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jueves, 18 de febrero de 2016

Acción y reacción


Artículo de Luis Escribano


En los últimos meses parece que la realidad sociopolítica en España ha superado la ficción. Percibo una extraña sensación que me recuerda la desorientación que produce el despertar tras una intervención quirúrgica en la que he sido anestesiado. Siento estar inmerso en una tormenta perfecta, en una vorágine de informaciones y desinformaciones que me sumen en una neblina que parece limitar mi visión del escenario político y social que me rodea.

Términos como pacto, ambición, poder, partido, corrupción, déficit, desempleo, prima de riesgo, quiebra, escándalo, juicio, terrorismo, comisión de investigación…más corrupción…acuerdo, nacionalismo, ingreso en prisión, crimen, fraude, querella, tribunal…sigue la corrupción…condena, excarcelación, desigualdad, acoso, maltrato, denuncia, prevaricación, juicio, prescripción, paraíso fiscal, narcotráfico, crimen organizado, blanqueo de capital, cohecho, fraude fiscal y un largo etcétera interminable, fluyen a través de mis oídos y mis ojos hasta anegar mi cerebro, día tras día, sin descanso.

¿No tienen ustedes la sensación de estar viviendo en un entorno confuso, indefinido y crispado? ¿Qué está ocurriendo? Quizá sea sólo la sensación de ciertas generaciones como la mía, y que otras generaciones coetáneas puedan tener otras percepciones diferentes. Lo que sí parece evidente es que los actores protagonistas y secundarios, los que visualizamos día tras día en los medios de comunicación, tales como políticos, periodistas, deportistas de élite, líderes religiosos, etc., que tienen cierta influencia en la sociedad, son generadores en gran parte de ese extraño ambiente. ¡Que lástima que los grandes pensadores y filósofos estén marginados, casi en el ostracismo!

A continuación me centraré en el ámbito de la política, en el que no es fácil buscar respuestas. Al menos, intentaré efectuar una aproximación.

Una de las leyes de la mecánica formulada por Newton es el “principio de acción y reacción” (tercera ley), y se aplica a los movimientos de los cuerpos. En su formulación original venía a decir que “con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto”. Pues bien, salvando las distancias obvias, en el medio social ocurre algo similar.

Cuando una persona actúa sobre otra provoca una reacción o conducta, un comportamiento. Es lo que se conoce como “conducta reactiva”. Si la acción lleva implícito un carácter positivo, es muy probable que la reacción o conducta reactiva provocada pueda ser positiva. Por ejemplo, un acto de comprensión da paso a la comprensión, y un acto de empatía puede generar mayor empatía. Sin embargo, si la acción lleva implícito un gesto con carácter negativo, es muy probable esperar una conducta reactiva que lleve implícito un gesto con carácter negativo. Incluso algunas acciones pueden crear un caldo de cultivo para la aparición de situaciones sociales conflictivas, en la medida en que determinadas condiciones dan lugar a que se repriman algunas conductas reactivas negativas.

No obstante, no siempre es así. Por ejemplo, cuando una persona realiza un gesto cariñoso con otra y lleva implícita cierta dosis de hipocresía que es percibido por la otra persona, reacciona con una conducta totalmente opuesta. Si todo esto lo trasladamos al medio social, que es muy denso y complejo, no todos los procesos se desarrollan exactamente como podría esperarse, pero en cierto modo podría aproximarse.

Hemos vivido en España un periodo de cierta paz y prosperidad, donde el ocio ha ocupado una parcela importante en nuestras vidas. A pesar de la presencia de acciones negativas, no han existido grandes conflictos sociales, salvando algunos casos. No obstante, en el ámbito sociopolítico sí ha sido una época de muchos desengaños, de demasiadas mentiras, de abundante demagogia, de extrema corrupción política, social y económica.

Si algo hay que exigir a los políticos como representantes de los ciudadanos y como actores fundamentales del sistema político-administrativo, es su papel ejemplarizante, relleno de grandes dosis de ética, y no sólo porque manejen el erario público, sino porque toman decisiones que tienen gran trascendencia en nuestras vidas. De hecho, les cedemos muchos poderes exorbitantes que utilizan en esos procesos de toma de decisiones y que afectan tanto a nuestro ámbito público como privado. 

Sin embargo, esta no ha sido precisamente la regla en sus comportamientos. Con sus inadecuadas acciones han provocado reacciones negativas en la ciudadanía. Si el político engaña y roba, el ciudadano reacciona engañando y robando, y uno de sus resultados es el fraude fiscal o participación en la corrupción, en perjuicio de todos. Si los políticos dicen una cosa y hacen la contraria, o sus discursos están llenos de hipocresía, la reacción será siempre negativa por parte de la ciudadanía, salvo de los ciudadanos que viven de ellos parasitando.

Y esta ha sido la dinámica que hemos seguido durante años, entrando en un círculo vicioso de alto riesgo social, muy peligroso, pues todas esas conductas inadecuadas de los políticos, con la connivencia de una parte de la sociedad que obtiene su beneficio, han provocado reacciones cada vez más negativas que pueden extremarse sin apenas darnos cuenta. La persistencia y reiteración de estas acciones generadoras de nuevas conductas reactivas negativas, incrementan el nivel de hartazgo y sobresaturan el sufrimiento de los ciudadanos, provocando en muchos casos unas reacciones de rabia e ira desenfrenada que encuentran su expresión en un conflicto social, incluso a través de actos de violencia, agresiones, ataques, etc.

¿No se dan ustedes cuenta de la deriva de parte de la sociedad española hacia la elección de representantes políticos cada vez más extremistas? ¿No se dan cuenta en las redes sociales las expresiones insultantes y extremas que difunden muchos ciudadanos, especialmente jóvenes? ¿Y las agresiones abiertas y manifiestas? ¿No se estará colmando la paciencia de la ciudadanía, que podría estallar en cualquier momento en un grave conflicto social? ¿No tiene ustedes la sensación de que hay demasiados ciudadanos que ya no les importa “suicidarse políticamente” con la elección de cualquier representante político con tal de hacer estallar el sistema actual, el cual no da las respuestas adecuadas? En otros países ya ha ocurrido, y no somos tan diferentes a esas sociedades.

Por tanto, algo debemos estar haciendo mal en el proceso de elección de nuestros representantes políticos, como pésimamente lo están haciendo éstos dentro de los partidos políticos. No podemos seguir manteniendo un sistema que permite a cualquier indeseable ocupar espacios de representación de la ciudadanía.

La conclusión es evidente: hay que luchar contra la tormenta perfecta, despertarse de una vez de los efectos de la anestesia. ¡Hay que modificar la forma de elección de nuestros representantes! Y no podemos esperar mucho tiempo para adoptar esta medida. ¿Es la solución definitiva a todos nuestros problemas? No, pero sí es un gran paso para nuestro futuro inmediato que está en juego.

Tenemos la posibilidad de conseguirlo. No es el momento de pensar o reflexionar, sino de actuar, y pronto. Evitemos ese conflicto social que se ve venir…las generaciones presentes y futuras se lo merecen, nuestros hijos y nietos se lo merecen, cada uno nos lo merecemos.



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