Artículo de Paco Romero
“La pétrea soledad de la mano de Sánchez a la espera de la de Rajoy,
quedará para siempre como el símbolo del final de un ciclo que comenzó hace 40
años y al que se le denominó Transición”
“Los mensajes no verbales expresan valores culturales, personales,
emociones, sentimientos e, incluso, la calidad de las relaciones
interpersonales y, en los referidos casos, ha quedado patente el profundo ego y
la soberbia de ciertos líderes políticos”
Una imagen vale más que mil palabras; lo mismo podría
decirse, no sin razón, de la catarata de comunicaciones implícitas y explícitas
que un simple gesto puede llegar a generar.
La comunicación percibida a través de los sentidos,
excepción hecha del oído, es conocida como comunicación no verbal, y es la
constituida por cualquier tipo de conducta humana, consciente e inconsciente,
que pueda ser interpretada como portadora de información.
La puesta en escena del distanciamiento entre los actuales
líderes -aunque en franca regresión- de los dos grandes partidos políticos
españoles, ha dado pie a múltiples conjeturas sobre la educación, el decoro, la
honorabilidad, la dignidad o, incluso, la decencia de sus protagonistas.
La pétrea soledad de la mano de Sánchez a la espera de la de
Rajoy, quedará para siempre como el símbolo del final de un ciclo que comenzó
hace 40 años y al que se le denominó Transición, que ha dado lugar al periodo
más fructífero de la reciente historia de España, y también del profundo
desencuentro ante las formas de abordar el inmediato futuro.
El cinismo de Sánchez, pretendiente sui géneris al asiento
monclovita, tras -en campaña- autotildar de fracaso su previsible derrota
electoral, tuvieron su correlato con el grosero e insolente desplante a manos
del presidente en funciones, para acabar convirtiéndose en fiel testimonio de
lo que, sin que haya trascendido, ocurrió en ese encuentro de 20 minutos del
viernes en los que resulta palmariamente imposible conversar de todo lo que
dicen que hablaron y sí más que suficientes para ponerse mutuamente “como agua
de dos lejías”, que fue lo que con toda seguridad sucedió.
Pero, al igual que ocurre con el lenguaje oral, la
interpretación de los gestos dejan al descubierto las distintas acepciones que,
desde el más rancio sectarismo, somos capaces de protagonizar tirando del
diccionario de la comunicación no verbal: el indisculpable gesto de Rajoy tuvo
su lastimoso antecedente con motivo de un debate durante las pasadas elecciones
municipales en el que la señora Carmena, altaneramente, permaneció de brazos
cruzados ante la mano tendida de Esperanza Aguirre.
Escena que sirve para enlazar con otro gesto inhabitual: la
dimisión por sorpresa de la presidenta de los populares madrileños tras los últimos
casos de corrupción que acechan a su partido.
Los mensajes no verbales expresan valores culturales,
personales, emociones, sentimientos e, incluso, la calidad de las relaciones
interpersonales y, en los referidos casos, ha quedado patente el profundo ego y
la soberbia de ciertos líderes políticos.
Por lo demás, no puede obviarse que el contexto
sociocultural interviene también de manera decisiva en la comunicación no
verbal, haciendo que un mismo mensaje se exprese y se capte de forma diferente
según la formación del interlocutor. Es por ello que su interpretación también
depende del “dialecto cultural” en el que tenga lugar. Así, una vez lanzado el
mensaje, llegada la hora de su valoración, toma especial importancia la
distinta vara de medir de la ciudadanía con respecto a quien sea el autor del
desplante: desde los imparciales que califican de igual manera gestos idénticos
a los que, tirando de fanatismo, aseguran sin sonrojo la ruindad del rival
cuando el oprobio afecta al suyo y jalean al propio cuando esparcen esa misma
vileza hacia los demás.
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