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miércoles, 24 de febrero de 2016

La otra mejilla

Artículo de Luis Marín Sicilia

El mayor error que está cometiendo el PSOE es no tener la valentía de enfrentarse al populismo, no para disputarle su clientela sino para explicarle a ésta los torrentes de mentiras que movilizan sus sentimientos”

El ¡viva Cartagena!, una vez que todos tienen derecho a decidir, está a la vuelta de la esquina, visto que para esta nueva clase política los conceptos de nación, soberanía y democracia le son tan extraños como a un cerdo el jabón”

Como dijo Jesucristo, al separar religión y política, hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es decir, en política, poner la otra mejilla es del género idiota”

Acontecimientos recientes acreditan que a la política actual le sobra juventud impulsiva y le falta sabiduría. Cuando no se saben respetar las ideas ajenas es imposible vivir en libertad, algo tan elemental en democracia que debiera figurar en el frontispicio de todos los partidos políticos.

Por ello, los que iban a traer otra política confunden conceptos y descubren su auténtico ADN totalitario y excluyente. Los "asalta capillas", los "titiriteros ahorcajueces y violamonjas", los romanceros de los "padrenuestros sexuales" o los expositores de "artistas vaginales", ofenden ideas ajenas y principios morales, pero luego se escudan en la libertad de expresión. Son tan "valientes" que no se atreven ni con el Corán ni con el islamismo, porque saben que, a diferencia de los cristianos, los ofendidos no pondrán la otra mejilla.

Mientras escribo se anuncia la reunión a cuatro en busca de un pacto, que llaman de progreso, y en el que participan opciones cuyo credo político ha ocasionado las mayores desventuras económicas y sociales allí donde se ha practicado. Pedro Sánchez  ha reducido la política, con su afán excluyente de los populares, a una nueva versión de "los unos y los otros", lo que supone, de confirmarse, el gran triunfo de los populismos de izquierda sobre la socialdemocracia.

El mayor error que está cometiendo el PSOE es no tener la valentía de enfrentarse al populismo, no para disputarle su clientela sino para explicarle a ésta los torrentes de mentiras que movilizan sus sentimientos. Un gramo de sabiduría política debiera llevarle a proclamar que la razón nunca más debe ser derrotada por los sentimientos. Que en la acción política no debe haber ni bandos ni banderías, y que frente a la presión de la muchedumbre debe prevalecer la libertad del hombre y la conciencia individual.

Si no fuera doloroso para el futuro del país habría que comentar como chistes de mal gusto la mayor parte de lo que se oye, con tanto teatro como la intentona de la investidura ha puesto en marcha. Dislates localistas, una vez abierto el melón del "derecho a decidir", como ese foro onubense que pretende la segregación de Huelva para incorporarla a Extremadura. Los lumbreras de la parida han encontrado su hecho diferencial en la "Ruta de la Plata", lo que implica el afán de todo insolidario expansionista que aspirará después a llegar hasta Asturias.

Este populismo identitario no podía pasar inadvertido para la Junta de Susana Díaz, la cual se alarma y prepara su artillería ante la posibilidad de que Pedro Sánchez, para alcanzar el poder, reconozca a Compromis ciertos privilegios, camuflados como "deuda histórica" valenciana, exigiendo, si así fuere, que se beneficie igualmente a Andalucía. El ¡viva Cartagena!, una vez que todos tienen derecho a decidir, está a la vuelta de la esquina, visto que para esta nueva clase política los conceptos de nación, soberanía y democracia le son tan extraños como a un cerdo el jabón.

Pero la mayor gravedad para la prosperidad de España es el posible pacto político de izquierdas tan querido por el candidato Sánchez, el único que puede llevarle a su gran sueño de presidir el Gobierno de España. Y es grave para el país porque las propuestas de Podemos se han revelado como inasumibles en sociedades desarrolladas y abiertas. Y las palabras de sus líderes no tienen valor alguno porque su único objetivo es embaucar a la masa que ellos llaman gente.

Lo que dicen los documentos podemitas da igual; luego harán lo que quieran. Basta ver con qué desparpajo cambian, no ya el tono de voz, que sin pausa deviene de amenazante a encantador, sino sus propios mensajes programáticos que los trucan sin decoro, ya que para ellos la democracia es el instrumento para la toma del poder. Eso va en los genes del chavismo-leninismo que los inspira.

