre minoría, el resto de su espectro de votantes es claramente refractario al separatismo. Por ello, algunos conocidos míos que sorprendentemente han votado a Podemos en las europeas, en las andaluzas y por supuesto en las generales, me han manifestado hace poco que no entienden ni comparten esta súbita servidumbre hacia esos 27 nacionalistas sobrevenidos de los que no habían siquiera oído hablar hasta dos días antes de las elecciones!
Gente de Jerez, de Algeciras, de Sevilla; malagueñas salerosas; cordobeses de pro; serranas de Aracena; algún gaditano de Puerta Tierra y más de un madrileño cañí que sé de buena tinta que han votado a Podemos coinciden en que, visto lo visto, se pensarían volver a votar a éstos en caso de que se repitieran las elecciones. Y todo por qué? Pues por este espectáculo de sumisión a los nacionalismos que conforman el excesivamente heterogéneo grupo en apariencia liderado por el ultrarreaccionario Pablo Iglesias.
A mi juicio, y siendo tan sólo un espectador más del entremés
que a diario se desarrolla en los pasillos del Congreso, la actitud, el
lenguaje y las formas que desde hace dos semanas viene desplegando como unas
alas gigantescas el sobreactuante Pablo Iglesias responde a un error de cálculo
del dominante aristócrata de la Complutense. El astuto Iglesias, imitando al
astuto Ulises, ha logrado meter un enorme caballo de madera dentro de la Troya
socialista; este caballo gigantesco no es otra cosa que un concepto: la
urgencia de gobernar. Curiosamente, dentro de ese caballo descomunal
no hay ni soldados ni espadas ni lanzas, sino sólo una semilla: la semilla de
la discordia, instalada, germinada y floreciendo, ya sin pausa, en el corazón
cansado de un partido desnutrido, deshidratado y confuso como es hoy el PSOE
tras los espantos de Zapatero, la desarticulada inacción de Rubalcaba y el
prodigioso cretinismo de Sánchez.
Pero Iglesias no ha calibrado el verdadero alcance de su
liderazgo. Apoyado por dos cadenas de televisión de ámbito nacional las 24
horas del día durante casi dos años, olvida que esos dos poderosos medios de
difusión que como dos púlpitos ardientes despachan cada día a sus fieles la
cotidiana arenga paulina no están financiados por el Gobierno
de Irán ni por los adoradores de Chávez, sino por quienes crean los
espacios virtuales mediáticos en los que se desenvuelve la política en España
(como dije antes, Mediaset y Atresmedia), gobernados a su vez por las blancas
manos de los socialdemócratas del PP y de los socialdemócratas del PSOE.
Cuatro TV, por ejemplo, del grupo Mediaset, gobernada con
mano de hierro por Juan Luis Cebrián, está a la espera de que este perfecto
imbécil de Pedro Sánchez fracase en su intento de formar un Gobierno imposible.
Ya ha manifestado el gurú socialista, tanto en sus editoriales de El País como
en cuantas entrevistas ha aparecido, que no se puede pactar con
Podemos. En el momento en que Sánchez tire la toalla -que la tirará, sin
remisión- y su cabeza caiga en el cesto que habrá al pie de la guillotina que
supondrá para él el proceso de primarias socialistas, el
aparato mediático de Mediaset se pondrá en marcha para destruir al mismo que ha
ayudado a encumbrar a diario; es decir: a Pablo Iglesias. Poco a poco dejará de
aparecer en la cadena, y luego será ejecutado y su cadáver arrojado al abismo.
Todo ello, antes de la repetición de las elecciones.
Si de las primarias socialistas emerge una figura de
consenso (o sea: con capacidad para prostituir su ideario), alguien
que garantice un probable pacto de Gobierno a dos o tres bandas tras la
repetición de las elecciones (por ejemplo, una ultraconservadora como
sin duda es Susana Díaz), el grupo Atresmedia, con La Sexta como bandera,
abandonará a su puta suerte a los errejones, los monederos,
las colaus y las carmenas, dedicándose con toda la
potencia de su enorme aparato mediático a reventar a Pablo Iglesias y a quien
lo trujo. De repente, los periódicos digitales comenzarán a publicar los
documentos que atestigüen la financiación de la cúpula de Podemos por los
regímenes iraní y venezolano; todo ello previa campaña informativa que
hable de los horrores del Gobierno iraní, de las masacres, de las mutilaciones,
de la pesadilla de sus cárceles; una campaña que desarrollará por fin el
espanto del bolivarianismo, del leninismo y del estalinismo, campaña que irá destinada al mismo público que cada día almuerza y cena con
un podemita predicando desde el púlpito televisivo. Podemos y Pablo Iglesias,
como repentinos vampiros sorprendidos por el amanecer en campo abierto,
retrocederán, cubriéndose los ojos, al sitio de donde jamás debieron salir: los
pasillos y la cafetería de ese vertedero de la inteligencia que es la
Complutense. Y dentro de un par de años todos ellos tendrán que pagar para
follar.
