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domingo, 7 de febrero de 2016

El coste de ser un buen ciudadano


Artículo de Rafa González


Ser buen ciudadano sale carísimo. Por tanto, estoy pensando en dejar de serlo.

En unos días me adentro en la dura vida del autónomo, tras terminar en diciembre un contrato como empleado en una universidad. Antes de pasarme todo el mes de enero viajando por Asia pregunté a dos alemanes si les parecía bien que me apuntara al paro para ese primer mes del año. Mi colega Markus, con la mentalidad típica del alemán serio, me decía que, efectivamente, como yo me temía, no estaba bien apuntarse a un programa que no deja de ser un seguro de desempleo, y no un regalo de papá Estado, si no iba a estar buscando trabajo, sino viajando. Pero mi asesora fiscal, también tan alemana como el Schweinachse, me dijo que sí, que me apuntara, por dos razones. La primera es que
no podía perder ese mes de ingresos, siempre que avisara a la oficina de empleo de que en febrero comenzaba a trabajar por mi cuenta; la segunda es que, si no me apuntaba al paro, dejaba de estar asegurado ante el médico.

Al final opté por el camino de en medio. Fui a la oficina de empleo a bichear, pero estaba cerrada por Nochebuena, pese a que Alemania es una república aconfesional, una de esas repúblicas que le gustan a Pablo Iglesias, supongo. Así que tuve que ir días más tarde a otra, pero ya no de mi Estado federal de Baden-Württemberg, sino a una de Frankfurt, que está en Hessen, confiando, tan tonto como soy, que en Alemania no se andarían con las limitaciones burocráticas que nuestras comunidades autónomas imponen en España. Pero sí! Alemania, con sus 16 estados federales, también ha creado 16 sistemas distintos para todos los ciudadanos, condenados a arrastrarse por la Straße de la amargura. ''Esta oficina no le corresponde'', me dijo el tipo de la ventanilla, así que me fui a Asia ahorrándole al estado alemán más de 400 euros que me correspondían.

Pero lo que no sabía es que iba a ahorrarle también pasta a la aseguradora. Esta semana he ido a informarme, bueno, a someterme a una sesión de sadomasoquismo funcionarial, sobre mis nuevas cotizaciones como autónomo. Y cuál fue mi sorpresa cuando mi Krankenkasse, o sea mi agencia aseguradora de salud, me informa de que voy a tener que pagar sí o sí, es decir por pelotas, la contribución al seguro médico de enero por ese vacío que he dejado.

Esto por la parte alemana. Luego está la parte española. Que os habíais creído que por vivir fuera me libro de pagar por ser ciudadano de mi país.

Lo que he gastado en los últimos dos años para poder votar en España (las dos veces, en las andaluzas y en las generales, a partidos que además no han conseguido representación parlamentaria) me habría dado para echar la quiniela durante casi las 52 semanas que tiene un año. Entre notarios y tasas administrativas del ayuntamiento me he dejado desde 2014 unos 46 euros, que nunca nadie me va a agradecer. Bueno, quizá sí, en una de esas cartas coloridas -pagadas, de nuevo, por el contribuyente- en las que te piden y agradecen el voto. 

Y lo peor, quizá, de ser un buen ciudadano es que las penurias no son solo económicas. No. Porque... hay algo peor que comerse la cabeza cuando ves a otro ciudadano tirando un papel al suelo sin siquiera disimularlo? Cuando te invitan a hacer deporte el domingo y les cuentas que tienes que seguir el resultado de las elecciones? Cuando todos los esfuerzos parecen desaparecer por el gran sumidero del melasudismo imperante?



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