Artículo de Manu Ramos
Si hay algo que define a las
ideologías enmarcadas dentro del ámbito denominado hoy día “de
izquierda”, es la igualdad. Pero una igualdad material, económica,
social, de clase. En el desarrollo más totalitario de esta idea se
llega rápido a la igualdad de pensamiento, pero ese es el
camino natural de las utopías o ideologías que quieren llevar a sus
últimas consecuencias los planteamientos parciales sobre la
realidad. Al fin y al cabo una ideología es eso, aplicar una “idea”
al “logos” (razón). Siempre hay algo de verdad en ellas,
pero no dejan de ser parciales.
En esta España sin libertad
política los partidos, incrustados en el Estado, sólo defienden su
medio de vida (el mismo Estado) y los eslóganes propagandísticos
sólo sirven de fachada para ocultar lo que en realidad son: órganos
del Estado. Son como cualquier cuerpo de funcionarios. Las pugnas,
rencillas y peleas que los periodistas/cronistas del régimen nos
ofrecen diariamente son luchas dentro de un cuerpo de funcionarios
sin ideología ninguna. Sólo aspiran a repartirse la administración
de dicho Estado. Por este motivo no existe lucha ideológica en
España y todos ellos aparecen ante la opinión pública como
traidores a los principios que dicen defender. El sistema electoral
proporcional y de listas se encarga de acentuar esto, además. Pero
la consecuencia es una amalgama de arribistas que tratan, con excusas
y frases ocurrentes, hacer creer que ellos son merecedores de una
parcela más grande del Estado.
En el caso del PSOE, la batería de
frases reiterativas que ha pergeñado el equipo de creativos del
partido incluye la ocurrencia del “federalismo”. Desde medios
como El
País,
defensor de la pose progresista, se ha apoyado esta idea que en estos
días Pedro Sánchez quiere esconder en el primer cajón que se
encuentre. La presunta ideología del PSOE pretende resolver el
delito de sedición perpetrado en Cataluña (cuya única
respuesta
efectiva
es
el
estado
de
excepción)
estableciendo de alguna manera un Estado Federal en España que calme
las ansias nacionalistas de una parte del Estado que gobierna en
Cataluña. La incultura hace que el discurso de los políticos
discurra por caminos sinuosos.
Primero habría que distinguir y
definir qué es federalismo y la mejor forma de hacerlo es
comparándolo con el modelo confederal. Antes aún hay que
señalar que tanto uno como otro parten de la premisa de que tenemos
Estados que unir. Es decir, que previamente deben haber sido
conformados dichos Estados. En el caso de España sólo tenemos uno
así que se colige que para poder establecer uno u otro modelo
(federal/confederal) habría primero que crear varios Estados de la
nada o quizá declarar otra guerra civil entre territorios del Estado
Español y, al concluir, delimitar fronteras y nombres a esos nuevos
países.
Pero salvando esta minucia, la
cuestión planteada por el PSOE pretende aplicar la solución federal
entre una futura Cataluña independiente (y Andalucía independiente,
¿por qué no?) y la antigua España cuyo nombre habría que cambiar
por, llamémosla como ejemplo, “Españistán”. Esa relación
entre Españistán y los estados allegados dice el PSOE que debería
ser federal. Podría aprovechar y federarse con Portugal, ya puestos:
los Estados Unidos de Iberia. Bien, esos estados federados
tendrían una capital federal, por ejemplo Madrid, cuyo gobierno de
la federación tendría todas las competencias que no se hubieran
reservado los estados federados. ¿No recuerda mucho esto a las
autonomías?.
En una confederación la base es la
misma pero el gobierno confederal tendría sólo las competencias que
hubieran sido específicamente aprobadas para él. El reparto de
competencias es el contrario al federal. Por lo tanto en una
confederación los estados suelen ser mucho más independientes en
sus competencias. En la federación se prima la igualdad entre
estados mientras que en la confederación sólo se defienden acuerdos
puntuales entre estados. El resto depende de cada uno.
Una primera reflexión, básica,
respecto a esta realidad es que habría que romper España para poder
llegar a cualquiera de las dos soluciones. Y lo de cargarse la
personalidad jurídica de la nación española no es algo que se
pueda hacer votando, ni siquiera la totalidad de los españoles puede
hacer esto. La realidad de la nación española tiene unos cimientos
mucho más profundos que los ramajos que los españoles de hoy puedan
plantar, pero esto no quiere decir que no se esté sembrando el
germen de la desunión, de la traición y del desprecio a la Historia
y Patrimonio de nuestro pueblo.
Dejando por ahora de lado el
improbable efecto de un “derecho a decidir” extraído del
pensamiento utópico, el planteamiento federal que defiende la pose
progresista no tiene en cuenta que el federalismo significa igualdad.
Eso es precisamente lo que no quiere un nacionalista. A cualquier
nacionalista-separatista lo que le interesa es estar por encima de
los que considera inferiores. Por lo tanto proponerle una relación
federal a un nacionalista, cosa que de hecho es el “Estado de las
Autonomías”, no acabará por saciar su ansia divisoria. Es miope
creer, primero, que se puede dividir España a placer y, segundo, que
los que quieren dividir España lo buscan para establecer una
relación de igual a igual.
Así que aunque Susana
diga
que
busca
la
igualdad,
su partido y ella misma defiende un régimen que consagró la
división en pequeños reinos de taifas (ella es la reina de uno de
ellos) fruto del reparto de poder entre los barones de los
incipientes partidos a la muerte de Franco. De ese reparto de
competencias, sin otro propósito que el de intentar calmar las
ansias, no de un estado independiente, sino de dinero y cargos así
se construyeron los aparatajes pseudoestatales que hoy llamamos
comunidades autónomas. Tanto Cataluña como Andalucía como
cualquiera de ellas intentarán engullir más y más competencias por
ese ansia de poder y dinero. Susana Díaz ya no se conforma con ser
una reina de taifa sino que aspira a ser la cabecilla de esta banda
de ladrones autonómicos: presidenta del gobierno.
Si tuviéramos un presidente de una
república constitucional, elegido por todos, estos disparates no
durarían ni una semana. Pero esto es algo que intentaré explicar en
otro artículo.
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