O es que creen ustedes que los bancos españoles y europeos,
que son los accionistas mayoritarios de estos grupos mediáticos, van a permitir
que una pandilla de leninistas les joda el negocio? No, hombre! Por favor!
Ciertamente, la criatura se les ha ido de las manos; el monstruo que han creado
ha decidido escaparse por las calles de la isla escocesa causando estragos,
pero con seguridad los bancos, a través de sus socios, los dueños de los mass-media,
van a restablecer el orden. No lo duden.
Pese a todo, y porque antes de la más que probable repetición
de elecciones no daría tiempo a hundirlo completamente, Podemos aún podría
conseguir suficientes escaños como para hacerse oír y montar sus
numeritos emocionales y sus performances en el Congreso, pero
ni de lejos repetirá la cifra de 42 escaños más los 27 de las mareas y
los compromisos.
Es más: no descarten ustedes que estos tres grupos radicales nacionalistas de
extrema izquierda vinculados a Podemos desaparezcan del Parlamento español o
queden reducidos a algo residual -como lo es ahora Izquierda Unida- si es que
han de repetirse las elecciones; porque, en su arrogancia, creerán que
presentándose desvinculados del núcleo de los de la Complu (…Huy,
los de Madrid! Qué asco!) podrán obtener al fin grupo propio en
el Congreso (aquello que les prometió el telepredicador y que luego no pudo
satisfacer), e, irremisiblemente, se la pegarán en las urnas.
En definitiva: intuyo que, una vez descuartizado el monigote
Sánchez por las propias bacantes socialistas, el totalitario Pablo Iglesias,
crecido como un soufflé en el horno de los grandes holdings
mediáticos españoles y con la misma consistencia ideológica que tiene
cualquier soufflé, va a comenzar un camino de espinas del que no va
a poder recuperarse jamás; al menos, políticamente. Porque Iglesias no
está calibrando bien el golpe mortal que puede asestarle el Partido
Popular a través de sus esbirros mediáticos si se repiten las elecciones. El
PP; el mismo PP que lo ha sacado de la tiniebla complutense para azuzarlo como
un espantajo que avergonzara y dañase seriamente al PSOE (objetivo conseguido,
por cierto!) va a ser quien, acorralado por su deplorable hemorragia valenciana
-sacada a la luz precisamente en estos meses de impás sin
Gobierno- busque asegurarse un sitio en la próxima legislatura, sea ésta
bipartita o tripartita. Y para ello necesita al PSOE. Pero, claro: no al de
Pedro Sánchez!
Así que, para resumir toda esta suerte de conjeturas (porque,
la verdad, sólo son conjeturas), diré que la única posibilidad que tiene
Iglesias de entrar alguna vez en un Gobierno nacional se basa en tres
supuestos: 1) que no pacten Sánchez, Rivera y Rajoy; 2) que no se
repitan las elecciones, y 3) en caso de ir a nuevas elecciones, que no hayan
decapitado aún al cretino de Sánchez, que es el único suicida
con quien podría acceder a gobernar en comandita. Sólo así podrá obtener la
Vicepresidencia que exigió y las carteras ministeriales que todo Robespierre
necesita para controlar al pueblo.
De otro modo, no sólo no gobernará jamás, sino que tras la
debacle postelectoral que podría sufrir dentro de unos meses, y en sus noches
de sábanas baratas y pijama de Alcampo, sentirá un dolor indefinido, un frío
mineral que le punzará el corazón y le hará despertar empapado de ese sudor que
sólo se destila en las malas vigilias; el asténico Iglesias experimentará un
dolor intenso y sordo que, antes o después, acabará reconociendo: el dolor que
sólo produce la soledad del perroflauta.
Eduardo : genial !!! Que pena que supueran , en su precipitacion, lo buen suegro que habrias sido para el yerno perfecto. Siempre lo lamentamos
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