Las conversaciones de Sánchez hacia su izquierda tiene los inconvenientes del interés general de la nación española, no sólo por lo que suponen los pactos con formaciones que están en la órbita del secesionista llamado derecho a decidir, sino también, y con enorme gravedad, por las consecuencias que tales pactos implicarían para la incipiente recuperación económica. En realidad, la negociación de los pactos ha supuesto mucho marketing y comparecencia mediática y poquísima transparencia. Por ello algunos recuerdan las palabras del candidato sobre que sus electores no comprenderían que no se entendiera con Podemos, para sospechar que, detrás de tanto teatro, hay ya un acuerdo radical de izquierdas bien amañado por Pedro y Pablo. Al fin y al cabo, ya lo tienen en ayuntamientos y autonomías.

Es verdad que desde sectores e instituciones se le transmiten al candidato serias advertencias sobre el reto al que ha de enfrentarse el nuevo Gobierno. Así el Comisario de Economía Moscovici, socialista como Sánchez, le ha hecho saber que el déficit ha de rebajarse hasta el 1 % en 2019, con un recorte del gasto de 20.000 millones de euros, 8.000 de los cuales en este año, cuando Podemos quiere incrementarlo en niveles desorbitados. ¿Sabe realmente Pedro Sánchez dónde se mete? ¿Tan poco le importaría el futuro de España si pacta con Podemos?

Lo ideal para la ambición del candidato sería el pacto con Ciudadanos, orillando al PP al que veta para dialogar, mientras le pide que se abstenga en su investidura. "¡España quedó aliviada!" dijo Pedro Sánchez cuando el Rey lo designó candidato, expresión que confirma lo que quienes le conocen hablan de él al calificarlo como un "personaje engreído, profesor parcial de ínfimo nivel cuya tesis doctoral esconde, incapaz de abrir un negocio, encontrar empleo o ganar unas oposiciones" en sus 44 años de existencia, y siempre buceando por las procelosas aguas del aparato del partido.

Hemos pasado del "no, no rotundo, no", repetido 17 veces, al "final de los vetos" y al "sentido de Estado". Es decir, al "haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga". O sea, "tú me dejas hacer, pero yo no te dejo que hagas". Se olvida con demasiada frecuencia quién ha tenido responsabilidad y sentido de Estado, empezando por el actual Presidente del Congreso, Patxi López, que fue investido lehendakari vasco gracias al apoyo desprendido del PP, por interés de Estado.

Son muchas las presiones a los populares para que gobierne Sánchez con apoyo de Ciudadanos, para evitar, dicen, que aquél se eche en los brazos de Podemos. ¡Magnífico argumento de ética y moral pública! Si Sánchez no quiere que gobierne Podemos basta con que no pacte con Podemos. Intereses económicos y mediáticos parecen aunar sus esfuerzos alardeando de la corrupción popular para inhabilitarlos en este momento crucial para el país. Es curiosa la forma de asaetearnos diariamente con cuestiones que afectan al PP, al objeto de trasladar una imagen maloliente que, curiosamente, se silencia en otros casos igualmente corruptos. Es la misma presión, con otros pretextos, que hace treinta y cinco años provocó la dimisión del presidente Suárez.

Amparándose en la socorrida "libertad de expresión", Pedro Sánchez ofendió gratuitamente a toda la familia popular a la que ahora, arrogantemente y buscando el apoyo mediático y de los grupos de presión, quiere trasladar la responsabilidad de que no se abrace a Podemos, cuando lo cierto es que tal responsabilidad es exclusivamente de quien se sirve del chantaje para eludirla.

El PP debe ser fiel a su electorado, representante de la derecha democrática, que se ha sentido maltratada por el candidato socialista. No puede ser que la responsabilidad para no pactar con los populistas antisistema sea de quien, desde el minuto uno, ha venido proponiendo un auténtico pacto de Estado. El mejor para el país. Y el mejor incluso para los que lo suscriban porque, durante su vigencia, la gente puede visualizar lo acertado del mismo y la categoría de leales estadistas de quienes lo firmaron para mejorar y modernizar España.

El pacto de regeneración, reforma constitucional, derechos sociales y reforzamiento institucional que podrían suscribir los tres grupos constitucionalistas, PP, PSOE y Ciudadanos, supondría un salto cualitativo y cuantitativo estimable para el verdadero progreso de España. Pretender que casi siete millones y medio de españoles, el grupo más numeroso, queden al margen del mismo es desmedido e injusto.

Cuando a alguien se le desprecia, se le ningunea y se le ofende, lo menos que puede pedirse es que se disculpen y tiendan puentes de entendimiento. Pedirle que se abstengan para evitar males mayores, que no serían posibles sin la voluntad de quien pide la abstención, es tanto como apalearlo y llamarle tonto. O como en términos religiosos llamaríamos poner la otra mejilla. Pero como dijo Jesucristo, al separar religión y política, hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es decir, en política, poner la otra mejilla es del género idiota.




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