Artículo de Mara Mago
Ciudadanos, el partido de la Ciudadanía, se dicen. Perteneciente
al Grupo Demócrata-Liberal Europeo, afirman. Un proyecto civil para transformar
este país, no para romperlo, anuncian. Ciudadanos propone la unión de todos los
que defienden la igualdad, la libertad, la unión, la solidaridad. De entrada,
nada nuevo bajo el sol. Una invitación fácil de seguir. Una apuesta por la
regeneración democrática e institucional, por una reforma fiscal a favor de la
clase media y la lucha contra el fraude, por un pacto nacional por la
Educación. Por la innovación, la ciencia, la cultura, bla,bla,bla,bla,bla,bla…….
Ciudadanos se define
mejor por lo que no quiere:
- ‘’No queremos ni
inmovilismo ni decadencia, pero tampoco populismo ni venganza. Queremos
Justicia. Queremos un país mejor para nuestros hijos y para los que viven con
nosotros. Ciudadanos es parte de la ola de cambio que ha arrasado en 2015 para
que España sea un país del siglo XXI’’.
Todo esto y mucho más lo afirma de un tirón su líder, el
joven Alberto Rivera, en el vídeo de presentación que el partido tiene colgado
en su página web oficial.
Asegura Rivera, con su habitual locuacidad, que hace 8 años
Ciudadanos fue pionero en diagnosticar que este país empezaba a estar podrido
de corrupción y en defender la unidad de todos los españoles, frente a la
amenaza del independentismo catalán y vasco.
Ciudadanos es hijo de Internet. Nació de una plataforma
civil, de un manifiesto en las redes sociales que empezó a aglutinar a mucha
gente. Hoy, es el único partido que podría articular un gran acuerdo nacional para permitir restañar
las heridas del pasado y abrir la puerta al futuro. Así lo cuenta su máximo
líder y fundador.
Ciudadanos sin
esperanza
Ya quisiéramos nosotros, los sufridos y decepcionados
ciudadanos de a pie, albergar alguna esperanza en este sentido. No sólo
respecto al partido de Alberto Rivera, sino respecto a cualquiera de las organizaciones
políticas representadas a día de hoy en la sede donde reside la Soberanía
popular. Cualquiera de esas cuya portavocía principal está siendo ejercida por
esos personajes mediáticos que llevan un mes entreteniendo al personal en su ir
y venir infructuoso desde el Congreso a la Zarzuela y vuelta a empezar. Puro
teatro, parafernalia, postureo, puesta en escena. Para salir corriendo o
echarse a llorar. Tragicomedia moderna, mala, carente de la gracia clásica. Como
la gala 2016 de los Goya del cine español. Otra vez pura incongruencia. Divina y
mezquina. Radiante y melodramática. Relegando a segundo plano el arte de la
cinematografía para erigir en estrella de la noche una figura emergente que
parecía reencarnación física de Rubalcaba, -con pajarita-, travestido para el
evento de Ceniciento vallecano a Príncipe de la Farándula. Cultura le llaman
ellos.
Vuelta a la
desconfianza
Perdón por la digresión. Retorno al tema principal, el
partido de la Ciudadanía y la desconfianza que provoca, especialmente, por
estos lares de la Sicilia española, dada su indefendible actuación en el
Parlamento de Andalucía desde el inicio de la X Legislatura en junio de 2015.
También llamada de la desfachatez más absoluta.
Ciudadanos ha permitido en cada sesión parlamentaria que se
celebra en el edificio del viejo Hospital sevillano de la Sangre que se le
escape a chorros la coherencia. No les bastó apoyar al partido de los 40 años
de corrupción para investir a Susana Díaz. Si no que, para prestar un mejor
servicio al régimen socialista, los 9 jinetes de la regeneración democrática ciudadana
se han convertido en muleta, comodín, voceros o quitavergüenzas.
Lo que haga falta, según convenga en cada momento, a quienes sirven. El
Ciudadano Marín ejerce de mayordomo perfecto. Limpia, brilla y da esplendor.
Aunque la infección sigue dentro, contaminando todo lo que toca.
Mientras en Andalucía permite que marche a ralentí o que
permanezca inactiva desde hace dos meses la comisión de investigación sobre el
fraude en los cursos de Formación para los parados, -3.000 millones de euros
extraviados-, en Madrid, el Ciudadano Aguado exige al Gobierno regional presidido
por la popular Cristina Cifuentes, una auditoría general “para diagnosticar qué se ha hecho con el
dinero de los madrileños”.
Alguna vez el Partido
de la Ciudadanía tendrá que explicar por qué no trata con el mismo respeto a
los ciudadanos andaluces y madrileños. Alguna vez, tendrá que aclarar por qué utiliza
distinto rasero en sus exigencias a gobiernos autonómicos de distinto signo
político. ¿Por qué aplica mano de hierro contra la corrupción popular y guante
de seda contra el expolio andaluz? Que sigue, y sigue, y sigue, lastrando toda
posibilidad de progreso. Y su reino no tiene fin.
Antes de que en los
despachos se mercadee nuestro futuro entre cuatro avispados y dos grupos
mediáticos que supieron colocarse cuando vieron venir el sutnami, la Ciudadanía
debería conocer por qué la explosión mediática sobre la corrupción popular valenciana
en las últimas semanas, mientras se sigue silenciando la fuente inagotable de
malversación de fondos públicos que es la Junta de Andalucía y las
administraciones locales gobernadas por el partido de Pedro Sánchez. ¿Qué
pretenden a la par jueces, medios desinformativos, periodistas de la
secta, políticos y los poderes fácticos
que manejan los hilos? ¿A dónde pretenden llevarnos? ¿Por qué sigue esfumado Rajoy y todo su equipo sin presentar batalla?
P.D.-
Tarea recomendada para obtener alguna respuesta a las
cuestiones planteadas:
Visualización de la entrevista a Juan Carlos Girauta, el hombre comisionado por Ciudadanos para
negociar la formación del próximo gobierno de España.
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